19➳ Una Vida Normal

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Janne apenas sintió la noche, ya que durmió como un bebé, acurrucada contra el pecho de Josh

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Janne apenas sintió la noche, ya que durmió como un bebé, acurrucada contra el pecho de Josh. Jamás se había sentido tan bien, era una tranquilidad casi total y todo era mejor con el sonido de la lluvia en el exterior de la cueva. Lo único que le molestaba un poco era la oscuridad en la que estaban, pero aún entraba un poco de luz y eso era más que suficiente.

—Veo que ya estás despierta —dijo Josh y acarició con delicadeza el cabello de ella—, creo que ya es momento de hablar.

Janne comenzó a temblar y tosió varias veces, aún no quería decirle la verdad, tenía miedo de perderlo. ¿Y si reaccionaba como los demás? ¿Y si la abandonaba?

—¿Por qué esas monjas te dejaron atada en esa casa en ruinas?

—Mi tratamiento no funcionó, dijeron que el aislamiento ayudaría para que refrescara mi mente y, además, ya estaban hartos de cuidarme. —Y en realidad no estaba mintiendo, únicamente omitió que la habían dejado allí para que aquellos espectros acabaran con ella.

—Se supone que están para ayudar.

—Es lo mismo que yo pienso, pero dijeron que mi condición era especial y que debido al...

Si no se callaba ahora, era muy probable que arruinara todo, así que se acomodó de nuevo y comenzó a jugar con sus manos, con su mirada fija en el suelo de piedra.

—No quiero que te sientas presionada, te entenderé si quieres contármelo después.

Algo en su interior le dijo que ya había llegado la hora. Josh no era como los demás, eso lo sabía muy bien, ¿entonces por qué le costaba tanto decirle que podía ver a esos espectros?

—Tengo visiones, desde que era una niña. Todos piensan que estoy loca, pero... puedo ver cosas que los demás no ven. Perdón por arrastrarte en mi caótica vida, debes pensar que solo soy un problema.

Se quedó en silencio, mientras se moría de nervios por conocer la respuesta de Josh. No podía hablar más, no le salían las palabras y él pareció comprender.

—No digas eso, eres lo mejor que me ha pasado —sonrió—. Además, sé muy bien lo que se siente que te traten de loco, lo desesperados que podemos estar para encontrar una cura. Mi madre también tenía ese don.

—¿Podía ver fantasmas? —preguntó y, un poco más relajada, se acomodó mejor para prestar atención a lo que él decía.

—Cuando ella enfermó, me ofrecí como voluntario para ir a la guerra. Prometieron que si regresábamos con vida nos pagarían muy bien —dijo y respiró con dificultad—. Cuando todo terminó y pude volver a casa, ya era demasiado tarde, ella ya ... ya se había ido de este mundo.

Esta vez Janne sintió un nudo en su garganta y tuvo que parpadear varias veces para que las lágrimas no cayeran por su rostro. Quería ayudarlo, quería que él sonriera y que nunca más pusiera esa cara de tristeza.

Promesas De Un Traidor © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora