Infierno

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Lo que no sabía yo es que esta se convertiría en la peor semana de mi vida.

Hoy es el día ocho desde que aquel hombre, que creí que sería mi verdugo, se marchó de la mansión. Ocho días desde que George tiene carta blanca para hacer lo que quiera con la Mafia, y con todos los que estamos en ella.

Y se ha notado.

Creí que las cosas aquí no podían empeorar, pero estaba muy equivocada.

Me planto frente al pequeño espejo de mi baño con los ojos cerrados. Me da miedo mirar, y encontrarme con mi penoso reflejo que solo me recuerda lo que he dejado de ser. Suspiro antes de abrirlos.

Mi piel está pálida, sin haber visto el sol en demasiado tiempo. Mi pelo está más revuelto, maltratado y tengo la sensación de que ya no brilla. Sin embargo, no es eso lo que me preocupa.

Con cuidado, mis dedos recorren aquellas manchas verdes y moradas sobre mis brazos. Algunos de esos moratones hasta tienen la forma de esos asquerosos dedos.

Una y otra y otra vez. George y sus hombres más cercanos parecen no poder dejarme en paz.

Aún recuerdo como conseguí escaparme por los pelos. En cuento sentí su aliento sobre mí, le siguieron las arcadas. Por suerte, y por desgracia, pues su ira a caído sobre mí desde entonces, reaccioné a tiempo. No debería haberlo hecho, pero le escupí en el rostro, con asco, con rabia.

No puedo borrar de mi mente su rostro rojo del enojo y su mandíbula, bajo esa barba asquerosa, apretada con fuerza. Pero me soltó de inmediato y conseguí huir, aunque comprendí a las malas que es algo que no me va a perdonar nunca.

Me coloco la camisa tratando de no rozar mis heridas y suspiro una vez más antes de salir del dormitorio. Algunas de las que también limpian me miran con lástima mientras me dirijo a mi piso. Recorro el largo pasillo que ya tan bien me conozco y termino frente a la puerta de uno de los tantos salones comunes.

No me hace falta ser muy inteligente para saber qué es lo que me espera.

Por lo menos debería de haberlo intuido. Pero ya es tarde cuando alguien tira de mí hacia dentro de aquella estancia haciéndome gritar de la impresión.

Las risas no tardan en llegar y, algo desesperada, miro a mi alrededor. A aquellos hombres tatuados y con dientes grisáceos por el tabaco que se burlan del susto de muerte y del miedo que comienza a generarme la situación.

Son demasiados, tal vez cerca de siete, y me rodean sin dejarme salida en una esquina de aquel salón decorado con cuadros y decoraciones que parecen costosas. George los dirige, con esa sonrisa sádica que tanto me perturba. Mire a donde mire no hay un hueco en el que salir.

El primer empujón no tarda en llegar.

- ¿A dónde crees que vas?

Consigo estabilizarme justo a tiempo apoyándome en una estantería a mi espalda. Con suerte nada se cae. Al mismo tiempo, no puedo evitar retar a aquel abusón con la mirada. Respondiéndole con cierto desdén.

- A trabajar.

Finjo seguridad cuando hablo, aunque es solo eso, una mentira.

- No lo creo.- Mi respuesta no parece agradarle, sacando de nuevo ese tono burlón. Pero lo que verdaderamente me preocupa es cuando da otro paso hacia mí, acortando la distancia.- ¿Verdad chicos?

Los hombres asienten sin perderme de vista y comienzo agobiarme cuando George me agarra del brazo, de nuevo sin respetar mi espacio personal.

- No creo que limpiar sea un verdadero trabajo.

- Dijo el mafioso.

Mi ironía me cuesta cara. De nuevo ese hombre tira de mí. Los cuerpos se acorralar a mi alrededor como fieras enfurecidas. Ya no hay rastro de burla en sus rostros. Sólo enfado renovado.

Su agarre sobre mis antiguas heridas me escuece más de lo que estoy dispuesta a mostrar.

- Ingrata.

Esta vez no reaccionó a tiempo. A penas veo su mano volar hacia mi rostro. Su puño impacta tan fuerte que durante unas milésimas de segundos no comprendo bien lo sucedido.

Tal vez es la mirada curiosa del resto, que me hacen sentir que todos se ciernen sobre mí como diablos.

Es demasiado tarde. Siento el retroceso por el golpe y esta vez no puedo evitar caerme contra aquella balda llena de decoraciones.

Puedo verlo a cámara lenta. Lo veo tambalear peligrosamente. Caer.

EL jarrón hace un ruido horrible al chocar con el frío suelo. Sus dibujos japoneses en tonos azules se convierten en una lluvia de cerámica.

De una forma u otra yo caigo tras él. Mis manos en el suelo para detener la caída terminan sobra aquellos trozos puntiagudos del jarrón.

"Me matarán." Es lo primero que pienso. "George y su gente me matarán."

Pero, cuando creía que mi vida no podía empeorar, en el peor momento escucho esa voz. Una que por desgracia reconocería en cualquier lado y que me hace encogerme en mi lugar.

Ahora. De todos los momentos inoportunos, justo ahora ha tenido que volver.

- ¿Se puede saber que pasa aquí?

Si pensé que George me mataría, estaba muy equivocada. Nicola lo hará.

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Hola a todos!

Perdón no haber actualizado estos dos días :( Estaba muy ocupada con los exámenes y me ha sido imposible.

Pero ya tengo pensados los próximos capítulos... Y ya no falta nada para el verdadero salseo ;)

Muchas gracias por la paciencia <3


Tu DeudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora