Boda burdeos

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La túnica, dorada, se ceñía demasiado a su cuerpo. Fleur tenía cuerpo para lucirla, pero Brooke no tenía esa suerte. Aquel vestido no estaba hecho para las chicas más delgadas en la parte de arriba.

Además, las cicatrices de sus antebrazos estaban a la vista. Siempre se aseguraba de llevar manga larga, incluso en verano, y, aunque aquella túnica fuese de manga larga, ambas estaban abiertas en los antebrazos, enseñando con mucha claridad las marcas.

Hacía mucho tiempo ya que las cicatrices habían dejado de molestar a Brooke, al menos estéticamente, pero sabía que había personas a las que les desagradaba.

Si hubiese dispuesto de más tiempo, podría haber creado una ilusión de piel lisa, pero había estado más preocupada en otras cosas —como Charlie— como para haber llegado a pensar siquiera en cómo serían las mangas del dichoso vestido.

Y además, tampoco era del tipo que pide ayuda cuando la necesita. Así que suspiró y apartó la mirada del espejo, aceptando que iba a atraer más miradas de las deseadas.

Se llevó la mano al pelo con intención de mordisquear la punta de la trenza, y solo se frenó cuando recordó que Molly había estado horas (vale, quizás media hora) cuidando y preparando su pelo, a pesar de las quejas constantes de Brooke sobre aquella inmensa pérdida de tiempo.

Igualmente no es que fuese a verse mejor, así que se dio por vencida y siguió el sonido de las risas de Charlie, que procedían del jardín, donde la boda tomaría lugar.

Cuando salió, recibió numerosas miradas inquisitivas. Se estarían preguntando quién era aquella chica llena de cicatrices que no habían visto nunca. Allí todos parecían conocerse, y hasta la familia de Fleur no parecía sentirse —demasiado—incómoda.

Al ver a Charlie, frenó en seco; jamás lo había visto con ropa que no estuviesen al menos ligeramente quemadas. Ropa informal con agujeros aquí o allá, y con sus inseparables botas protectoras. Brooke siempre le regañaba por no llevar el traje protector al completo, pero él siempre se jactaba de que no le hacía ninguna falta.

Con la ropa que solía llevar tenía un aire despreocupado, familiar, cercano...pero aquello era definitivamente diferente. Sus hombros y pecho parecían aún más anchos y fuertes, sus piernas más largas.

Un escalofrío, sin razón aparente, le recorrió la espalda.

Hasta podría decirse que iba... ¿elegante? ¿Charlie? Aquello era pasarse. Una pequeña llama se encendió en su pecho, animándola a sonreír, pero esta se apagó en seguida en cuando recordó lo que había venido a hacer.
Una ráfaga de viento la había apagado, dejándola de nuevo a oscuras.

Quizás él no quería que viniese. Molly se lo había desmentido, pero no es que la señora Weasley supiese cómo le había hablado a su hijo.

Quizá se lo hubiese podido explicar de otra manera. Quizás lo mejor hubiese sido no explicárselo. Lo que sí era seguro era que lo mejor hubiese sido no desaparecer así después de haberlo soltado casi todo.

—¿Cómo se te ha ocurrido hacerme esto, Charlie? ¿Qué crees que van a pensar ahora de mí cuando no aparezca en la boda? ¿Cómo has podido ser tan jodidamente inconsciente? ¿¡En algún momento te ha dado la sensación de que estaba bromeando!?

—Relájate, Brooke— no se había inmutado, y aquello la había enfurecido aún más—.Creo que deberías relajarte—repitió—. Luego hablaremos sobre esto como las personas maduras que somos. Creo que tienes que explicarm...

—NO ME DIGAS QUE ME RELAJE, CHARLES. Ve y pregúntale a tu padre cómo de jodido sería que las mafias muggles italiana, rusa y...y ¡cualquier otra! fuesen a por ti al mismo, y luego dime si quieres tener a TU familia cerca de eso, para que así puedan terminar como la MÍA— estaba temblando violentamente— No Charlie, ¡cállate! y además ¡ mi nombre NI SIQUIERA ES BROOKE!

Eres como un dragón, Charlie WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora