Escucho una voz gritando mi nombre:
-¡Abigail!¡Abigail despierta!
Es mi madre, la reina Priscilla.Habitualmente me suele despertar mi doncella particular, pero hoy es un día algo diferente.
Me levanto y me doy una ducha fría. Acto seguido Liliana, mi doncella, me recoge mi cabellera negra en una coleta despreocupada con ondas. Me gusta llevar el cabello suelto, pero al tenerlo por debajo de las caderas es incómodo. Me coloco unos zapatos de tacón dorados y unos pendientes del mismo color terminados en una perla. Por último entro en un vestido blanco y dorado con escote palabra de honor, mangas cortas abullonadas y tela translúcida colgante.
-Hoy vas a conocer al soldado que se te ha asignado de la guardia real —me informa mi madre mientras vamos caminando al jardín de la planta baja.
-Sigo sin entender por qué necesito uno —le contesto.
-Abigail, dentro de poco serás mayor de edad y sucederá tu coronación a reina. Toda reina necesita protección, pero además necesita compañía. Vayas dónde vayas, el soldado que se te asigne irá contigo asegurándose que cumplas con tus obligaciones reales.
-Sabes que siempre cumplo con mis obligaciones —digo poniendome delante de ella haciendo que pare de caminar.— ¿Seguirá nuestro trato en pie después de la coronación?
-Seguirá en pie mientras mantengas las condiciones.Seguimos caminando hasta el jardín.
Vivimos en el Palacio del centro de la ciudad. Consta de 6 plantas, dónde la baja es sólo una recepción con unas enormes escaleras que dan a la primera, en la que están todas las salas importantes, como la sala de bailes o el comedor entre otras muchas. Los demás pisos sólo tienen habitaciones, la mía está en la sexta, arriba del todo al final del pasillo, y la de mi madre está en la segunda. Al salir hay un gran jardín rodeando un lago, toda la estancia está protegida por unas altas murallas.
Cuando llegamos, el soldado jefe de la guardia real está acompañado de un joven de unos veinte años.
-Majestades —dice el jefe mientras nos hace una reverencia. —Este es Evander Lawton, el protector de la próxima reina —nos informa antes de señalar a su acompañante y este hacer una reverencia.
-Lawton —repite mi madre. —Tu familia lleva siglos trabajando aquí, lamento lo de tu padre.
-Gracias Majestad —responde el chico.
Es un muchacho alto, con una cabellera rubia que le cae sobre la cara. Tiene los ojos verdes y combinan a la perfección con el resto del jardín. Sus facciones están muy marcadas y tiene unos labios rojizos carnosos. Va vestido con un traje diferente al de la guardia, este es entero negro con una capa hasta el suelo, no deja ver nada de su cuerpo excepto la punta de sus dedos y su cabeza. A sus costados lleva una gran espada y algunas armas más.
-Así que tú vas a estar pegado a mí el resto de mis días —digo extendiendo la mano para estrecharla con la de él.
-Exacto Majestad —me confirma antes de juntar nuestras palmas.
Mi madre me da una mirada de desaprobación y después de hablar un poco más nos vamos las dos hacia mi lugar preferido del jardín, el huerto de narcisos.
-Abigail, este chico va a acompañarte durante toda tu vida, o al menos la de él, ¿podrías comportarte y no meterle en líos? ya ha pasado mucho tiempo de aquello, deberías superarlo para ser una buena reina.
-Acepté ser la reina con unas condiciones mamá, el trato sigue en pie y no tengo interés ninguno en romperlo. No voy a hacerle nada a ese chico, no si se comporta con su futura reina.
-Ay, mi niña —dice sosteniéndome la cara con sus dos manos.— Nunca llegarás a ser la reina que este sitio merece.
Escuchar eso me hace sentir una presión en el pecho, aunque no me sorprende ya que mi madre nunca ha creído en mí, al fin y al cabo es reina antes que nada.
Ella se va hacia un carruaje que la lleva fuera de las murallas. Yo en cambio voy hasta la cocina para ver qué habrá hoy en el almuerzo.
Al llegar a la puerta me encuentro otra vez con el chico.
-Majestad.
-Lawton.
Camino hacia dentro dónde los cocineros trabajan, pero al caminar escucho unos pasos tras mí, como si alguien estuviese siguiéndome. Doy la vuelta hasta dónde proviene el sonido y es mi soldado.
-Lawton, ¿me estás siguiendo?
-Así es Majestad, debo protegerla en cualquier momento.
-Pero estoy en el Palacio, pensaba que sólo me seguirías afuera de las puertas de este, como lo hace el guardián de mi madre.
-Son las instrucciones que se me han dado Majestad.
No es justo, ninguna reina ha sido perseguida por su guardián dentro de palacio a no ser que hubiese un baile o algún evento. Esto solo podía ser cosa de mi madre, para tenerme controlada.
Salgo de ahí enfadada y me dirijo hacia mi habitación, él va tras mí, planta por planta.
-Lawton.
-¿Qué ocurre Majestad?
-¿También vas a seguirme dentro de mi habitación?
-Yo no le sigo Majestad, cuido de usted, pero respondiendo a su pregunta, solo tengo permitido entrar a su habitación si escucho algo fuera de lo usual.
-Que bien, al menos puedo tener algo de intimidad aquí —le digo irónica.
Entro a mis aposentos y él se queda en la puerta, firme como una roca, con esa expresión seria en su cara que no ha cambiado en toda la mañana, cierro la puerta y me dejo caer en la cama. <<No lo soporto, no quiero que un hombre violento capaz de ingresar en un ejército me persiga hasta que muera, no lo quiero en este palacio>> Quizás mi madre tenía razón y nunca llegaré a ser una buena reina.
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El Trato Real
RomanceEsta es una breve historia sobre dos enamorados que tuvieron un final trágico debido a las normas de la realeza.