San Mungo

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Sintió al dragón olisquear su cara, pero Brooke no sintió miedo. Había sido sincera en lo que le había dicho. Aquel no sería un mal final.
Escuchó como el dragón se retiraba, y sintió un súbito calor en los brazos, el rostro y el cuello. Y cuando cerró los ojos instintivamente, a pesar de que no veía nada de lo que sucedía, estaba tranquila.
El fuego de dragón apenas tardaría un par de segundos en reducirla a cenizas.
El calor se intensificó aún más. Un grito de dolor resonó en su cabeza, uno que no era suyo. Fueron tan solo unos instantes, y luego... absolutamente nada. El silencio de cuando ha pasado algo indescriptible y hasta la naturaleza decide guardar silencio.
Volvió a extender la mano, esta vez tocando lo que supuso que era el costado del dragón. Este soltó un pequeño gruñido y Brooke contuvo la respiración, pero nada sucedió. Notaba que le faltaban muchas de las escamas, demostrando que no había tenido una vida sencilla. El dragón la empujó con el morro, pegándola a su espalda. Extendiendo un poco más la mano, pudo tocar sus alas, y las membranas de ésta, desgarradas en algunos lugares.
Volvió a empujarla unas cuantas veces más y hasta resopló, casi como si se estuviese quejando de su estupidez.
Después de unos minutos con más empujones, creyó entender lo que el dragón quería, y trató de subir sobre él, soltando un quejido cuando sus rodillas magulladas rozaron las duras escamas del animal. El dragón le empujó de nuevo hacia su lomo, y Brooke trató de acomodarse como pudo, agarrándose fuertemente a su cuello.
Cuando este despegó, su estómago dio un vuelco. Podía sentir los músculos contrayéndose, el ruido del viento cuando batía sus alas. El dragón soltó un rugido, contento de estar de nuevo en el aire.
A Brooke no le importaba demasiado a donde pretendía llevarla el dragón, porque aquella sensación del aire contra su cara, de montar sobre un dragón, era lo más increíble y a la vez terrorífico que había vivido. Su cuerpo se sentía cada vez más pesado, su cabeza más ligera, y tuvo miedo de desmayarse en aquel momento. No sabía a qué altura estarían, no sobreviviría a la caída.
Si hubiese podido ver, habría visto como el dragón la llevaba hacia el castillo. Apenas tardó un minuto en llegar y aterrizar ante las puertas de Hogwarts, ignorando a aquellos humanos que chillaban.
El dragón podía oler su miedo, pero no el de la humana que tenía heridas en los ojos, como Él.
Aquella humana tenía muchas similitudes con Él. Humanos habían sido los causantes de su gran dolor, y no solo el reciente.
Brooke se deslizó desde uno de los costados, cayendo al suelo. El dragón volvió a olisquearle justo a la altura de sus ojos ciegos. Escuchó a gente gritar de nuevo, y le pareció absurdo. Estaba más que claro que la había ayudado y no tenía mínimo interés por el resto de ellos. Acarició de nuevo al animal, y sintió como el aire se revolvió a su alrededor cuando volvió a despegar.
  - ¡Es el dragón de Gringotts!
  - ¿Brooke? ¡BROOKE!
Y luego sin más, como si su cuerpo hubiese decidido que no necesitaba seguir en movimiento, se desmayó.

Cuando despertó, estaba terriblemente confusa. Nada le dolía, pero seguía sin poder ver.
Era horrible que, por mucho que intentase abrir los ojos, el mundo siguiese siendo infinitamente negro.
- ¿Brooke? ¿Brooke, estás despierta? ¡Mama, ve a avisar a alguien, por favor!
Unos pasos apresurados salieron de la habitación.
  - Sí – su garganta estaba completamente seca — ¿dónde estoy, Charlie? ¿Y tú, estás bien? ¿Tu familia? ¿Qué ha pasado? ¿Los mortífagos, los kasemea?
  - Hemos ganado Brooke, hemos ganado. El…resto de la familia estamos bien. Ahora mismo estamos en San Mungo.
Brooke volvió a recostarse, y creyó cerrar los ojos. Sintió como Charlie apoyaba con cuidado la parte superior de su cuerpo sobre ella, abrazándola.
- ¿Por qué sigo sin poder ver, entonces? ¿Y… el dragón que me llevó a Hogwarts?
- No han conseguido encontrar la causa de tu ceguera, y sin causa, es complicado encontrar algo que sirva. Lo siento, Brooke — escuchó como se le rompía la voz — quizás ahora que estás despierta, puedan hacer algo…
En aquel momento, se abrió la puerta, y dos pares de pies entraron en la habitación.
Brooke se pasó alrededor de una hora respondiendo preguntas que le parecieron del todo irrelevantes, y una vez terminaron, le llevaron algo para comer, que Brooke apenas probó.
Era demasiado inquietante notar la textura de los alimentos sin poder ver lo que una comía, y tener esperar a que Charlie le dijese qué era cada cosa. El olor a enfermedad del hospital tampoco le permitía percibir los aromas de la comida .
- Entonces, ¿el dragón?
- Era definitivamente el dragón de Gringotts, que Ron, Hermione y Harry liberaron.
Brooke sonrió un poco, y apretó su mano.
De repente, numerosas dudas la asaltaron como tratando de eliminar aquel ápice de felicidad: ¿Haría que Charlie pasase el resto de su vida cuidando de ella? ¿Qué sería de su vida ahora que no podía ver? ¿Y si el hechizo era tan poderoso que ningún mago podría quitárselo jamás?
Toda su vida se había reducido a cuidar de dragones, pero ahora era ella la que necesitaba ayuda. En aquel estado la idea de seguir cuidándolos era estúpida e imposible.
Brooke se soltó bruscamente de la mano de Charlie y pidió que todos abandonasen la habitación.

Eres como un dragón, Charlie WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora