Quizás

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Una vez delante de la casa, alta, desviada en lugares aleatorios, se arrepintió de haber ido. ¿Cómo se había dejado llevar como una chiquilla?

Empezaron a temblarle las manos. Había ido allí porque la familia de Charlie ya estaba bajo peligro por su relación con Harry Potter, pero, ¿era realmente una excusa valida?

"Oh, ya están de mierda hasta el cuello, un poco más o va a hacer daño". Era terriblemente estúpida.

-  No te preocupes, la casa no se te caerá encima.

 -  Creo que venir aquí ha sido un error – respondió, haciendo caso omiso a su broma − no tendría que haberme dejado llevar. No tendría que haber venido.

Charlie dejó de mirar hacia la casa, exasperado, y puso sus manos a cada lado de los finos hombros. En otro momento, Brooke se hubiese fijado en cómo de ridícula era la comparación del tamaño de las manos de Charlie y sus hombros. Pero en aquel momento, solo quería quitarse sus manos de encima y correr, como siempre hacía.

-  Ya hemos hablado de esto. Además, mis padres ya saben que vienes. Ya no puedes escapar.

-  No lo entiendes. Estás poniendo a tu familia bajo un riesgo totalmente innecesario. No pasa nada por no conocerlos, mientras...

-   ¡Charlie! ¡Oh, y tú debes ser Brooke! ¡Rápido, entrad en casa, está a punto de ponerse a llover! − gritó alguien desde una de las ventanas inferiores.

 -   Ups, creo que ya no hay mucho que puedas hacer ahora. Y... no te creas que me he olvidado de ese "mientras...." − imitó su voz −pero eso es algo de lo que hablaremos más tarde, de vuelta en Rumanía.

Una vez estuvo casi en la puerta, fue cuando Brooke se puso nerviosa. ¿Cómo debería de saludar a sus padres? ¿Un apretón de manos? demasiado formal. ¿Un abrazo? Quizás demasiada confianza.

La señora Weasley resolvió su dilema adelantándose y dándole un abrazo una vez entró en la casa, donde la envolvió un olor a comida recién hecha. Su estómago rugió, haciéndose oír.

Charlie soltó una carcajada, al igual que su padre, lo que lo detuvo en medio de su saludo.

    - Pasad al comedor de inmediato. Vosotros dos y vuestro trabajo, estoy segura de que ni siquiera os acordáis de comer en condiciones.

Brooke odiaba cocinar, y raramente lo hacía, pero sencillamente sonrió y siguió a Charlie. No creía que aquello ayudase a relajar a la mujer, que seguía quejándose sobre sus supuestos hábitos alimenticios.

Una vez en la cocina, lo primero que vio Brooke fueron numerosas cabezas pelirrojas. Muchas. Sabía que eran siete hermanos, pero no que todos ellos eran pelirrojos. Aquello la hizo sonreír, aunque algo nerviosamente. Tampoco es que hubiese esperado tener que conocer a toda la familia en un solo día.

Y también sabía que uno de los hermanos, Percy, no estaría allí.

    - ¡Hola! − dijeron casi todos a la vez.

  -  Al fin Charlie trae una chica a casa, creeríamos que moriría solo. O quizás con una dragona, pero, ¿te imaginas? − dijo uno de los gemelos mirando al otro − ¿qué saldría de eso?

  - Alto, alto, alto − replicó Charlie − además, ¿cuándo has traído TÚ una chica a casa, Fred? Además Brooke y yo no...

  - La cosa es que yo sé cómo no espantar a las chicas − le interrumpió −si vemos a Brooke de nuevo va a ser increíble.

  - Que por cierto − dijo el otro gemelo enseguida, George, al parecer, ya que llevaba una venda en la cabeza − antes de que te vayas, si tienes una hermana, no dudes en darme su dirección.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Brooke.

  - No, no tengo hermanas - sonó seca, mucho más de lo que debería. Tragó saliva.

  - No sé si Chaglie te ha dicho ya gue me caso esta semana, el viegnes − habló la única cabeza rubia de la habitación, aunque, en realidad, aquel cabello era casi blanco − y pogsupuesto, estas invitagda.

La chica que hablaba era indudablemente hermosa, demasiado para ser completamente humana. Y la había salvado de un incómodo momento.

Pero, aquello de estar invitada a una boda, era algo que necesitaba arreglar. Anular. Evadir.

¡Por Merlín! Si hubiese sabido lo de la boda no hubiese acudido a la casa de ninguna manera. Ahora sería mucho más difícil de arreglar, y aún más con Charlie sabiendo sus horarios de trabajo...

 - No, Charlie se habrá olvidado de mencionar ese detalle.

Lo miró, sabiendo que en definitiva, no se había olvidado de aquello. Ahora estaba realmente enfadada. ¿En qué estaba pensando Charlie para hacerle aquella encerrona? ¿No había sido suficiente clara con el "corréis peligro"?

 - Pero, lo siento, ni siquiera tendré tiempo de encontrar algo decente que ponerme, o pedir libre en el trabajo, y tenemos un dragón que ha llegado nuevo esta semana y... − había empezado a hablar muy rápido, atropellando sus propias palabras.

  - Eres casi tan alta como Fleur, cariño, por eso no te preocupes − dijo Molly, totalmente ajena a su angustia.

  - Además, yo ya he pedido libre en el trabajo. Para ambos.

La respuesta de Brooke fue de nuevo interrumpida por la llegada de un muchacho al comedor, que se restregaba los ojos por debajo de las gafas redondas.

 - Lo siento mucho, me había acostado solo por cinco minutos y...

 - Esos han debido de ser los cinco minutos más largos de la historia − comentó uno de los gemelos.

 - No te preocupes, Harry. Brooke tan solo acaba de llegar.

 - Hola − saludó Brooke, mientras trataba de imaginar cómo aquel chico iba a derrotar a Voldemort. Amodorrado, con el pelo revuelto, parecía terriblemente joven, inexperto, inocente.

Se sintió mal por él ya que posiblemente no llegaría a la edad adulta.

 - Hola, encantado de conocerte.

Brooke contestó un rápido "igualmente" y se dispuso a comer. Tenía demasiadas cosas en las que pensar. Podría ponerse enferma ese día. Podría incluso hechizarse a sí misma. Quizás con unas cuantas pústulas por aquí y por allá...

 - No trates de buscar excusas − susurró Charlie − no hay manera de que puedas escapar de los Weasley.

 - El que va a tener que escapar eres tú. Vamos a hablar, y muy seriamente, de esto.

Aunque no lo hubiese querido así, disfrutó increíblemente de la velada. Los gemelos eran imposibles de callar, Hermione no dejaba de hacerle preguntas sobre la escuela mágica de Estados Unidos, y parecía ávida por saber. Cada persona sentada en aquella mesa era diferente − incluso los gemelos− y única.

Y quizás Brooke iba a llevar la ruina a aquella familia.

Eres como un dragón, Charlie WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora