Capítulo 39

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Jaemin nunca se había considerado una persona ciegamente creyente, ni en lo más mínimo. Durante gran parte de su adolescencia había estado furioso con cualquier deidad debido al destino que le había tocado. Había rezado muchas veces tratando de ser escuchado, quiso recibir la misericordia que muchos decían obtener, ser testigo de como la fe era capaz de amortiguar el dolor, pero cada noche, antes de ir a dormir, SeongJin llegaba al hogar que ambos tenían y Jaemin comprendía que una vez más había sido ignorado por la diosa luna.


¿Por qué a ellos sí y a mí no?  cuestionaba mientras limpiaba la casa hasta el cansancio. ¿No soy merecedor de la compasión acaso? restregaba el estropajo en el bonito plato de flores rosadas, lo pasaba tanto, una y otra vez, que las flores comenzaban a perder el color de sus pétalos y solo se detenía cuando sus oídos podía registrar el sonido de la porcelana rallándose. Luego procedía a mirar el antes pulcro plato, sintiendo compasión por las horribles líneas que ahora surcaban su suavidad. Entonces se ponía a llorar, y el rezo nuevamente comenzaba.


— Por favor, por favor, porfavor — su voz se entrecortaba ante las calientes lagrimas que se deslizaban por un recorrido ya habitual los últimos meses. Sus manos temblorosas se agarraron con fuerza a la esquina del mueble y sus ojos centellantes buscaron entre el mar de estrellas al redonda figura receptora de sus suplicas.  — De verdad lo siento si hice algo malo antes, sea lo que sea no lo volveré a hacer. Solo dime que es lo que quieres que haga y lo haré. Iré a la iglesia todos los domingos si hace falta, me ofreceré como voluntario en cualquier cosa y no le contestaré más a mamá. Solo... porfavor, sácame de este lugar y nunca pediré nada más. ¿Sí? L-lo prometo.


Entonces repetía su mantra mientras miraba a la luna, tan resplandeciente que le generaba envidia. ¿Algún día podré brillar de la misma manera?


No tuvo la respuesta aquel día, ni el siguiente, ni la semana siguiente, ni el mes siguiente.


Los días pasaban y el pozo de la esperanza se secaba. Ya no tenía ganas de llorar, gritar o suplicar, no tenía ganas de vivir a ese punto. Cada día se intentaba convencer de que sería el último, que al día siguiente podría escapar y seguir con su vida; iría a casa y vería a Hyunjin jugando con Jeno en la consola, vería la serie que había dejado a medias, iría a comprar los ingredientes para hacer los postres que a Jeno le gustaban, iría a la escuela, se compraría libros y bailaría Gee con Hyunjin, se comportaría como un niño, porque eso era, Jaemin era un niño aún, no un ama de casa, no un sirviente, no un muñeco, pero al final de día sabía que no podría irse.


Así que Jaemin dejo de rezar, al igual que dejó de creer en su libertad.


𝙔𝙚𝙡𝙡𝙤𝙬   •°  𝚗𝚘𝚖𝚒𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora