Labios De Melocotón

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Sus labios, creo haberlos saboreado antes. Su piel, se me hace extremadamente conocida a la vez que fascinante. Como si ya me supiese de memoria aquel mapa de pecas y a la vez tuviese mil más por descubrir.

El calor se extiende entre nosotros, la fina capa de sudor y las respiraciones desacompasadas. A pesar de la poca luz puedo vernos ahí, en aquella cama y nada más. Nosotros y nada más.

Yo sobre ella. Es tan pequeña que la rodeo. Mis manos y las suyas entrelazadas sobre su cabeza, evitando que se escape.

Mierda. No se que ha pasado pero solo se que estoy loco por aquella figura. Sus anchas caderas contra las mías. Las ganas que me invaden de lamer su cuello, de inundarla. Sobre todo cuando jadea contra mi oído. Un gemido tan bajo y dulce que me eriza la piel y juraría que me podría venir en un segundo.

Me duele. Me duele la espera, la necesidad de poseerla, el ansias de hacerlo mil veces más. Necesito todo de ella.

- Nico... Nicola.

Joder, mujer. La necesidad con la que me llama suena como el cielo en su boca. No dudo en probar otro de sus besos con ansias. Mi boca calienta la suya y muerdo su labio inferior sin prisa, tocando su cuerpo desnudo y perdiéndome en su intimidad.

Me siento tan apretado. Se que no tardaré mucho en venirme, y deseo hacerlo una y otra vez toda la noche.

Aquella mujer huele a melocotón, pero ese champú... yo ya lo olido antes.

- Al... Alex- Mi voz suena irreconocible cuando la veo ahí. Con las pupilas dilatadas, el pelo exparcido por mi almohada y los labios gastados de mí. Míos.

- ¡Alexa!

Me lavanto de golpe. Mi corazón aporrea contra mi pecho sin descanso. Sudo.

Pero, cuando me siento más hubicado, no queda nada de aquel sueño caliente. Estoy en mi habitación, está anocheciendo. No está, no me queda nada más de aquel delicioso delirio que una dolorosa erección.

Maldita seas, Alexa. ¿Que mierda me estás haciendo?

Si hubiese estado más atento, tal vez me habría dado cuenta de la luz que se cuela desde el baño. O de la figura que sale de ella, envuelta en una toalla.

A la mierda los sueños húmedos, cuando puedo invocarlos y tener una realidad húmeda. Muy húmeda. Como el pelo castaño de la chica que parece recién lavado y las pequeñas gotas perdiendose de su cuello entre sus pechos haciendo un camino tortuoso.

No se en que momento estoy tan entrenido en su cuerpo que no me doy cuenta de que ella se ha fijado en mí.

-  ¡Nicola!

No reacciono a tiempo cuando se lanza contra mí. El abrazo inesperado eriza mi piel. El sueño reciente de como me la cogía y el hecho de que esté en toalla, me hace temer que mi cuerpo me delate.

- ¡Estás vivo!

Su dulce voz me molesta. O más bien lo que produce. Parezco un puberto y no el mismísimo jefe de la Mafia cuando ella me toca. Como si su burjería fuese capáz de desrrumbar todas mis barreras. Porque eso es. Una Strega.

La reciente herida me duele un poco bajo su peso, pero claramente no tanto como la primera vez que desperté. Podría estar muerto, y en cambio aquí estoy. Lejos del cielo pero tocando uno.

- Nunca esperé que tu precisamente estuvieses contenta por eso.- Suelto con sarcasmo.- Debió de encantarse ese beso. Pero he de advertirte que no repito dos veces, cariño.

No se por que solté semejante mierda. Aunque no es la pirmera vez que lo hago, casi como si quisiese deshacerme siempre de ella.

Sin embargo, y aunque espero su ceño fruncido, ríe. La risa más hermosa que escuchado nunca y ya yo estoy seguro de que me estoy volviendo loco. Loco por ella.

- ¡Te he salvado la vida! Relajate un poco y regalame un gracias.- Sonríe contagiandome el gesto.

Nos quedamos así un segundo. En silencio, demasiado cerca y sobre mi cama. Sus hombros al aire me invitan a besarlos, al igual que sus carnosos labios. Estoy seguro de que si se acerca tan solo un poco más podrá sentir mi arma apuntarla, y no precisamente la de metal.

Solo necesito un segundo más, y se que ella también cuando mira mis labios del mismo modo que lo hago yo.

- Sobre el beso...- Su voz susurrante me hace prestarla de nuevo atención.- No deberíamos... Está mal.

"Todo yo estoy mal." Me gustaría contestarle. "Mal desde que apareciste en mi vida."

Pero no puedo ser tan patético. Los sentimientos parecen querer salir de mi sin permiso. Ella tiene razón. Está mal, muy mal.

- Si.- Concuerdo con voz ronca.

No tardo en acercarme un poco más. Su respiración se mezcla con la mía y fogonazos de aquel sueño vuelven a mí. Su caliente aliento contra el mío es delicioso. Ella entera es deliciosa. Esos ojos inocentes a los que quiero enseñar mi infierno y que me lleve a su cielo.

¡Por Dios! Está desnuda sobre mí. No puedo detenerme ni aunque quiera.

- No deberíamos.- Una sonrísa ladina surca mis labios cuando la veo tan perdida, tan lista para caer.- Pero podríamso fingir que no ha pasado. Tan solo dos meses.

- ¿Dos meses? 

Alexa parece pensar mi oferta, pero no se ha separado ni un centímetro, y yo espero impaciente a que acepte. Por mi propio bien. Eso necesito. Sacarmela de la cabeza, quitarme las ganas.

Solo me hace falta un pequeño asentimiento. Un pequeño movimiento de cabeza para lanzarme contra su boca de melocotón sin ningún tipo de control. Acabando con todo a mi paso y decidido a saciarme de ella.

Es cierto. No deberíamos.

Porque cuando vuelvo a probar sus labios... Cuando siento la dulzura de ellos y lo caliente de mi lengua en su boca, dejándome recorrerla, comprendo que no es cosa de una vez.

Que he encontrado una nueva droga de la que depender. Que he encontrado, sin lugar a dudas, a mi Donna.

Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora