En el convento Saint Ekavine, Janne vive recluida esperando su muerte, hasta que conoce a Josh y encuentra un motivo para pelear contra los espíritus que la atormentan desde que era niña.
En Credoss, Poppy se acerca cada vez más a Lu, el nuevo pret...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Dos hombres entraron a la celda que recluía a Janne. Ella permanecía recostada boca arriba en el suelo, con los brazos y las piernas extendidos y susurrando, más bien repitiendo, una serie de palabras imposibles de entender.
Los hombres se miraron entre ellos y la escena fue lo suficientemente perturbadora como para olvidar aquellas despreciables intenciones que llevaban. Entonces se limitaron a cumplir con su tarea. La levantaron del suelo y el hombre más robusto la tomó de las piernas, mientras que el otro, un tanto espantado, la tomó con fuerza de ambos brazos y salieron de la celda. La cabeza de Janne cayó hacia atrás, con los ojos abiertos de par en par y el cabello rubio rozando el suelo.
El camino al tribunal fue largo y Janne seguía perdida en esas visiones y cánticos que los espectros la obligaban a repetir. Al llegar frente al juez y los hombres que decidirían su destino, ella solo se sentó en la silla, con la mirada perdida y un escozor en todo el cuerpo. Sus dedos temblaban y tenía un sabor amargo en su boca que no la dejaba ni mover los labios.
Los hombres a su alrededor comenzaron a hablar y a lanzarle miradas de asco y repudio. Janne no comprendía lo que decían o bueno, no les prestaba atención. Su mente estaba entregada en completar el conjuro que le susurraba la niña en su oído. Pronunciar esas palabras eran lo único que le importaba y usaba el recuerdo de Josh para no darse por vencida ante los dolores de su cuerpo.
Cuando solo faltaban dos palabras para completar el ritual, la voz grave de un hombre inundó la sala, llegando a los oídos de la joven que, aunque no quiso, escuchó el desgarrador veredicto:
—Janne Sallow, se le acusa del asesinato de dos cardenales y siete monjas durante su estadía en el Convento Saint Ekavine, además del asesinato de su hermana en los límites del bosque. También se le acusa de posesión de libros prohibidos y de haberse entregado en cuerpo y alma a Satanás, a cambio de placer y una eterna belleza. Comprendiendo la gravedad de los hechos y, ya que ha incurrido en reiteradas ofensas hacia el único y verdadero Dios, la Santísima Inquisición la condena a morir esta noche en la hoguera.
Janne solo parpadeó al escuchar eso y después se desplomó en la silla, pronunciando las últimas palabras del ritual. Estaba hecho.
Ambos espectros desaparecieron, al igual que su dolor de cabeza. Entonces esperó y esperó, pero todo seguía igual. Estaba en la misma mugrosa sala del tribunal, escuchando todas las mentiras de las que la acusaban.
Al terminar el juicio, la encadenaron de pies y manos y, entre empujones, la sacaron a las calles. Todo el mundo gritaba afuera, era un completo escándalo.
—¿Ella es la bruja que ha invocado al lobo? —gritó una mujer.
—¡Mató a muchas personas! —gritó otro.
—¡Hija de Satanás, merece morir!
Las piedras y comida podrida impactaron contra su cuerpo, mientras ella se tapaba la cara con sus manos temblorosas. Quería gritar que nada de eso era cierto, que la única vez que había sucumbido ante el demonio había sido hace rato y que nadie salió herido. Pero la gente no la escuchó y siguieron con sus insultos.