03. Pequeños avances

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—Bueno, lo que quería decir

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Bueno, lo que quería decir...— Julieta comenzó a pensar en sus siguientes palabras, tanto que le costó trabajo recordar que John estaba ahí, en frente, y no era uno de esos sueños bien vividos y casi reales que solía tener.

Dios, no podía ni pensar al tenerlo tan cerca. Los ojos claros del inglés la miraron con atención, su pelo estaba un poco mojado después del entrenamiento y de la ducha. Su perfume le llegaba hasta la nariz y la hacía sentir un poco drogada en él. Tuvo algunos pensamientos poco sanos sobre el hombre; no era ningún secreto que la castaña estaba obsesionada con los tatuajes que John tenía, y a veces se preguntaba cómo sería verlo en cuero, sin ninguna camiseta encima. No supo cómo había llegado a tener esa clase de ideas, salvo que la combinación entre ducha y John Stones ocasionaba ese tipo de reacciones en su cerebro.

Necesitas calmarte, Julieta.

Para colmo, tampoco ayudaba a que él la estuviese tocando. Las manos de John seguían unidas a las suyas, tras haberse sentado nuevamente en su escritorio. No quería que la dejara de tocar, jamás. Era como si sus manos hubieran estado destinadas a sostener las suyas para el resto de su vida.

»No sé cómo decir esto sin darme vergüenza ajena.— admitió ella, entrecerrando sus ojos y volviendo a abrirlos. John seguía ahí, no se había ido.

—Puedes decírmelo, todo está bien, Juli. No tienes que avergonzarte de nada.

—Es que no sé cómo te lo vas a tomar.— ella expresó, teniendo demasiado miedo de admitir toda la verdad. Era como si su cerebro estuviese dividido en dos partes: una de ellas quería decirle la verdad, para terminar con esa eterna tortura por una buena vez, pero el otro, la parte más cobarde, le decía que todavía no era momento, y que lo mejor era esperar hasta que él le diera algún indicio de tener segundas intenciones con ella.

—No me lo voy a tomar a mal, tenlo por seguro. Nada de lo que digas me va a caer mal, bueno, excepto...— él se calló.

—¿Excepto qué?

Julieta paniqueó un poco, pensando en el peor escenario posible.

—Nada, olvídalo.

No era tan fácil pasar el tema por alto, ahora quería saber a qué se refería. Sin embargo, en ese momento, escucharon una tos falsa que interrumpió su declaración de amor. Los dos dejaron de verse mutuamente, para poner sus miradas en Jack Grealish, quien estaba parado frente a la puerta y los miraba a los dos con una sonrisa sospechosa. No sabía hace cuánto tiempo estaba ahí parado, pero por la manera en la que los miraba, sentía que había escuchado, al menos, toda esa última parte.

I Think He Knows ⋆ John StonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora