Capítulo 11

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Dejé que el tiempo pasara, pero eso no impidió que siguiera sobrepensando.

Ahora me encontraba con Emily y Nora en la playa. Habíamos quedado para ver el atardecer. Como era diciembre, no atardecía muy tarde. Tanto ellas como yo teníamos hora de llegada a casa.

—No sé qué pensar. Es que no le he hecho nada. Seguro que es porque soy fea y estoy gorda.

Nora se enfadó.

—¡Qué dices, tonta! Si no te quiere, que no digo que no te quiera; os lleváis poco tiempo conociendo, pero si no te quiere por eso, es un imbécil.

—Pero no podemos juzgar los gustos de los demás —opiné.

—Hay algo que no entiendo —dijo Emily, —él fue el que te pidió el Insta, ¿no?

Asentí.

—Y te dijo que le parecías guapa.

Asentí.

—¿Entonces, por qué crees que no le gustas? —Hizo una pausa. —Mira, Alissa, yo creo que tienes dos opciones. La primera es que te lies con veinte más, como hago yo. Y la segunda es que se lo preguntes directamente.

—Ya le pregunté si le pasaba algo y me dejó en visto.

—Pues llámale o pasa de él.

Para ella era muy fácil decirlo. Cada día recibía décimas de solicitudes de amistad en aplicaciones para conocer gente dedicadas a adolescentes. En mi caso, que también usaba alguna de esas apps... Bueno, a varias personas sí le parecía guapa, pero estaba segura de que si me vieran en persona dejaría de interesarles. Yo no sabía ligar, y nadie quería ligar conmigo.

—Emily, hace dos semanas literalmente dijiste que era el indicado.

—Ahora, por lo visto, está mal equivocarse. Yo es que flipo de verdad, todos iguales.

—Solo hace siete días que no te contesta, a lo mejor le ha pasado algo.

—Ya lo sé, ya lo he pensado. Pero creo que no, creo que no me quiere hablar más.

—¿Te ha dejado de seguir?

—No.

—¿Entonces?

Me encogí de hombros para luego tumbarme en la arena. Solíamos ir mucho a ese lugar para relajarnos y hablar de nuestras vidas.

—No sé, todo esto es muy complicado. Nunca me había pasado algo así con un chico. Ni con una chica.

Me pareció importante puntualizar que tampoco había tenido ese tipo de experiencias con mujeres porque no solo me atraían los hombres, ellas también.

—Alissa, los hombres solo sirven para echar un polvo —opinó Emily. —Si no has podido tirarte a este, no pasa nada, búscate a otro.

—Pero es asexual, no le interesa el sexo —acertó Nora.

Mi amiga de ojos verdes, Emily, se encogió de hombros.

Por mi parte, ya había decidido lo que iba a hacer.

—Creo que no le voy a hablar más.

El chico del autobús (relato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora