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Su esposa no lo engañaba. Jamás lo hizo. Después de salir de su casa, condujo un poco y fue a algunos clubes que sabía, podrían haber llamado la atención de Ava. En ninguno la habían visto, pero justo cuando salía del último bar con el alma por el suelo, se fijó que en la otra calle, había una escuela para adultos. Lo que le llamó la atención del lugar, era las clases que ofrecían: cocina y repostería. Juan recordó todas aquellas noches en las que al hacer el amor o abrazarla, había notado un olor a vainilla y galletas.

Así que ahí, había descubierto que su esposa, no le era infiel. Daba clases de cocina en ese lugar. Y habiendo tantos horarios para que cualquiera pudiese estudiar, ella tenía el último y su clase terminaba a las diez. Fue tan sorprendente descubrir eso, no solo porque ella no lo engañara, sino porque siempre supo que Ava era buena para enseñar. También, descubrió que las primeras semanas ella y sus amigas profesoras, iban a beber algo en una cafetería hasta el cierre, a la medianoche. Por eso sus llegadas tarde.

Descubrió tantas cosas de su esposa allí, que decidió que cuando volvieran, la iba a persuadir para que trabajase a tiempo completo ahí. O medio tiempo. Lo que fuera, que quisiera que la hiciese feliz.

Y como su última esperanza de saber algo nuevo, estaba en ese lugar, no le quedó más remedio que regresar a casa. Iba pensando mientras conducía, que otra cosa podía hacer, para saber de Ava. El único lugar que quedaba, era con Miranda. Pero no tenía su dirección. Frenó el coche y tomó rumbo a la oficina de policía. Era ingeniero y tenía sus contactos. Cuando tuviese su dirección, hablaría con Miranda y ella le diría todo lo que supiese de su esposa.





Después de comer y beber algo, Ava se sentía mejor. Había pensado resistirse y hacerle el trabajo más difícil, pero al pensar en el bebé, decidió que no arriesgaría su vida por ella. Además tenía un millón de preguntas y no podía permitirse estar débil o que la dejaran inconsciente de nuevo. Tomó aire profundamente y miró a la rubia. Era hermosa, y a pesar de las circunstancias, también era amable. Su cuerpo era voluptuoso pero balanceado. Entendía que pudo verle su marido. Pero el momento, no era para pensar en ello. La razón por la que la secuestró, es obvia: Juan Pablo. La pregunta es: ¿Cómo convencerla de que la dejara ir?

—Sé que tendrás muchas preguntas. Como quién soy, dónde estás y todo eso. —bien, además de hermosa, era inteligente. Eso no ayudaba mucho a su autoestima. —Adelante. Pregunta lo que quieras.

—¿Hace cuánto tiempo eres amante de mi marido? —la rubia ni siquiera se mostró sorprendida. Lo que le dijo a Ava, que ambas eran conscientes de la infidelidad de Juan Pablo. Entonces, ¿él también lo sabía? ¿Se había mostrado tan dulce y encantador, como su amado marido, por ello?

—¿Quieres la historia completa o un resumen? —Ava levantó una ceja, mientras la observaba. La rubia levantó ambas manos, mientras meneaba la cabeza. —De acuerdo. Quieres la historia completa. Omitiré los detalles obscenos. —sonrió y Ava quiso golpearla. No solo por lo cínica, sino también por su sonrisa de dientes perfectos. —Llevo trabajando como consultora legal en la compañía, por más de tres años. Hace seis meses me contrataron como abogada oficial. Estaba bastante emocionada por esto, que me dije que iba a hacer mi trabajo lo mejor posible, sin distracciones. Imagínate mi sorpresa, cuando me encontré cara a cara, con Juan Pablo. —ella suspiró, como si le estuviesen hablando de una estrella de rock y ella fuese una adolescente. Que otra mujer suspirara por su marido de aquella manera, la llenó de celos.

—Es un hombre tan apuesto e inteligente, que simplemente me derretí sobre mis pies, cuando me saludo de aquella forma tan cordial con una sonrisa. Era atento, amable y caballeroso y después de un novio que me era infiel con cualquier cosa con piernas, eso fue un sueño hecho realidad. Caí de mi nube, cuando me enteré que era casado. Además, Juan jamás me coqueteó. Pero no pude evitarlo, él es candente. Así que, comencé a enviarle yo las señales. Pero él, no me puso atención. Cuando comenzó toda la negociación de Marquet, hace tres meses, me di cuenta que el trabajo, nos tenía absorbidos. Incluso a él. Así que, viendo que llegaba temprano, salía súper tarde y además agotado, pensé que no tenía tiempo para ti. Por lo tanto, un día, cuando nos mandaron por la comida, lo besé en el ascensor. —cerró los ojos, como si lo estuviese rememorando. —Fue el beso, más ardiente, que jamás me han dado. Pero, cuando salimos del ascensor y volvimos a la oficina, me ignoró. Siempre que podía, me evitaba, y fue igual por casi una semana. Así que decidí darme por vencida con él. —Ava la miró. ¿Acaso estaba tratando de atormentarla? ¿Por qué no continuaba la historia?

—Una mañana, fue él quien me besó. De hecho, me atacó en mi pequeña oficina. Fue el sexo más caliente del mundo. Cuando la pasión acabó y cada uno se cambió, él no pudo siquiera mirarme a la cara. Así que pidiéndome disculpas, salió. Y me evitó por otra semana. Pero yo, ya tenía la experiencia con él, sabía que me deseaba. Así que comencé a seducirlo. Luego, todo se fue dando. Hasta que... —cerró los ojos, como si lo que viniera fuese doloroso para ella. —Juan jamás quiso ir a mi apartamento. Nuestros encuentros, luego de aquel en mi oficina, fueron en hoteles. Eran lindos y él era siempre amable y especial, pero se mantenía distante. De mí. De mi vida privada. Y me alejaba a mí, de la de él. Aun así, no pude evitar enamorarme de él. —las palabras eran cuchillos en el corazón de Ava. Las lágrimas, salían sin permiso de sus ojos. Y, al parecer, no era la única que quería llorar. La rubia, tenía los ojos acuosos, inundados de lágrimas sin derramar. A pesar de sí misma, sintió pena por ella.

—Tuve la esperanza, de que él te dejaría. De que se daría cuenta, que su matrimonio había muerto y viniera conmigo. Pero no lo fue. Al contrario. Hace un mes, de la nada, me llamó, llegó a mi apartamento y estuvimos a punto de hacerlo. Luego, como si el diablo lo persiguiera, salió corriendo de mi casa sin haberme tocado. De ahí, no volvió, su trato conmigo, era educado y netamente profesional. Pensé que estaba pasando por una crisis, como al inicio. Que la culpa no lo dejaba avanzar. Así que me decidí a darle tiempo. Ayer en la noche, lo llamé, le pedí si podíamos hablar, que fuese a mi casa. Allí llegó, traté de besarlo pero me rechazó. Luego me pidió disculpas. Por su comportamiento conmigo, por haberme utilizado. Me dijo que estaba enamorado de su esposa. Que había cometido un error acostándose conmigo, que amaba a su esposa y le iba a contar de nosotros, esperando que ella lo perdonase y no lo dejara. Me pidió disculpas de nuevo y me dijo que si yo no me sentía cómoda con él, lo odiaba y no quería estar cerca suyo, el pediría un traslado y se alejaría. —las lágrimas de la rubia, eran sinceras y llenas de dolor. Su voz se cortaba en ocasiones y se podía notar la pena. —Yo creo que él está confundido, creo que se siente culpable y quiere tratar de hacer las cosas bien. —Ava la miró sin comprender cuando ella se levantó de la silla cerca de la cama donde ella estaba.

—Yo amo a Juan. Y lo que pasamos fue importante. Para los dos. Por eso estás aquí. Cuando él descubra que tú desapareciste y piense que lo abandonaste, entonces las cosas serán fáciles para nosotros. Ya no habrá culpa, porque fuiste tú la que lo dejó. Y podremos estar juntos, ser felices, así que... —el ruido de una puerta que se abrió con gran estruendo, las distrajo a ambas. —¿Miranda? —Ava giró la cabeza. —¿Pero qué...? —la rubia abrió los ojos como platos al darse cuenta que era lo que traía Miranda arrastrando.

Ava las miraba tratando de levantar la cabeza, para ver que era. Su boca se abrió y sus ojos derramaron más lágrimas. ¡Era Juan Pablo! Estaba inconsciente y había un hilillo de sangre que corría por su cara y salía de su cabeza. Miro a su amiga sin comprender.

—Casi arruina nuestro plan... —¿su plan? ¿ella estaba ayudando a la amante de su marido? Luego de que terminaron de amarrar a Juan a la silla, su amiga se giró y se acercó a ella. Levantó una mano y le acarició el rostro.

—Ahora, te voy a limpiar. Vas a quedar libre, después de que termine esto. —Ava la miró, luego giró la cabeza y observó a su esposo, que estaba inconsciente y la rubia arrodillada a su lado. ¿Qué era lo que pasaba?

Infiel || Juan Pablo IsazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora