Capítulo 2.

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~YOONGI~

Estoy tumbado bajo el camión, colocando el segundo paquete de explosivos, cuando Jungkook maldice en algún lugar cerca de mi.

—Solo una más —digo.

—Has puesto suficiente de esa mierda para volar toda la maldita calle. Déjalo y ven aquí. La puerta está atascada.

Salgo de debajo del camión y me dirijo a la parte trasera, donde Jungkook mantiene abierta la puerta de carga con la palanca.

—Quédate ahí, yo buscaré a la chica—digo, encendiendo la linterna de mi teléfono, y subiendo de un salto al camión.

Camino alrededor de las cajas, moviéndolas al pasar, pero no puedo ver a la chica.

—¿Está ahí? —pregunta Jungkook.

—No puedo encontrarla. ¿Seguro que está...?

Hay algo en la esquina, pero no puedo ver lo que es. Rodeo una pila de cajas y dirijo mi luz hacia abajo.

—¡Oh, mierda!

Muevo las cajas para poder acercarme y me agacho frente a un cuerpo acurrucado. La cara de la chica está oculta bajo su brazo. Su brazo extremadamente delgado. Una noche de hace 8 años pasa por mi mente, y cierro los ojos intentando suprimir las imágenes de otra chica, con su delgado cuerpo cubierto de tierra. El flashback se pasa.

Alargo la mano para comprobar el pulso de la chica, estoy absolutamente seguro de no encontrarlo cuando se revuelve y retira el brazo. Un par de ojos imposiblemente oscuros, tan oscuros que parecen negros a la luz de mi teléfono, me miran fijamente.

—Está bien —susurro—. Ya estás a salvo.

La chica parpadea, luego tose, y esos magníficos ojos se ponen en blanco y luego se cierran. Se ha desmayado. Apoyo el teléfono en la caja que tengo a mi lado, la luz la ilumina, y deslizo mis brazos por debajo de su frágil cuerpo. Se me hace un nudo en la garganta al levantarla.

Dios mío, no puede pesar más de 40 kilos.

—¿Yoongi? —llama Jungkook desde la puerta.

—¡La tengo! Mierda, está en muy mal estado. —Tomo mi teléfono y, usándolo para iluminar el camino a través del laberinto de cajas, logro sacarla—. Te tengo — le digo al oído, y luego miro a Jungkook—. Sujeta bien esa puerta.

Salto del camión y me dirijo al coche de Jungkook.

—Llamaré a Azucena y le diré que traiga al doctor. —Jungkook deja caer la puerta del camión—. Podemos reunirnos con ellos en el camino.

—No —ladro y atraigo el pequeño cuerpo hacia mi pecho—. La llevaré a mi casa.

—¿Qué? ¿Estás loco?

Me detengo y me volteo hacia él.

—He dicho que me la llevo conmigo.

Jungkook me mira fijamente y luego sacude la cabeza.

—Lo que sea. Métela en el coche, revienta el camión y salgamos de aquí.

Abro la puerta y me meto en el asiento trasero, sujetando a la chica en mis brazos, luego me agacho y trato de escuchar su respiración. Sus latidos son muy superficiales, pero está viva. Por ahora.

—¿Listo? —pregunta Jungkook desde el asiento del conductor, pero lo ignoro—. ¡Mierda, Yoongi! Agarra el puto mando y vuela el puto camión de una vez.

Lo miro, debatiendo si debería darle un golpe en la cabeza por interrumpirme, y decido no hacerlo. Su esposo debe estar locamente enamorado de él y de su personalidad gruñona. Creo que a Jimin no le haría ninguna gracia que el llegara a casa con un bulto en un lado de la cabeza y con la oreja como una hamburguesa.

Verdades ocultas. (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora