Las Hermanas

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A Brooke nunca le había gustado el calor lo cual era ciertamente irónico, considerando su trabajo. Y el calor tropical era pesado y húmedo, provocando que se sintiese sucia y pegajosa en cuanto ponía un pie fuera. El sonido de multitud de pájaros tanto no-mágicos como mágicos ensordecían cualquier otro tipo de sonido.

Había pasado los últimos tres días dentro de la escuela ya que cada vez que salía se sentía mareada y aturdida debido al calor y el ruido. Al menos en el interior y gracias a unos cuantos hechizos, toda la infraestructura de Castelobruxo estaba protegida del asfixiante calor.

Charlie tampoco había aprovechado demasiado el tiempo y la diversidad de criaturas que ofrecía Castelobruxo. En cambio, se había pasado aquellos días leyéndole a Brooke los libros más interesantes sobre fauna mágica de Latinoamérica hasta que ambos se quedaban dormidos, tratando de mantenerla entretenida en su oscuridad.

Ahora ambos aguardaban en una habitación enorme, ocupada de momento sólo por ellos dos. Brooke jugueteaba nerviosamente con un trozo de papel entre las manos, que Charlie le había leído hace algunas horas.

Tenemos algunas opciones que barajar.

Reunión a las siete.

Faltaban quince minutos y el corazón llevaba al menos media hora latiéndole como un pequeño snidget* estresado.

—No quiero que te hagas demasiadas ilusiones—susurró Brooke—. No hay garantías, y ese "algunas opciones" no me ha sonado demasiado bien.

—¿Estás intentando convencerte a ti misma o a mí?

Brooke refunfuñó algo inteligible (y seguramente poco amable) y siguió jugueteando con el pequeño trozo de pergamino los quince minutos restantes, tratando de no reprocharle a Charlie que hiciese demasiado ruido yendo de una esquina a otra de la estancia... por no hablar de que se había chocado al menos tres veces con la misma silla.

Y él no tenía la excusa de tener dos ojos inútiles.

Todos los magos llegaron a las siete en punto lo cual ambos agradecieron enormemente. Un minuto más a solas en aquella habitación, y con total seguridad hubiesen empezado a volar sillas. Y, desde luego, no habían venido con las manos vacías. La mesa quedó repleta de pociones y pergaminos con hechizos. La habitación se llenó de diferentes olores a cada cual más desagradable. A los pocos minutos el  respirar se había convertido en algo tedioso causa de los vapores que rezumaban de los frascos llenas de pociones de diferentes colores y texturas.

También dejaron un cubo de madera vacío al lado de Brooke, ya que daban por sentado que muchas de ellas no serían especialmente amables con el paladar y el estómago.

—Bien, Brooke. Te voy a ser sincera. No tenemos ninguna certeza de que algo de todo esto vaya a funcionar. De hecho, no podemos saber si no te hará peor —hizo una pausa al ver la expresión de Brooke —. Sí, peor. Quizás te causemos nuevos dolores, o te embotemos el resto de los sentidos. La verdad...es que no tenemos certeza sobre nada.

La habitación quedó durante unos segundos en silencio; sólo escuchándose el burbujeo de las pócimas y el latir de su propio corazón.

—No me queda mucho que perder, así que adelante.

No tardó mucho en arrepentirse de aquellas palabras.

A la décima prueba, Brooke estaba empapada en sudor, temblando y con ganas de vomitar. Lágrimas de sangre caían de sus ojos todavía ciegos, las venas de su cuerpo se habían tornado de un color oscuro ya tres pociones atrás.

Charlie miraba desde una esquina con el ceño fruncido y los puños firmemente apretados. Llevaba una hora sin decir nada, sabiendo que Brooke seguiría hasta agotar todas las opciones posibles, pero le estaba costando quedarse en aquella habitación viéndola sufrir.

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2020 ⏰

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Eres como un dragón, Charlie WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora