CAPÍTULO 6....................El regalo

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Elio Conti, Príncipe de Italia. A sus 32 años ha dejado hijos por todo el país, aunque su padre se ha encargado de que nada de esa información salga a la luz fuera de las posiciones reales. Es un hombre engreído con el ego más alto que su palacio. Siempre va en traje negro con corbata y zapatos blancos, con el pelo siempre intacto y la barba perfilada. Tiene una mirada color café que te juzga sin parar o te mira con perversión.

Cuando al fin lo dejo atrás, una chica pelirroja se me acerca, lleva un vestido celeste a juego con sus ojos y una copa de Champagne en la mano.
-Enhorabuena Majestad —dice mientras hace una reverencia.—soy Marie Alaoui, Reina de Marruecos.
-Gracias, encantada de conocerle Majestad —le respondo haciendo también una reverencia.
-Me gustaría hablar con usted sobre mi hermano, Malik Alaoui —empieza a informarme.— él es un chico encantador, cumplió hace medio mes quince años, ya es todo un hombre.
Eso me sorprende y se hace muy notorio en mi expresión.
-Majestad, agradezco no sabe cuánto que haya contado conmigo para estar con su hermano, pero yo ya estoy prometida —miento.
-Oh, lo siento, no pretendía ofenderle, yo no lo sabía.
-No, no me ofende, esto es algo que madre y yo mantenemos en secreto ya que nuestra boda será dentro de algunos años.
-Pues entonces mi labor aquí ha terminado, me alegro de su compromiso, mantendré el secreto.
Le agradezco de nuevo y se va. No puedo terminar de creerme que me haya intentado prometer con un niño de quince años, es horrible.

Después de muchas presentaciones e intentos de compromisos más, es lo hora de bailar.
Empiezo bailando con el viejo Rey ruso y voy pasando de compañero cada canción. Es precioso bailar con todas estas personas importantes, pero no son tan importante para mí como él… la persona que está en la puerta, al que no he podido quitar el ojo de encima en toda la noche.
Cuando termina la gran cena me voy a mi habitación para descansar para mañana.
Alguien toca la puerta.
-Adelante.
Estoy ya en ropa de dormir, sentada en un borde de la cama repitiendo los acontecimientos del día.
-Buenas noches preciosa —dice Evan después de cerrar la puerta.
Mi boca forma una gran sonrisa.
-Me alegro de hablar contigo al fin —confieso.
-Me debes un baile Abigail Driscoll —añade en tono de gracia.
-La próxima vez no me contendré tanto Evander Lawton —respondo yo también en el mismo tono. Entonces veo que tiene un brazo escondido detrás de su cuerpo.— ¿Qué tienes ahí Evan?
-Son más de las doce —me informa pretendiendo que me de cuenta de algo.— ya es domingo.
Entonces saca el brazo y tiene una caja en la mano.
Lo miro sin entenderle y cojo la caja. Al abrirla, encuentro una fina cadena de oro con una medalla redonda.
-Feliz cumpleaños.
<<Claro, mi cumpleaños>> pienso, <<no lo recordaba>>...
La cojo en mis dedos y la acerco a la luz de la mesilla para verla mejor, tiene un narciso grabado en la medalla.
-¿Te ayudo a ponertela? —me pregunta esperando a que diga algo.
Asiento con la cabeza y mientras me ayuda las lágrimas recorren mi rostro.
-Gracias Evan, no sabes cuánto significa esto.
-Espero que lo mismo que significa para mí.
Me acerco a él y lo rodeo con mis brazos.
-Gracias por presentarte a la elección para ser mi guardián —confieso susurrándole al oído, aún abrazándolo.
Nos quedamos así, unos minutos en silencio, los dos juntos.
-Tienes que descansar para mañana —me recuerda.
-Hasta mañana Evan.
-Hasta mañana mi Reina.

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Toda la mañana vistiéndome, como si fuera tan complicado, “Todo tiene que estar perfecto, sin ningún error” mi madre no para de repetir la misma frase cada dos minutos y yo estoy de los nervios porque no he visto a Evan en toda la mañana.
Llevo un vestido blanco, con mangas y capa rojas, con los acabados de las mangas de pelo blanco y bordados dorados por toda la prenda. Los tacones son de oro, pesan muchísimo, al igual que los pendientes. Tengo un recogido alto con algunos mechones  sueltos ondulados. Por último, llevo unos guantes blancos que ocultan mis manos y la pulsera de Evan.
Mi madre en cambio va de morado, un brillante vestido ceñido terminado en un gran vuelo y mangas largas. Lleva unas plateadas joyas enormes, además de la corona que se usó en su coronación.

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Cuando llega la hora del evento, bajo a la sala de baile, dónde están todos los invitados.
“A todos y a todas, la nueva Reina, Abigail Driscoll. Coronada el día que cumple su mayoría de edad.”
<<Ya está, ya soy Reina>> pienso.

El resto del día es muy aburrido, saludos a todo el mundo, dando las gracias por las felicitaciones… pero sigo sin ver a Evan…
En el momento del baile, que es la última parte del evento, salgo de la habitación después de decir que voy al baño. Recorro todo Palacio para buscarle, la biblioteca, mi habitación, la cocina… entonces solo queda un lugar, me dirijo al jardín de narcisos.
-Buenas noches caballero, ¿no debería estar en el baile? —digo bromeando.
-¿Para qué? la persona con la que quiero bailar no está allí —me confiesa acercándose a mí.
-La música se escucha desde aquí —añado queriendo bailar con él.
Me tiende una mano y añade:
-Majestad, ¿me concede este baile?
-Nada me haría más ilusión ahora mismo —respondo posicionándome para bailar.— un narciso rojo —digo mirándole el lugar del uniforme dónde siempre tiene su flor.
-Espero que no te moleste que lo haya teñido, quería ir a juego.
-Es precioso.
Bailamos algunas canciones y cuando se acerca la hora a la que los invitados deben irse, él me acompaña a mi habitación.
-Cierra la puerta —le digo.
-Pero tengo que estar fuera.
-Quédate, sólo esta noche, por favor.
No habría hecho esto si no estuviera planeado dejar de hablarle el resto de mis días.
Me estoy enamorando, pero no puedo estar con él y no estoy dispuesta a arriesgarme y tener que tener los hijos de algún anciano. Va a ser duro dejar de hablarle, pero esta noche debe ser la última en la que nos llevemos así.
Nos tumbamos en la cama después de cambiarme, él se ha quitado la armadura. Me acurruco con él y, mientras más tiempo pasa, más ganas de estar con él tengo.
-Abi, no se qué es lo que está pasando entre nosotros, pero se que estás rompiendo alguna de las condiciones de tu madre. No pretendo buscarte ningún problema…
Antes que termine la oración pego mis labios a los suyos. Su boca me acoge cálidamente, sus labios se abren y cierran junto a los míos mientras me agarra la cabeza con fuerza, yo deslizo mi mano por su pecho desnudo y nuestras lenguas se encuentran. Pasados unos minutos nos separamos un poco la recobrar el aliento y nos miramos fijamente.
-Lo siento —pienso en voz alta sin darme cuenta.
-¿Por qué? —pregunta confundido.
-Nada, déjalo —desvío sabiendo que siento tener que dejarle ir.
Y después de algunos besos más, los dos caemos dormidos.

El Trato RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora