El Topo

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No ahora. Ahora no es buen momento para lidiar con aquel personaje. Me apetece noquear a ese drogadicto de un solo golpe, pero el arma que me apunta me lo impide.

- Déjanos ir, Eric. No seas idiota.- Mi voz suena grabe y me acerco un paso más.

Sin embargo, endereza la pistola apuntándome directamente a la cabeza y haciéndome parar de golpe.

- Ahora si te sabes mi nombre, ¿cierto?- No puedo pasar por alto el dolor y rencor en su voz, aunque me importe una mierda.- ¿Se lo sacaste a Alex mientras le comías el coco con tus ideas criminales?

- No. Mientras le comía la boca.

No me da tiempo a reaccionar cuando dispara, sin embargo su mala puntería y que seguramente sea la primera vez que sostiene un arma me salva la vida. Aunque nos agachemos no hace falta pues impacta al otro lado del salón.

- ¿Estás drogado?

Eric me va a contestar cuando Mauro interrumpe, poniéndose entre los dos y obligándome a apartar la mirada de él.

- Parad los dos. Resolvamos esto con la palabra.- Por primera vez estoy de acuerdo, solo porque tengo que salir de aquí lo antes posible.- Todos aquí queremos lo mismo.

- No lo creo.- Suelta con burla el rubio.- Solo si quieres devolverme a Alexa. Terminar su deuda.

Me obligo a respirar un par de veces y relajarme antes de intentar hacerle entrar en razón.

- Aunque quisiera, que no va a pasar, sería imposible si no me dejas irme ahora mismo.

El agarre sobre la pistola se afloja y me permito dar otro paso hacia él. Solo necesito un poco más y lo desarmo de un solo movimiento.

- La Donna ha sido secuestrada. Debemos ir ahora mismo o tal vez no lleguemos a tiempo.- Mauro explica ante su gesto de confesión.- Es muy importante que...

- ¡Que no os mováis, joder!- Reacciona de nuevo al ver que Mauro se mueve hacia la puerta.

- ¡Alexa va a morir por tu culpa entonces! ¿¡Es que no te entra en tu cabeza llena de anfetaminas!?

- ¡No le grites!- Me advierte Mauro viendo que está a punto de disparar de nuevo.

Se que mantenerme callado sería lo más inteligente pero he perdido toda la paciencia. Cada sengundo podría ser uno menos que le quede a Alexa. Un segundo más que ese cerdo tiene para poner sus asquerosas manos sobre ella.

La impotencia de no poder protegerla, yo, que tengo los recursos casi ilimitados de la mafia, me está matando.

- Mira.- Me masajeo la cabeza cuando siento de nuevo el dolor en mi sien.- Se que no soy santo de tu devoción, y tu el mío tampoco, pero ahora mismo estoy perdiendo a Alexa.

- Unete a nosotros.- La propuesta de Mauro nos sorprende a ambos.

No me parece una buena idea. Posiblemente esté drogado y solo sería un lastre. Pero parece ser lo único que me va a dejar irme a recuperar a mi mujer.

******************************

Me lanzo fuera del coche incluso antes de que Mauro frene por completo. Cargo mi pistola y escondo el afilado cuchillo en el módulo de soporte en mi panorrilla. Mi socio y el idiota del mejor amigo de Alexa me siguen en seguida dos pasos más atrás. 

De la otra furgoneta bajan otros cinco soldados armados hasta los dientes. Mis hombres están atentos a mis ordenes que no tardan en llegar. Con un pequeño gesto de cabeza los divido en dos grupos, el primero se adelanta con sigilo hacia el almacén.

Es tan solo un pequeño edificio de chapa, frío y algo oxidado, que utilizábamos para guardar parte de los materiales que luego veníamos. Está tan alejado de las carreteras convencionales que nadie lo encontraría por accidente.

No tardan en entrar derribando la puerta delantera, yo y mis dos compañeros nos dirigimos a la puerta trasera para rodear el edificio. Gritos y disparos se escuchan en el interior, para cuando entró todo se ha convertido en una sangrienta batalla.

Aún no han eliminado a todos, pues los cobardes se esconden tras viejas cajas, pero no tardarán en caer, o eso deseo.

Yo no voy a preocuparme por ello. Ese idiota no tiene más de una docena de seguidores, por mucho que quiera revelarse ante mí debería de haberse organizado un poco más.

No es tan fácil matar a un demonio.

- ¡Cuidado!- Mi mejor amigo se lleva por delante a un enemigo de un solo balazo en la cabeza cuando este apuntaba a Eric.

"¿Que importa que maten al dorgadicto?" Me apetece decir. Pero se que es importante para Alexa, por mucha rabia que me de, y que debo mantenerlo con vida.

- Es allí.- Es todo lo que digo señalando no muy lejos una pequeña habitación al fondo que hacía la función de despacho.- Vamos.

No tardo en entrar a la fuerza, dejando a mis hombres atrás y deseando encontrarla. Mi corazón aporrea contra mi pecho deseoso de verla, de saber que está bien. Ese sentimiento no se me hace incomodo, ya no, pues he descubierto su verdadero significado.

- Un paso más y la mato.

Mis ojos tardan en acostumbrarse a la oscuridad de la habitación, pero no me gusta lo que veo cuando por fin puedo distinguir las figuras.

Cruzo miradas con ella, con esos ojos desesperados que me piden ayuda. No dice nada, ninguno lo hace, pero el agarre sobre su nuca y la pistola apuntado su sien debe dolerle y estoy deseando cobrarmelo.

- Dejala en paz, George.- Mi voz suena seria y tenebrosa.- Querías hablar conmigo y aquí me tienes.

- Prefiero tenerla a mi lado. Me dispararás en cuanto me tengas a tiro.

Una sonrisa surca mi rostro, una de esas que te erizan la piel y reflejan todo el mal que una persona puede albergar en su corazón.

- Ahí te equivocas.- Puedo ver el temor reflejado en su rostro durante un segundo y eso me divierte.- Desearás que solo te pegue un tiro. Me rogarás durante horas.

-¡Alex!- El rubio idiota da un paso hacia ella haciendo que el arma se pegue más a la cabeza de mi chica, sin embargo no me cuesta detenerle agarrando su brazo con fuerza.

- ¡Que la mato!- Grita George seguido de un sollozo de la castaña que parece desconsolada y en shock.

Mi mandibula se aprieta rechinando los dientes y juro estar a un segundo de lanzarme contra él, pero tiene la vida de Alexa en sus manos. De momento...

- La Mafia necesita alguien mejor que tú, Nicola D'Arezzo.- Las palabras de George son escupidas con odio pero no me afectan, lo único que lo hace es el dolor de mi Donna.

- ¿Y quien debería sustituirme? ¿Alguien como tú?

- Tu padre confió en mí.- Dice con orgullo.- Él no quería dejarle el puesto a alguien tan ridículo y flojo. Tan nenaza como tu.

Que hable de mi padre como si fuese un heroe hace que mi sangre hierva.

- Vas a ver lo que esta nenaza es capaz de hacer.

Y es una amenaza, una que pienso cumplir en cuanto su culo cobarde se aleje más de cinco centímetros de mi chica.

No tardo en apuntarlo. Mauro, a mi lado, también saca el arma decidido. Supongo que Eric también lo hace, formando un total de tres, aunque no se si sería menos peligroso que no disparara, vista su puntería.

- Somos tres y tu eres uno.- Mauro como siempre trata de ser la voz de la razón.- Será más sencillo si nos devuelves a la chica. Estás en desventaja.

- Yo no diría tanto.

Y justo entonces, por la puerta entra otra persona. Siento su arma apuntarme en la nuca, así que no me muevo. Le doy la espalda pero, sea quien sea, es hombre muerto. En cuanto pueda...

Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora