"El duelo de los tigres"

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sʜɪɴᴀ

Japón, 1999

“Estimado director Hajime Busuzima

Iré pronto a la institución, antes debo terminar unos asuntos pendientes aquí en Tokio, señor director. Envíe a sus subordinados a preparar una oficina muy cómoda para mi estancia, un verdadero líder merece el trato propio de uno.

Comandante de las Fuerzas Armadas,
Alan Gado”.

—¿Q-qué significa esto? es el borrador de una carta escrita a mano por... mi padre.

Arrugué nuevamente el papel que saqué de la basura de la habitación de mi padre. Era el único indicio que tenía sobre su desaparición.

—Es su letra, sin duda. No logro comprender... ¿por qué ha aceptado reunirse con este presunto director de una institución clandestina?

Guardé el papel en el bolsillo de mi pantalón. Estaba muy furiosa, pero a la vez perpleja, así que me instalé en un equipo para buscar más información sobre dicha institución y su localización, estuve minutos escribiendo y escuchando el sonido de las teclas en la computadora más avanzada y especial que tenía para mis misiones, pero lo único que obtuve fue unos pocos registros y nombres que algunos periodistas habían obtenido luego de una entrevista a regañadientes con esos hombres y el director del FLZ.

—¡Lo sabía, estoy indignada! ¡tenía que estar involucrado con el FLZ! ¡sí, lo deduje!

«Padre, ¿por qué has aceptado ayudar a estos hombres? su causa es sombría. Sigo sin entender porque los estás apoyando, y también... ¿por qué me ocultaste todos estos años lo de mi sangre?».

Parte de mi identidad está perdida.

ʏᴜɢᴏ ᴏʜɢᴀᴍɪ

Shenglong escapaba como la criatura más cobarde y repulsiva de la historia. Que curioso, hace unos momentos se veía intimidante, como todo un depredador, seguro y lleno de confianza. Inspiraba pavor, fue capaz de lastimar a una niñita, pero ahora huía como la más vil escoria.

—¡No estoy escapando!—exclamó.

Una vez fuera de la cueva, se trepó sobre las rocas y sonrió contento. Nosotros salimos detrás de él y pensamos en algo.

—¡¿Qué es lo que está haciendo, Long?!—exclamé.

—Shhh. Yugo, quiere llevarnos hasta su trampa.

—¡¿Es una emboscada?!—exclamé nuevamente.

—¡Shhhhh! ¡Yugo, no subas!—el tigre puso su mano firme en mi pecho, deteniendo mi paso. Supe entonces que algo debíamos hacer, pero no siendo imprudentes, Alice se molestaría conmigo si actuara de esa forma.

—¡¿Todo está bien?!—la susodicha salió con su hermana apoyada en su hombro.

—¡Tranquilas, lo tenemos controlado!—dije y levanté mi pulgar en dirección a ellas.

—«¡Que gran cara de idiota, Yugo!»—pesó Long.

El tigre se ajustó los lentes, se enderezó más, sorprendiendome, pensé que no podía poner la espalda más recta, pero lo hizo. Tomó una rama del árbol más cercano, la fracturó y la balanceó de una mano a otra en amenaza a su adversario.

—¡Te desafío, copia descarada! ¿te atreves?—hizo una pose muy intimidante de Kung fu, con su nueva arma.

—M-maestro Long...—susurró angustiada su aprendiz.

—¡¿Ah?! ¡¿A quién llamas "copia descarada"?! ¡por supuesto, acepto!—el hombre de ojos ardientes como el metal a altas temperaturas tomó otra rama gruesa, la rompió y se lanzó hacia nosotros, haciendo el mismo movimiento que Long, pero con gran genialidad.

Bloody Roar: revolution of ZoanthropesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora