Castelobruxo

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Charlie recorría la forma piramidal de aquel edificio tan curioso en dirección al despacho de la directora de Castelobruxo.

Todo estaba decorado con ricos colores, oro, rojos fuertes que tenían un brillo intenso bajo las antorchas (también de base dorada) que iluminaban la escuela.

Brooke le había contado maravillas sobre aquel lugar, todo lo que había aprendido. Él no se había podido permitir el intercambio en sus épocas de estudiante, y no había tenido aquella oportunidad.

Ambos tenían la misma edad. Se imaginó conociendo allí a una joven Brooke. ¿Se habrían llevado bien? ¿O no se habrían fijado en absoluto el uno en el otro? Siendo tan jóvenes, ¿podrían incluso haberse llevado mal?

Llegaron al despacho, que estaba situado en el pico de la pirámide. Allí se encontraba la directora: Una mujer madura, pero más joven de lo que era habitual para el puesto de directora en un colegio de magia, que era un puesto de excepcional importancia y estatus. Era una mujer hermosa, con una larga cabellera rizada, negra, en la que comenzaban a verse algunas hebras plateadas. Su tono de piel era tostado, uniforme.

—Bienvenidos a Castelobruxo—Como Joao, tenía un fuerte acento brasileño, pero su inglés era claro y seguro—. Me han explicado ya las razones de vuestra visita, y todos en mi escuela estaremos más que dispuestos a ayudar a quien ha luchado contra un mal tan grande... y ha perdido por el camino. Y más aún cuando he sido tu profesora, Brooke. Todavía recuerdo tu afinidad e intuición con las criaturas... aunque desde luego las plantas no eran lo tuyo.

Brooke sonrió de una manera sincera después de mucho tiempo y le contestó vacilante en portugués, manteniendo una pequeña conversación con ella.

—He organizado una reunión—dijo, volviendo al inglés—. Vendrán todos los profesores, nuestro personal sanitario y algunos especialistas de diferentes ámbitos que se han interesado mucho por tu caso, y estarán encantados de ayudarte. Joao, abre la puerta por favor.

Con un gesto de varita, hizo aparecer una mesa amplia, con unas varias sillas, también doradas, que se colocaron sin hacer el más mínimo ruido. Personas de diferentes edades, complexiones, etnias, comenzaron a entrar en la sala, todos mirando fijamente a Brooke, descansando largamente la mirada en sus ojos blancos. Charlie se preguntó si Brooke podría notar todas aquellas miradas puestas en ella. Por cómo se tensaba, supuso que sí, o que al menos imaginaba que aquello era justamente lo que estaban haciendo.

Tal y como había dicho la directora, allí había profesionales de diferentes sectores. Había un experto en maldiciones, un experto en plantas curativas, el profesorado y personal sanitario, un hombre que se había pasado toda su vida estudiando a los kasemea... y así hasta llegar a veinte personas, que dejaban a un lado momentáneamente sus obligaciones para ayudar a quien había defendido un país, y había hecho desaparecer una gran amenaza de otro.

—Antes de nada, quería dar las gracias al colegio y a todos vosotros por venir aquí a intentar ayudarme. Y aunque al final no resulte posible, siempre os estaré tremendamente agradecida.

Hubo un murmullo de aceptación de sus agradecimientos. Y así, comenzó la reunión. Uno por uno, fueron haciéndole preguntas a Brooke: ¿La ceguera había sido inmediata o había llegado paulatinamente? ¿Y la desaparición del iris y pupila? ¿Habían probado con la planta hermen?—Sí, lo habían probado—fueron alrededor de unas cinco horas de un gran flujo de preguntas y respuestas, de teorías, de sugerir cosas que a veces eran directamente rechazadas, otras eran apuntadas para meditar sobre ello.

Una vez la reunión hubo finalizado, convocaron la reunión para dentro de tres días. Charlie no sabía si sugerirle a Brooke volver a la Madriguera, pero su respuesta, probablemente, sería que, si tanto quería irse, que lo hiciese. La miró. Tenía el ceño fruncido y se frotaba las sienes mientras la habitación se iba vaciando. Era demasiada información, demasiadas opciones. Cosas que podrían funcionar, quizás. Algunas iniciativas eran tan "fáciles" como preparar una poción o realizar un conjuro, otras tenían un mayor riesgo.

—Charlie, iré fuera unos minutos a tomar el aire, necesito despejarme. Tú ve a descansar. ¿Sabes dónde está tu habitación verdad?

No, no lo sabía.

—Claro, no te preocupes —no tardes mucho, quería añadir, pero no lo hizo—. Ve tranquila.

Cuando Brooke volvió a su habitación ya estaba amaneciendo. Aunque Brooke aquello no podía saberlo. Charlie pensó que quizás ella pensaba que de verdad había pasado poco tiempo y no toda una noche. Tenía que ser una sensación de desconcierto enorme no saber si era de noche, de día, si el cielo estaba nublado, si brillaba el sol.

Cuando escuchó cómo se cerraba la puerta de la habitación de Brooke y escuchó el chirrido de su cama, Charlie también se dispuso a dormir.

Eres como un dragón, Charlie WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora