CAPÍTULO IV

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CAPÍTULO IV

MORGAN VON BUZTEN

Esto es peor y más profundo de lo que pensé.

No puedo ver nada porque mis ojos están vendados, pero sé que estamos bajo tierra, reconozco el olor y la humedad después de haber vivido en túneles por décadas con mi clan. Olfateo, intentando buscar el aroma de los seres que nos cruzamos al pasar: humanos, Vampiros convertidos, Purasangres. Lo que me confirma que en este grupo rebelde están involucradas casi todas las especies, lo que no entiendo es como Ethos terminó siendo su líder.

La mano que me sostiene del brazo me jala a un lado y después de adentrarnos en algún lugar me suelta. Mi silencio me permite evaluar la situación, escuchar y estar atenta para notar cualquier detalle. Ethos no ha querido escucharme en lo absoluto, así que intentar hacerle entender estar fuera de mis planes por ahora. Me desatan la venda y parpadeo, escaneando mis alrededores. Estoy en una celda, sus paredes de rocas grises y lo helado que está el ambiente apunta a que estamos al norte del Territorio sobrenatural... ¿Morten quizás?

El Purasangre que me ha traído aquí me observa por un rato y me tomo mi tiempo evaluando su uniforme azul y la insignia que porta: Una estrella de siete puntas en la parte frontal izquierda. Es la primera vez que veo algo así.

—¿De verdad eres tú? —pregunta, sus ojos oscuros fijos en mí.

No digo nada porque no tengo la energía para ello. Ojeo mis manos atadas frente a mí con la energía de Ethos y la línea que sube y me rodea el cuello. He sido encadenada por el único ser que puede hacerlo.

—¿De verdad alguien tan... frágil...? —El Purasangre luce confundido—. ¿Alguien como tú... hizo la Purificación?

Sonrío porque este tipo de suposiciones ya no me sorprenden. Sin importar cuanta armadura lleve o la magnitud de mi poder siempre habrán descerebrados como él, que me darán una sola mirada y asumirán que soy indefensa, frágil, etc.

—Libérame de estas cadenas y te mostraré lo frágil que soy.

Él bufa, se da la media vuelta y se va, no sin antes cerrar la celda.

Exhalo una gran bocanada de aire y me siento en el frío suelo, agotada. Las cadenas de Ethos me debilitan de una manera rápida. Sé que es cuestión de tiempo para que Nea informe a todos de lo que ha pasado y que se cree un caos en el reino, ¿podrán encontrarme? ¿He cometido un error? En la desesperación del momento, no me puse a pensar en lo que podría pasar. Si mi clan, o los otros Purificadores vienen aquí, todos estarán en peligro porque la única criatura capaz de eliminarnos como si nada está aquí. No puedo permitir que nada les pase, mi bienestar no está por encima de ellos, al contrario, haría cualquier cosa por mantenerlos a salvo.

Haría cualquier cosa por ti...

La voz de Shadow aparece en mi mente y arrugo las cejas porque muy pocas veces lo recuerdo por mi misma, casi siempre que él invade en mi mente es por que alguien más lo menciona. Supongo que he pensado en él por la similitud entre nuestra determinación por mantener a salvo a los seres que amamos.

Llega a mi mente la imagen de estar sentada sobre él, besándolo con pasión, y se me acorta la respiración. ¿Qué ha sido eso? ¿Un recuerdo? ¿Qué está pasando? La cabeza me palpita, una pequeña punzada cruza mi frente y es como si algo estuviera bloqueado.

Su cabello negro se ondeaba con el viento a un lado, sus ojos rojos brillaban con intensidad, fijos sobre mí. La palidez de su piel resaltaba entre el negro de su ropa: El Rey insurgente.

Parpadeo y me sostengo el pecho. Su mirada... es la primera vez que lo recuerdo y tiene un efecto en mí. Una extraña sensación de anhelo me recorre y la confusión solo crece.

Almas Perdidas III (La guerra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora