V

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—Ven, Nagini. —Tom siseo, dejando la puerta abierta para que entrara.

La serpiente se deslizó dentro del cuarto, directo hacia la cama, donde se subió y acomodo.

—¿Desde cuándo estás aquí? —interrogó.

—Desde que me dejó en esa casa, maestro.

El de ojos rojos se quedó un momento pensando, no había accedido a llevar a Nagini a la batalla, por el riesgo de perder uno de sus horrocruxes. Por eso la había dejado en su estudio en la casa de los Malfoy.

Los Malfoy, el mocoso heredero, él tenía que ver. Así que Potter ya sabía y estaba dentro de su círculo —de una manera indirecta—, pero estaba informado.

Una media sonrisa se dibujó en su rostro, el mocoso era astuto.

Camino hasta llegar donde su serpiente, se sentó y alargo su mano para acariciar la cabeza escamosa de su familiar. Nagini soltaba suspiros placenteros y él solo la miraba.

—Por primera vez, no sé qué pasará con nosotros, querida —siseo, mientras rascaba con cuidado la barbilla de su serpiente.

Él había dicho, «crear un corazón» ahora, ¿cómo se crea eso?, en su pecho solo se escucha un palpitar plano, la razón de que está vivo. Él no siente remordimiento por sus actos, quizás podía haber llegado a sentirlo, pero hace mucho tiempo, ahora, no hay ningún rastro. 

Pero ahí estaba Potter, tendiéndole una mano, le había brindo de comer y beber y dándole razones, del por qué.

«Porque somos iguales, Tom»

Un igual, el igual del que habló la profecía que lo llevó a la ruina, a perder su cuerpo por años, a dejar sus planes a la deriva, solo se concentraba en cazar, cazar a su presa.

Él se había convertido en la presa, ya no era el cazador, era una presa acechada y capturada.

Volvió su mirada hacia Nagini, quien mantenía los ojos cerrados, estaba en silencio y tan cómoda.

—Otra vez a dormir.

La serpiente al oírlo, abrió los ojos y siseo:

—Este ambiente es cómodo, me gusta más que el otro lugar.

—Es cómodo, querida. —Tuvo que admitir.

Se acomodó en la cama, dejando su espalda contra el respaldo de su cama, inclinó su cabeza y cerró los ojos.

Ya que no necesitaba dormir, lo que siempre hacía era meditar. Siguió acariciando la cabeza de su serpiente, quien ya por sus suaves respiraciones estaba dormida, otra vez.

Quería reír, nunca había experimentado esto, las emociones que estaba sintiendo eran tan extrañas.

Emociones, las dichosas emociones que hacía perder el juicio de sus seguidores, de personas que habían muerto a su mano protegiendo siempre a otros, nunca llego a comprender eso.

¿Por qué dejar que una persona se convierta en tu debilidad?

¿Por qué sacrificar tu vida, méritos, cosas por una persona? 

¿Por qué dejar todo lo que construiste por alguien?

Quería saber, ¿por qué?, ¿por qué?

Hubo una temporada de su adolescencia en la que quería saber cómo era sentirlas, tenerlas y experimentarlas.

Lo pensaba por largos periodos de tiempo, pero, se decía que no había algo o alguien merecedor de él y simplemente dejaba de lado esos pensamientos, los cuales fueron desapareciendo hasta quedar enterrados.

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