III

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Al momento que sus pies tocaron el suelo, escaneó con la mirada su entorno. Había caído en un bosque, manteniendo su guardia en alto caminó unos pasos pasando unos árboles.

En el corazón del bosque se encontraba una gran casa. Podía ver que era de dos pisos, su color era café claro y su techo era de color negro.

Caminó unos segundos y al momento de cruzar hacía la puerta de la casa sintió las protecciones de la estructura, pasó y la magia no se inmutó.

Dudo tocar la puerta, estaba seguro que era una casa abandonada donde Potter lo había mandado. Agarró el pomo con fuerza.

Entró e inmediatamente fue abordado por un calor que desde hace mucho tiempo no había sentido, no era el frío insípido de su orfanato, no era la temperatura templada de las muchas mansiones de sus seguidores.

Esto era muy diferente: este calor gritaba algo diferente a lo que estaba acostumbrado y eso lo asustó. Pues desde que era un niño ingenuo y entró por primera vez a Hogwarts no había vuelto a sentir esto.

Dentro de la vivienda, se encontraba una sala espaciosa, había una mesa pequeña y un largo y ancho sofá de color azul oscuro estaba frente a la chimenea, la cual estaba encendida y atraía con su sonido del crepitar del fuego.

Estaba desconcertado, ahora, ¿qué hacía?, ¿esperar a que llegue Potter?

Un sonido lo sacó de sus pensamientos y frente a él se encontraba un elfo doméstico, vestía una camisa blanca acompañada de un pantalón oscuro y extrañamente tenía zapatos, unos muy curiosos a decir verdad.

—Soy Dobby, el elfo libre del maestro Harry Potter, él me pidió que lo instalara y enseñara la casa.

Ahora estaba aún más confundido. ¿Dijo elfo libre?, ¿pero era de Potter? ¿exactamente qué significaba eso? Dejó de lado sus curiosos y no útiles pensamientos.

Mirando de nuevo a la pequeña criatura él no iba a presentarse, ni mucho menos decir: "por favor" o "está bien, guíame" mantenía a los elfos domésticos como cosas útiles y algunas veces eran más útiles que sus seguidores, pero de ahí a entablar amistad o algún tipo de acercamiento, sencillamente no sucederá.

Él era el señor oscuro, o eso creía. Pues ahora no estaba seguro de nada, primero: neutralizó todas las marcas, sus inútiles seguidores estaban libres de él, segundo: quedó de rodillas ante su enemigo jurado, estuvo a merced del maldito Harry Potter.

El jodido Harry Potter que lo miraba con sus grandes ojos esmeraldas, que irradiaba una increíble y atrayente magia.

Estaba perdido, ¿en qué se había reducido? Él era el mago oscuro más temido y ahora estaba en la casa de su enemigo, donde se iba a quedar un tiempo indefinido.

—Tomaré su silencio como un si, puede seguirme señor oscuro Voldemort.

La voz del elfo lo sacó nuevamente de sus pensamientos, quien ya caminaba hacia una dirección. Lo acompañó, obvio que no lo estaba siguiendo, él era un líder no un seguidor más.

Llegando a la par de unas escaleras, las cuales subió acompañando al elfo, hasta que se detuvo frente a una puerta negra. El elfo la abrió y se hizo un lado para que él pasará primero.

Entrando a la habitación la observó, estaba pintada de verdes oscuros, había un estante para libros, una cama grande con sábanas negras. Unas almohadas también negras y una mesita de noche.

También había dos puertas más, suponiendo que una era el baño y otra el guardarropa.

—El maestro Harry Potter, dijo que podía cambiar el color de la habitación si lo desea, también me dijo que este sería su hogar.

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