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Este capitulo no es apto para toas las personas ya que contieme actos de violencia intrafamiliar(hermano con hermano)


Adam.

Mi puño golpea cada vez con más fuerza su cara.

Cada gramo de humanidad se va. Quiero matarlo. Quiero que sufra.

Quiero que lo último que vea antes de morir sea mi cara.

—Tranquilo hermano, esto no la va a traer de vuelta.—se ríe y luego se queja.

Eso dolió, joder.

Dio en el blanco.

Pero más que volverme débil por su comentario, me hace más despiadado.

Controlando las ganas de matarlo rápido paso mi vista por la habitación, y veo un cuchillo en una pared.

También veo como Max le dice algo a la chica que debe llamarse Mara.

Ignorando eso.

Me paseo por la habitación, y traigo un cuchillo y un martillo.

Simón está en el suelo, su cuerpo está demacrado.

Yo lo dejé así.

Se lo merece.

Llego hasta donde está él.

—Y dime hermanito, ¿Qué te daba ese tal Massimo, que merecía la lealtad que no le diste a tu propio hermano?—Agrego mientras me saco la chaqueta.—Querías poder ¿no? Siempre lo quisiste, pero adivina qué.

Me agacho a su altura.

—Todo este maldito poder no sirvió de nada, no tienes mente, tu único objetivo es aparentar, creerte más que los demás, pero ningún hombre tuyo te respeta, ninguno te es leal, y eso te hace jodidamente miserable hermanito—Termino de hablar y me giro hacia donde está Max.

—Llevátela al auto, salgo enseguida.—Ordeno.

No quiero que la chica presencie lo que estoy a punto de hacer.

Una vez él sale con la chica en brazos. Vuelvo mi atención a mi hermano.
Tengo que ser rápido, no me puedo dar el lujo de demorarme demasiado, ya que la chica no está en las mejores condiciones.

—Te mostraré como se castigan a los traidores en tu querido mundo.—Levanto el cuchillo.

Él abre los ojos y niega.

—N-no Adam yo... yo te prometo que—Antes de que pueda terminar de hablar el cuchillo le está rebanando un dedo de la mano.

Él suelta un grito y llora. Yo, en cambio, suelto una carcajada.

—¿Dijiste algo hermanito?—Agrego con sarcasmo.

Él no dice nada.

Ya que no habla, abro su maldita boca, y con el cuchillo en mano, le saco la lengua.

Le corto su jodida lengua.

—¿Qué pasa, ya no puedes decir más estupideces?—Miro su lengua en mi mano, y con asco la lanzo a un lado de la habitación.

Está cerrando los ojos como un cobarde. Con fin de dejarlo más tiempo despierto, tomo el martillo y golpe con todas mis fuerzas en sus rodillas, el se encoje ante tal dolor pero yo no me detengo.

Golpeo hasta molerle los malditos huesos de las rodillas.

Mentiría si no admitiera que una descarga de adrenalina me recorre.

Por ultima vez golpeo en el martillo pero en su estomago, como el golpeo con su pie a esa pobre chica, yo lo hago con algo mucho más potente.

Eso lo hace abrir los ojos.

—Te mataría igual que a tu jefe, pero creo que tú mereces sufrir más...

Nuevamente con cuchillo en mano, lo clavo como lo hice con Massimo hace unos años, en el ojo.

Para finalizar, lo encajo directo en su corazón.

Maldito DueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora