Puedes quebrarte en mi hombro

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ʏᴜɢᴏ ᴏʜɢᴀᴍɪ

—¡Dios, sé quién es...! el problema es que no puedo contactarla, aunque sí sé quién puede hacerlo.

Estrellé mi puño contra la palma de mi otra mano cuando tuve esa idea. Alice seguía volteada hacia mí, en una posición bastante incómoda solo para verme, entonces sintió un escalofrío, su piel se erizó y yo me angustié.

—Alice, ¿qué tienes? ¿es tu instinto de supervivencia?—la rodeé con cuidado por la espalda y me puse frente a ella, Alice se levantó rápidamente muy nerviosa.

—Oh, no, Yugo... solo tengo un poco de frío.

Me sonrió con timidez y posó su mano delicada en su pecho. Me percaté de lo cerca que estábamos y me alejé dando tres pasos, ella estaba colorada, miré hacia las ventanas y ví que estaban abiertas totalmente.

—Oh, ¡que tonto soy! déjame cerrar las ventanas...

Corrí hasta ellas, las cortinas se agitaban con la brisa nocturna, Alice volvió a sentarse con cuidado, abrazándose con sus dos brazos para disminuir el frío.

—Ya las he cerrado, ¿no tienes muy poca ropa, Alice? no puedo creer que tengas que trabajar con ese traje, tan incómodo.

—Uh, b-bueno sí, es bastante corto... me preocupa a veces, algunos pacientes se me quedan mirando, me pone nerviosa.

Le puse mi chaqueta, ella abrió sus ojos púrpuras y se sonrojó más. Yo no me daba cuenta de lo que hacia, solo quería ser amable.

La brisa nuevamente entró.

—¿Qué mierda...? ¡¿cómo es posible?! ¡la acabo de cerrar, maldita sea... debió ser otro mapache!

Me dirigí a la ventana muy irritado, con ambos puños preparados, entonces me tomó por detrás y con su antebrazo me apretó el cuello.

—Me alegra verte...

—«¡Esa voz, ya la he escuchado antes!»—.

—Yugo, shhh, ¿estás solo?

—No.

Ni siquiera moví un músculo, pues parecía estar muy dispuesta a romperme el cuello.

—¿Qué es lo que deseas, bruja?

—Yugo, ¿quién es tu acompañante ahora?

—Una mujer, no está relacionada con esto, ¡déjala en paz!

—Bien, bien, no voy a lastimarla, pero sí necesito verla.

La misteriosa mujer me liberó y andando por mi casa encontró a Alice de espaldas, viendo las estadísticas en la computadora.

—Oh no, el cpu se recalentó otra vez...

—Vaya, vaya, Alice Nonomura.

La chica de coletas se impresionó, no tardó ni siquiera un segundo en voltearse toda.

—Eres la mujer de anoche...

Ella entrecerró sus ojos, con un gesto de odio profundo. Yo interviene. Los ojos de Alice ardían en furia.

—¡Alice, ella es la mujer que nos puede ayudar a encontrar a la rastreadora!

—¡¿Yugo, la conoces?!—exclamó indignada.

—Sí... por supuesto, aunque... extraña mujer, ¿podría saber tu nombre? al menos para tener una forma de llamarte.

—Jenny. Es todo, no sabrás nada más de mí. Sé que estás pensando en preguntarme sobre aquella joven, la hija de Gado.

Bloody Roar: revolution of ZoanthropesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora