CAPÍTULO 4....................La pesadilla

2 1 0
                                    


-A todos y a todas, la nueva y joven Princesa, Abigail Driscoll. La princesa más joven hasta ahora, con solo 6 años de edad.
Escucho aplausos, veo sonrisas, siento protección… y de repente…
-¡Jamás me quitarás el trono pequeña! —es el Rey Lucienne, mi padre.
Se me acerca corriendo y me agarra de un brazo arrastrándome hasta uno de los ventanales de la sala del trono.
-¡Priscilla, si no das a luz a un varón juro que tiraré a tu niña querida!
Cierro los ojos, aceptando mi destino, sabiendo que moriré aquí mismo. Entonces alguien entre la multitud dispara a mi padre en la cabeza y siento como su mano se aparta de mí.
Está muerto, el Rey Lucienne está muerto.

Entonces me despierto de golpe dando gritos como si el disparo hubiera sido a mí. Es de madrugada. La cama está húmeda del sudor, este aún está cayendo por mi frente. No puedo parar de gritar, y ahí es cuando Lawton entra.
-¡Majestad!¿Qué ocurre Majestad?
-¡Está aquí, el Rey está aquí! —grito entre ríos de lágrimas.
De repente siento como unos brazos me rodean con tanta fuerza y calor que mis lágrimas y gritos cesan. Es él, Lawton me ha abrazado. Estamos un rato pegados hasta que recobro mi compostura.
-Lo siento —digo separándome de él lentamente.
-¿Qué sientes?
-Haberte asustado.
Nos quedamos mirándonos a los ojos fijamente hasta que él se levanta de la cama para salir. Esos ojos verdes, con las pequeñas motas oscuras en su iris brillante… aún lleva la flor…
-¡Espera Evander! —exclamo mientras le tiro del brazo.— ¿Puedes quedarte?
Veo cómo su rostro se ilumina y sonrie.
-Claro, me quedo.
Procedo a recostarme hacia arriba dejándole un hueco a él para que también lo haga. Una vez tumbados, me hace una pregunta:
-¿Por qué has pensado que tu padre estaba aquí?
-Tengo pesadillas, no todas las noches, solo algunas, pero mientras más se acerca la coronación, son más frecuentes —digo.— Son sobre aquel día, más que un sueño es un recuerdo, el peor de todos, porque en el sueño está cada detalle de lo que pasó.
-Siento que tuvieras que vivir eso siendo tan pequeña, nadie lo merece.
Entonces siento como su mano se acerca a la mía e inconscientemente se la entrelazo. Nos miramos de nuevo a los ojos.
-Me gusta que sea así, sin formalidades, sin posturas rectas o expresiones regias —confieso.— Hablándonos como iguales.
-Pero no lo somos —me responde mientras su expresión se vuelve triste.
-No —le sigo, también con la expresión triste.
-Creo que deberías dormir Majestad.
-Deja lo de Majestad para el público, estamos solos, llámame Abi.
-Hasta mañana Abi —dice con una gran sonrisa.
-Hasta mañana Evan.
Cierro los ojos y noto como nuestras manos se separan, se levanta de la cama y vuelve a su puesto.

La siguiente semana estoy muy acompañada por mi madre y Lili, así que no tengo tiempo para hablar con Evan. Cruzamos algunas miradas y palabras varias, pero no como el domingo en la noche.
El lunes en la mañana, después de que Lili me ayudase a vestirme, salí al pasillo y vi a Evan con un narciso amarillo amarrado a su uniforme.
El resto de días llevaba un narciso diferente cada mañana, tal y como le dije.

.

Al fin es sábado, el día del baile, el día en que no puedo ver a nadie hasta la noche, a nadie excepto a Evan. Esto es una tradición real, el día del baile antes de alguna coronación nadie puede ver al futuro rey o a la futura reina, en este caso. La única persona que tiene permitido estar es la figura protectora, es decir, Evan. Esa persona se encargará de que todo esté correcto para el baile, este es como una introducción del próximo reinado.
Cuando me despierto son las ocho de la mañana, la hora perfecta del desayuno, pero recuerdo que no puedo bajar, así que no sé cómo comeré. Al no tener que ver a nadie hasta la noche, he decidido quedarme en pijama hasta la tarde que vaya a darme un baño de burbujas.
Mi vestuario de dormir consiste en una coleta baja despeinada, ir descalza y llevar un largo camisón celeste de manga corta, aunque cuando salgo de la cama me gusta ponerme una gran bata negra translúcida, que en todos sus extremos tiene cosida una boa de pelo.
Salgo de la cama para ir al baño y escucho como alguien llama a la puerta, <<será una doncella trayendo el desayuno>> pienso.
-¿Majestad? Traigo la comida —escucho desde el otro lado.
Entonces abro la puerta y veo a Evan. Una gran sonrisa se forma en mi cara.
-Muy buenos días Evan —le digo una vez está dentro y he cerrado la puerta.
-Si me lo permites, estás preciosa —me dice.
-Gracias —le respondo girándome hacia la comida intentando ocultar mi sonrojo.
-Fruta recién extraída del jardín y zumo de naranja natural —me informa después de que haya levantado la tapa de una de las dos bandejas del carrito de la comida.
-¿Y aquí? —pregunto señalando la otra bandeja aún tapada.
-Algo que me he tomado la libertad de coger.
Levanto la segunda tapa y me encuentro una magdalena de chocolate decorada con flores y topping de estrellas.
Miro a Evan a los ojos y sonrio, después agarro la magdalena y la parto por la mitad.
-¿Has desayunado? —le pregunto ofreciéndole una de las mitades.
-No, yo no tengo permitido desayunar —me confiesa agarrando mi ofrenda y dándole un bocado.
-¿Y entonces cuando comes?
-Sólo cuando estás acompañada y no hace falta mi protección.
Y ahí es cuando me hago consciente que Evan lleva una semana detrás de mí cada minuto del día, solo se ha separado de mi menos veces que dedos en las manos.
-Lo siento —digo sinceramente.— el Señor Golfder me ha dicho que debo renovar algunas normas en palacio, que eso es lo que se hace cada vez que un nuevo rey se corona.
Evan hace una expresión confundida.
-Lo que quiero decir es que voy a quitar la norma de que se deba comer en el comedor con estrictos horarios. A partir de mañana comeré en mi habitación, desayuno, almuerzo y cena. Y tú los compartirás conmigo.
Su expresión cambia a sorpresa y una sonrisa deja ver su hermosa dentadura.
-No es necesario que lo hagas.
-Pero yo mando, ¿verdad? —digo sarcástica dando un paso hacia él.
-Gracias Abi —me responde dando también un paso hacia mí.
-¿Por qué no te quedas hoy en mi habitación hasta que tengamos que ir al baile? —le ofrezco a la vez que sujeto una de sus manos.
-Es el mejor plan que podrían ofrecerme —responde moviendo su mirada de un ojo a otro y después hacia mis labios.
Nos quedamos los dos mirándonos a los labios por unos segundos, unos interminables segundos en los que nada más que nosotros había en esa habitación.
Entonces escucho una voz en mi cabeza recordándome el trato que tengo con mi madre y doy un paso atrás.
-Lo siento, no pretendo buscarte problemas —se disculpa Evan sinceramente.
-No te preocupes, no es culpa tuya.

El Trato RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora