Llamame

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Sostengo sobre mis manos aquel aparato. Un teléfono móvil. Por muy común que parezca se me hace todo un mundo desde que estoy aquí.

Sin querer recuerdo la vida que he dejado atrás. Mi casa, mis cosas que seguirán en el mismo lugar. Seguro que aquel vaso que siempre olvido sobre mí escritorio me estará echando de menos.

Pienso en mi trabajo. En si alguien habrá preguntado por mi, o me habrá extrañado. Me gusta pensar que si. Que por lo menos lo habrá hecho la señora mayor de secretaria que aprovecha los descansos para quejarse de su vida conmigo.

Le doy otra vuelta al teléfono y enciendo la pantalla. No tiene contraseña y a penas ninguna aplicación más de las imprescindibles. Las ocho y media de la noche, marca el reloj.

Patrick me lo ha dado, que a su vez me lo manda Eric. Una mezcla muy extraña de hombres dispuestos a sacarme de aquí. Pero por otro lado no puedo dejar de pensar que pasará si el plan termina fracasando.

Me quedan menos de dos meses, que parece una eternidad teniendo en cuenta todo lo que ha pasado solo en uno. ¿Qué pasará si nos pillan?

Como poco temo que esos sociopatas nos secuestren para siempre, si es que no deciden matarnos y acabar con el problema.

Pero ¿soy capaz de aguantar el tiempo que me queda?

Sin quererlo recuerdo aquellos ojos verdes. Mi misión de fingir que no ha pasado nada se puso en práctica mucho antes de lo que esperaba al encontrarmelo esta mañana en la cocina.

El recuerdo de lo que habíamos hecho quería hacerme explotar y, sinceramente, aún no entiendo como pude contener el sonrojo. Pero lo hice, pagándole con la misma mirada de indiferencia que él suele dar a todos.

Si tan solo no fuese tan extremadamente sexy... No sería tan complicado. Pero a veces mi cerebro me juega esas malas pasadas recordando aquel maldito beso.

Una última vuelta y recuerdo el plan que Patrick tantas veces me ha recordado. Debía llamar yo a Eric. Una llamada corta para guardar los teléfonos. A partir de ahí todo serían mensajes de texto, cortos y borrables, con indicaciones precisas.

Y yo aquí, indecisa. Soy una estúpida.

Vale. Ya he dado suficientes rodeos. Debo llamar a mi mejor amigo y eso voy a hacer.

- ¡No me refutes, niña!

La voz me hace saltar en mi sitio, asustada ante la idea de que ya me hayan pillado. Sin pensarlo y en un solo movimiento guardo el teléfono móvil bajo la almohada y me quedo quieta como una estatua.

Sin embargo solo necesito unos segundos para darme cuenta de que no es a mi a la que gritan entre susurros. La voz viene del pasillo.

- Pero... Regina.

Lo siguiente es un golpe, rápido y certero, que enseguida reconozco como el de una bofetada. Silencio. Uno que me hace dudar de que las protagonistas sigan en el pasillo. De nuevo mi imprudencia me obliga a averiguarlo. Sobre todo porque he reconocido la voz de la estricta jefa de limpieza.

Me olvidó por completo del teléfono y parece que de mi propia seguridad y camino con los pies descalzos sobre las frías baldosas. Entreabro la puerta de mi dormitorio con el corazón a mil y el cuidado de no hacer ningún ruido.

No me hace falta afilar mucho la vista, a pesar de que ya oscurece, porque en seguida reconozco las ropas oscuras y posición estirada de aquella vieja.

- He dicho que le avises. Y lo harás si no quieres pasar el resto de tu vida limpiando la cocina.

En ese momento la chica a su lado parece recapacitar y baja la mirada, sumisa, sin volver a refutarla.

En primer lugar yo no me habría atrevido. Algo en sus ojos me da mala espina. Como aquella anciana bibliotecaria de monstruos university que tantas pesadillas me dio en mi infancia.

Un silencio sepulcral se instaura en aquel pasillo poco iluminado durante unos segundos. Tengo miedo hasta de que se escuche mi propia respiración, demasiado consciente de cada uno de mis latidos.

- Llámale y dile que tengo información. Información urgente.- Le apresura mi jefa con un pequeño empujón y gesto enfadado.- Y recuerda ser discreta.

La chica solo asiente una última vez y la veo correr hacia mi con prisa, o más bien correr hacia las escaleras. La reconozco, o creo hacerlo, de aquel grupo de chicas que me tiraron el barreño de agua.

Demasiado cerca de mi puerta no me queda de otra que cerrar con prisa.

El sonido del engranaje al cerrar me alerta, suficientemente alto como para que hayan podido darse cuenta de mi espionaje. Sin embargo pasan los segundos, yo recostada contra la puerta de mi dormitorio esperando a que esa bruja llame, pero no llega.

Me permito suspirar con alivio cuando me doy cuenta de que estoy a salvo y solo entonces vuelvo a recordar la llamada que debo y que ya no puedo retrasar más.

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Hola!

Siento estar siendo menos constante y si hay alguna pequeña falta en el texto.

Estos días no tengo ordenador y debo escribir desde el teléfono. Me lleva más tiempo y es más incómodo.

De todas formas la novela continúa ;)

¿Tenéis alguna idea, teoría o petición?

Os escucho <3

Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora