La casa estaba oscura, ni una luz que la esperara. Sabía que la idea de darle celos a Juan Pablo, saliendo vestida de semejante forma, no era buena. Porque, si él sintiera celos de ella, ¿Para qué tenía una amante? No tenía sentido. Pero, aunque el hecho de darle celos, no había funcionado, si había conseguido excitarlo. Oh, sí. El bulto grande y bastante visible en sus pantalones, era una muestra de lo mucho, que lo había excitado.
Pero ciertamente, ella no quería excitarlo. Era tan fácil ir a quitarse la calentura con la otra.
Ella quería que sufriera, que sufriera por ella. Y no lo estaba consiguiendo. Pero eso sí, Hera no pensaba rendirse. No, señor. Tenía meses y años, para conseguir vengarse de él.
Tomó sus cosas y bajó del auto. Tal vez lo que debería hacer era conseguirse un amante de verdad, no solo pretender tenerlo. Pero no podía. Aún era muy temprano. Ese era el último punto de la lista.
No, el último punto de la lista, era hacer que Juan Pablo, viera el vídeo con su amante, oh, sí. Le pediría el divorcio luego de verlo sufrir por ella y le dejaría el vídeo en la cama. Lo único malo de esa idea, era que no iba a poder ver la cara de su marido, cuando la viese. Pero bueno, solo saber que lo destruiría, sería suficiente.
La casa dentro se veía demasiado silenciosa. Aunque claro, él no la había esperado despierto las otras noches, porque iba a hacerlo ahora. Se quitó los zapatos y los tomó con sus manos. Los tacones eran un martirio. Subió las escaleras y entro en su habitación. Estaba vacía. Encendió la luz y vio en la silla, el traje que Juan Pablo llevaba cuando ella se había ido.
Así que el muy infeliz había vuelto a las andadas. ¿De qué se sorprendía? Lo dejo excitado y era de esperarse que buscara alivio.
Sentándose en la cama se llevó las manos al pelo. Él seguía con la otra, nada de lo que ella hiciera iba a tener efecto en él.
Estaba quitándose las joyas, cuando el sonido de un auto, la alertó. Su marido se bajaba tambaleando de un taxi. Pero, ¿desde cuándo Juan Pablo bebía? A pesar de que su cabeza le decía que lo dejara, que no era problema suyo, no pudo evitar bajar las escaleras. Por el estado en el que lo había visto caminar, era muy probable que tuviera problemas para subir.
Del otro lado de la puerta se escuchaba el sonido de llaves y la voz de un Juan Pablo maldiciendo. Soltó una ligera risita. Si tenía problemas para encontrar la llave de la casa, en un llavero que solo contenía tres llaves, realmente tendría que estar muy borracho.
Abrió la puerta y Juan Pablo casi se va de espaldas. Ella tuvo que acercarse y agarrarlo de la cintura para que no cayera.
—¡Oh! El cielo me mando un ángel para que me ayude. Menos mal. Estas tontas llaves no encajan, creo que alguien me robo las mías y me las cambio por estas. —era difícil entender lo que decía, él arrastraba las palabras, haciéndolas casi incomprensibles. Aún así, no pudo evitar soltar una carcajada con la cara de confusión que él tenía mientras miraba las llaves. De verdad parecía creer que no eran las suyas. ¿Pero qué otra persona tendría un llavero de E.T, al que se le salen los ojos?
—Me gusta tu risa. Es taaaaan melodiosa. Y tus dientes son chiquitos y ferpectos. —hacía tanto que no le decía palabras bonitas que se quedó sin habla, ni siquiera pudo corregirlo cuando pronuncio mal "perfectos".
—Siempre fuiste la mujer más hermosa. Alegre, risueña, inteligente, bonita y carismática. Todos mis amigos me envidiaban, porque yo tenía la chica per... fer... —debería ayudarlo a encontrar la palabra, pero estaba embobada escuchando lo que decía de ella, que su cerebro no colaboraba.
Sabía que no debía dejarse engatusar por él, pero Juan Pablo nunca se emborrachaba y... ¿no dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad?
—Perfecta. —le ayudo.
—Eso es. —comenzó a reír como demente y luego se cayó abruptamente. —Yo tenía que decirle algo. Pero no me acuerdo que era. Creo que estoy perdiendo la memoria. —su tono era bajo, como si le estuviese contando un secreto. Se rió con él cuándo tropezó con el sofá y lo hizo sentarse.
—En serio, yo tenía que contarle algo. ¿Sabe qué era? —la miró mientras ladeaba la cabeza y la cara de pequeño niño perdido, le derritió un poquito del hielo, que rodeaba su corazón. Juan se levantó de un salto del sofá cogiéndola por sorpresa, tuvo que agarrarlo para que no cayera. —¡Ya recordé lo que quería decirte! —se alejó un poco y mirándola a los ojos, soltó las palabras que no había esperado oír de nuevo. — Te amo. —Ava tuvo que tomar aliento profundamente y cerrar los ojos, para no echarse a llorar.
Llevaba tanto tiempo sin escucharlo decirle que la amaba, tanto sin sentirlo cerca, sus caricias y besos, que no espero que jamás volviera a suceder.
Se alejó de Juan y apoyó una mano en el sofá. Él no podía hacerle eso, no podía decirle que la amaba cuando le era infiel, no podía, no era justo. Aunque tal vez él no sabía que se lo decía a ella, tal vez estaba tan borracho, que había perdido el norte y creía que se lo decía a la otra, pensó cínicamente.
—No llores, por favor, no llores. —se acercó y tomó su rostro entre las manos. El aliento le apestaba a Whisky, pero la ternura en su voz, impedía que lo alejara de ella. —Yo he sido un mal marido, y me he equivocado, pero no llores. Te juro que me rompes el corazón. Yo te amo Ava, te prometo que te haré feliz, si me das la oportunidad. —entre lágrimas ella levantó su rostro hacia él. Estaba tomado, no podía creer sus palabras. Aunque sus ojos se vieran tan sinceros. —Mira... Yo... Si ya no me amas, lo entiendo. Yo no te merezco. Pero si me das la oportunidad, te prometo que cambiaré, y te haré infinitamente feliz. Pero si no quieres, entonces me voy. Te lo juro. Por favor, no llores. Hago lo que tú quieras. Lo que sea porque dejes de llorar. —secó delicadamente las lágrimas que salían de sus ojos, luego beso sus párpados y su nariz.
Ella sabía que no debía creerle, que no debía confiar en él.
Él la engañaba, probablemente desde hace meses. Había roto todas las promesas que le había hecho de hacerla feliz, no debería darle otra oportunidad, no debería. Pero una vez que los labios de Juan tocaron los suyos, estuvo perdida.
Él era su esposo y ella lo amaba con toda su alma.
Tal vez, debería dejar que la besara.
Tal vez, debería dejar que la pasión los reuniera de nuevo.
Tal vez, debería cambiar la venganza, por el perdón y crear un plan, donde recuperaba a su marido.
Tal vez, debería luchar por él.
ESTÁS LEYENDO
Infiel || Juan Pablo Isaza
FanfictionAmbos corren peligro pero ninguno lo sabe. Total créditos a escritora original.