Capítulo 11.

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~YOONGI~

—¿Dorado? —pregunto.

—Sí. Luce más glamuroso. Tengo que compensar el hecho de ir en zapato plano.

—¿No eres una chica de tacones?

—No. Regina, mi amiga de la universidad, me convenció una vez para que me pusiera sus sandalias de 10 centímetros de alto cuando salimos. Casi me rompo el cuello.

Sonrío y le doy mi tarjeta a la cajera, mientras Karen se inquieta a mi lado. Ha estado nerviosa todo el día, pero finge no haber cambiado nada. Sigo esperando que mencione el beso de anoche, pero nada. Seguro que estaba ansiosa, pero el beso fue tan inocente que no creo que tenga mucha experiencia. Así que he tenido que resistirme a hacer más movimientos con ella hasta ahora. Pero, tan pronto como volvamos de esa maldita recaudación de fondos esta noche, continuaremos donde lo dejamos.

—Brenda te ha reservado una cita para alguna cosa de belleza —digo— . Vamos a ir allí a continuación.

—¿Belleza?

—Corte de pelo. Embadurnar la cara. Depilación de cejas. Ese tipo de cosas.

Karen resopla y sacude la cabeza. Me gusta cómo me mira, no recuerdo la última vez que alguien que no fuera Felix me miró como si fuera un tipo normal. No esta persona jodida de la cabeza que todo el mundo siente la necesidad de caminar alrededor con pies de plomo.

—Entonces, llévame a la peluquería. —Agarra la bolsa con el vestido—. No puedo esperar a ser desplumada y embadurnada.

Salimos de la tienda y, queriendo evitar la multitud, tomo un atajo hacia el aparcamiento y giro en un callejón lateral. Un repartidor aparca su moto a cierta distancia delante de nosotros, agarra una caja de la parte trasera y se apresura en nuestra dirección. Al pasar por delante de nosotros, tropieza con un adoquín y choca con Karen.

Fue un accidente, lo sé. Apenas y la ha tocado, pero mi cerebro descarta por completo ese hecho y, como si se tratara de una decisión propia, mi mano se lanza hacia delante y lo agarra por la mandíbula. La caja que sostenía cae al suelo. El tipo jadea, sus ojos desorbitados. Sus manos arañan mis dedos, intentando liberarse de mi agarre.

—Yoongi...

Escucho mi nombre, pero me resulta como si viniera de algún lugar lejano. Lo ignoro y agacho la cabeza hasta estar frente a frente con el bastardo que hirió a mi chica. Debe morir. Bajo la mano hasta que mis dedos rodean su cuello y empiezo a apretar aun mas.

—Yoongi... —Una pequeña mano se posa sobre la mía y roza ligeramente mis dedos—. Déjalo ir.

No. Le ha hecho daño. Exhalo por la nariz y aprieto más fuerte, disfrutando de la forma en que los ojos del tipo se abren mientras lucha por respirar. Podría sencillamente haberle roto el cuello, pero eso habría sido demasiado fácil. Añado un poco más de presión. El tipo empieza a ahogarse.

La mano de Karen desaparece de la mía y, en mi visión periférica, la veo correr hacia la caja que el tipo dejó caer y empujarla hacia mí. Quiero preguntarle qué mierda está haciendo con esa cosa, pero no me atrevo a soltar el cuello del tipo. La necesidad de acabar con la amenaza que representa es demasiado fuerte, así que aprieto un poco más. Karen empuja la caja hacia algún lugar detrás de mí y desaparece de mi vista. Pongo la otra mano en el cuello del tipo, con la intención de romperlo, cuando algo grande aterriza en mi espalda. Jadeo en busca de aire. Unos brazos me rodean el cuello por detrás y hay piernas alrededor de mi cintura, apretándome.

—Yoongi —susurra Karen a mi oído, su aliento abanica mi piel—. Mírame. Por favor.

Respiro profundamente. Luego de nuevo. Karen aprieta más sus brazos y piernas en torno a mí.

Verdades ocultas. (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora