No me dejes!

50 2 0
                                    

Narra hablante lírico

En el momento que Leon y Renata salen de aquella vieja casa, todo era negro por la noche tan sombría que se avecinaba, dando lugar a muchos escalofríos por lo fría que era a la vez.

Leon la cargaba con fuerza, procurando de tampoco apretar mucho sus piernas para que no le doliera a ella.

Finalmente, bajaron de un pequeño cerro y se encontraron con el mismo infierno.

Ambos suspiraron, y Leon comenzó a correr en dirección hacia unos civiles que se encontraban luchando contra los caníbales.

-¡Policía! ¡Los ayudaré!- dijo Leon, sacando su pistola. Por esto soltó las piernas de Renata, agarrando con firmeza su arma.

En ese mismo momento, Renata rodeo sus piernas por su abdomen, sin querer caerse.

Leon jadeo ligeramente por esa acción, pero rápidamente se repuso y comenzó a disparar. Eran ruidosos, no dejaban de chillar y se movían de manera muy flexible.

-¿Policía? ¡Aquí! ¡Por favor!- Gritó una voz femenina cercana.

Leon rápidamente comenzó a correr en dirección a aquella voz, dándole lugar en una gasolinera.

Vio a una chica pelirroja en el suelo, tomándose el brazo que se supone que tenía una herida.

-¡Por favor! ¡Le prometo que no estoy infectada!- Volvió a gritar, pero más desesperada.

Rápidamente, Leon se acercó a ella.

-Mi nombre es Leon Kennedy! No te preocupes, te salvaré!- Dijo y con suavidad tomo a la chica en sus brazos. Era sorprendente como podía tener a Renata colgada a su espalda y a otra chica en sus brazos.

Nuevamente, comenzó a correr por las calles sangrientas y llenas de fuego de lo que alguna vez se llamo Raccoon city.

Estaba cansado, muy cansado, pero le importaba más el bien estar de estas dos chicas antes de el suyo.

Jadeaba pesadamente, sus pulmones ardían al respirar agitadamente todo ese aire tan congelado. Sus piernas comenzaron a temblar, dando lugar a las consecuencias de llevar a esas dos chicas.

Sin embargo, una de ellas se bajó.

-Leon, ya vete!- Grito... Renata...

León rápidamente volteo, muy confundido.

-¡Renata! ¡No hay tiempo! Vuelve a sub- Pero que mierda...

Detrás de el había una horda de caníbales hambrientos y deseosos por su carne.

-¡Ya vete! ¡Lleva a esa chica a un lugar seguro!- Afirmo nuevamente Renata, algo agitada.

Leon aún estaba en shock, pero lo único que pudo decir fue:

-¡No por favor! ¡Déjame protegerte!- Grito desesperado.

Renata sonrió bajo.

-¡Nos vemos en 20 minutos en aquella casa abandonada! ¿¡Si!? ¡Te prometo que no moriré!- Dijo Renata confiada.

Leon aún no podía creerlo, como dejaría a esta chica a su suerte. Además, el dolor de sus piernas aún no debe haber desaparecido por completo, lo mas probable es que ahora mismo internamente debe estar retorciéndose del dolor, sin embargo aun lograba mantenerse en pie, con miles de caníbales a su alrededor.

-¿¡Estas loca!? ¡Por favor vamos juntos!- Nuevamente exclamó león.

Los caníbales ya se aproximaban.

-¡Ya vete! ¡Cuida a esa chica!- Reafirmó Renata y le dio una última mirada a Leon.

-Cuídala como lo hiciste conmigo- Murmuró.

A Leon le consumió el pánico y al ver a los caníbales tan cerca solo atino a correr y correr, sin mirar atrás... Pero su pecho dolía al dejar a aquella mujer sola.

Renata distrajo a todos los caníbales, corriendo por pasillos de la ciudad.

Desde aquí, todo se vuelve confuso.

Narra Leon.

¿¡Que acabo de hacer!?, ¿¡Que acabo de hacer!? ¡Acabo de dejar sola a una mujer directamente a su muerte! Si tan solo la hubiera tomado a la fuerza, tal vez ahora... ¡No tendría un infierno!, ¡Soy un maldito!

Ya es tarde... Cómo siempre, llegaste tarde.

Mire a la chica en mis brazos, al parecer inconsciente...

Rápidamente, llegué a esa vieja casa, deje a la chica en el suelo y revise su herida. ¡Era terrible!, Muy profunda y debía detener la hemorragia como sea.

Me desespere, ya que mi conocimiento en medicina es casi nulo, solo lo mas básico que se es... Si tienes fiebre, ponte un paño húmedo en la frente.

Rápidamente me levanté y comencé a buscar en el lugar algo que me pudiera ayudar a hacer cualquier cosa para sanar o tratar la herida de esta chica. Mientras hacía eso, mi mente volvió a pensar es Renata... En el infierno que paso por mi debilidad y cobardía. Me arrepentía profundamente, ya que me prometí mantenerla a mi lado y protegerla... Pero no lo logré, deje que muriera y ahora yo tendré que pagar las consecuencias.

Encontré un tipo de paño, algodón y desinfectante.

Nuevamente, volví al lado de la chica y la mire con miedo.

Veamos.. Esto no puede ser tan difícil cierto? Cómo limpio esto... Con desinfectante no, le dolerá mucho... Eso es obvio... Mph... AHHH-

Comencé a desesperarme, sentía que si no lograba curar su herida, su muerte sería mi culpa. Y no podía dejar morir a otra persona ante mis ojos y por mi debilidad.

- ¡Oye! Mantén su herida en alto para que la hemorragia no sea mayor! - Grito aquella voz...

-¿Que? dios, estoy tan desquiciado que alucino con la voz de Renata... Yo...Perdóname... Perdóname por mi debilidad.- Susurro.

Entre La Tierra Y El Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora