II

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Se quedó ahí, sus pensamientos peleaban entre ellos, ¿valía la pena? ¿había hecho lo correcto al dejarlo vivir? 

¿Voldemort realmente merecía una oportunidad? 

Sí, su instinto nunca fallaba. Estaba seguro de su decisión, aunque por momentos dudaba de ella. Sacudió la cabeza y miró hacia el cielo, recogiendo su valor caminó en dirección a la salida del bosque. 

Hora de terminar la guerra. 

Agarró su capa y se cubrió hasta llegar al castillo. Esperaba que no hubiera muchas bajas, estaba cansado de pelear, cansado de intentar sobrevivir cada año. 

Llegando al centro del castillo, dejó que su magia se esparciera por cada rincón , pasadizo y habitación. Y al encontrarse con algún mago se enredaban a su alrededor. 

Cada persona de los diferentes bandos sintieron las enredaderas, parecían raíces que envolvían su cuerpo. Dejándolos prisioneros, sin poder moverse o actuar. 

Dejándose caer su capa y con ella una honda nueva de magia que hizo que todos se voltearon a ver. Cada ser mágico buscaba con la mirada el centro de la magia pura que parecía encerrarlos. 

Ahí en medio de los dos bandos, en medio de toda la discordia. Estaba un adolescente con cabello esparcido en todas las direcciones, sus lentes torcidos. Y en su mejilla derecha se veía un corte del cual solo había rastros de sangre. 

Pero lo que paralizó a todos fueron sus increíbles y brillantes ojos verdes. Los cuales resplandecían con magia bruta, parecían el centro de todo lo mágico, vibrando de poder puro. 

Se escucharon gritos ahogados viniendo de algunos alumnos. Los mortifagos que quedaban miraban con terror al chico. Si él estaba ahí, significaba que su señor cayó. 

—Voldemort pereció. 

La voz fuerte de Harry hizo eco por todo el castillo, todo parecía paralizado ante lo dicho. Nadie salía de asombro ni tampoco podían mover un dedo. Por la fuerza de la magia que los retenía. 

—¡Eso es imposible! 

El grito de un mortífago quebró el silencio. Harry mirando hacia la dirección de la voz, ladeó la cabeza con una pequeña sonrisa formándose en su cara. 

—Aquí está la prueba, las dos varitas de Voldemort están en mis manos. Él no está y no volverá, su señor está muerto. —Harry habló. 

Segundos después de hablar, se escucharon gritos de felicidad de parte de los alumnos.

Los mortífagos alarmados se hicieron humo, desapareciendo así del territorio del castillo. 

Se había acabado la guerra por un chico de 16 años. 

El de ojos verdes sonrió hacia el cielo, se terminó. Se acabó el constante miedo de ser acechado como una presa. 

Sabía que quizás en esta guerra moriría, estaba seguro que moriría joven. Pero ahora con un rayo de esperanza que se habría paso en su vida. 

Estaba listo para vivir. 

—¡Harry! 

Un grito lo sacó de sus pensamientos, girando la cabeza hacia el dueño de la voz sonrió radiante; su padrino venía corriendo hacia su dirección. 

El abrió los brazos esperando a su padrino, quien con fuerza lo sujetó. Con una mano por su cintura y otra aferrada a su cabello. 

—Lo hiciste, lo hiciste. Estoy tan orgulloso de ti, cachorro —susurro en su odio, mientras le daba un apretón más antes de soltarlo. 

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