Capítulo 5

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Christoph

Cuando los soldados se llevaron a mi esposa y a mi hija enloqueci, la impotencia que sentí en ese momento no se compara a ninguna experiencia que haya vivido antes, el no poder hacer nada en el momento para impedir que me arrebataran a mis chicas, me dolía el corazón de solo pensar en ellas, en el frío que deben de estar pasando, el hambre y los malos tratos. Pero sabía que eran fuertes y eso me daba esperanzas de poder reencontrarme con mi querida esposa e hija. Después de que el camión con los soldados se fuera, el capitán no me dejó otra opción más que aceptar la oferta del rey Alph.

—Lo siento tanto padre... no pensé que esto podría terminar así... —las palabras de carlo salían con dificultad debido a los fuertes sollozos que daba.

—Hijo no tienes por que sentirte culpable, como podrías saber siquiera que una historia tan insignificante podría llegar a oídos del rey, ni mucho menos tienes la culpa de que el rey se haya creído esa estúpida historia. Si hay un culpable aquí soy yo, debí tomar más precauciones o hacer algo más para que no se llevaran a tu madre y a tu hermana.

―Yo solo quería vender el estúpido joyero, no quería que mi madre y mi hermana estuvieran en esta situación. — sigue llorando.

―Carlos, eso no importa ahora, lo importante en este momento es buscar la forma de conseguir lo que el rey Alph nos ha pedido, o no volveremos a ver a tu madre y a Aria.

—Tienes razón, tenemos que encontrar la forma de entrar al castillo de GlasHeim y...

― No, tengo, por que solo yo me encargare de eso, tú irás detrás del rastro que han dejado los soldados. ― lo interrumpo para dar a conocer el plan que tengo en mente.

—Tu iras detrás de los soldados, para saber donde se han llevado a tu madre y a tu hermana, pero no hagas nada, solo observa y luego vuelves a contarme que has descubierto. Mientras yo me encargo de GlasHeim. Carlos asiente con la cabeza y ambos nos ponemos en marcha.

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Aria

Nos han traído una especie de puré de papás aguado, es gris y sabe horrible, mi estómago ruge del hambre que tengo, meto una cucharada tras otra a mi boca y me presiono la nariz para no sentir el sabor desabrido.

Mi mente vuela a los ojos grises que se escabulleron a través del desierto luego de tratar de liberarnos a julia a mi madre y a mi, el soldado que me dio de beber y luego intentó liberarnos, ¿Qué será de él? ¿estará bien o lo habrán encontrado? y si lo encontraron de seguro fue castigado. El soldado era muy alto, tenía la tez blanca y cabello oscuro que contrastaba con su piel, y esos ojos que nunca antes había visto un color tan intenso como los de él.

― De aquí ¿Quién es la hija del famoso mercader? ― grita un soldado entrando por el pasillo de los calabozos.

―Yo... —respondo tímidamente, con miedo a lo que pueda suceder.

―Levántate, deprisa el rey te espera. ― me toma fuertemente del brazo y me guía empujones arriba, pasamos de pasillos de pura piedra y fríos a pasillos más cálidos y limpios. Al principio trate de memorizar el camino, pero esto era un verdadero laberinto, demasiados pasillos y mi mente no estaba funcionando al 100%, me sentía débil, deshidratada y muy cansada.

―¡Pasen! — escucho como el rey ordena del otro lado de la enorme puerta en la que estamos esperando. Pasamos y el rey Alph nos queda mirando fijamente, hace una seña con su mano para que el guardia se retire.

―¿Cual es tu nombre?

—Aria señor...

―Su majestad, se dice su majestad. — interrumpe una señora ceñuda que se encuentra al lado izquierdo del rey en una esquina.

La Hija del MercaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora