Capitulo 24

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Pasaron cerca de veinte minutos, o quizás más, ya perdió la cuenta. Los minutos más largos de la vida de Zee, sin dudas, donde el fuego y el vacío se habían instalado en su estómago y al parecer se resistían a irse... hasta que alguien saliera y le diera alguna información de NuNew. Que alguien le diga que su omega estaba vivo, y bien. Que le dejaran ver a su cachorro. Lo necesitaba tanto como necesitaba respirar.

Estaba solo en esa puerta, tal como lo habían dejado. Esperando, aún. Del otro lado, su hermoso omega estaba sufriendo quien sabe qué cosa y tampoco sabía nada de su cachorro. Necesitaba a ambos, los quería ya. Ahora. Eso era lo único en lo que su mente pensaba.

Los segundos en los que NuNew lo sostuvo en sus brazos, y como Lian se calmó, fueron los más impresionantes de su vida. Amor puro y en cantidades abundantes, perfección en todas sus formas. Zee no pudo mirarlos con nada más que no fuera amor rebozando en su corazón, y escapándose en forma de lágrimas.

—Sr. Panich —una enfermera murmuró, y Zee levantó la vista automáticamente. Ansioso por algún tipo de información —necesito que me acompañe, su cachorro lo está esperando para ser vestido —le dijo suave. Zee asintió, con un nudo en la garganta.

—¿Y NuNew? —preguntó, cuando la seguía.

—Lo están llevando a una habitación, enseguida va a venir la doctora a hablar con usted —murmuró, pasando a un sector más privado —pero está bien, si eso es lo que necesita saber —le dijo cálida.

Zee al fin respiró, entonces. Esa eran las palabras que más había necesitado escuchar en su vida.

Llegaron a una habitación, donde había una enfermera y una pequeña cunita donde estaba Lian. Zee tragó saliva. Estaba limpio, con las manitos cerca del rostro en pequeños puños y en una de las muñecas Zee leyó —Panich Lian— en una pequeña pulserita blanca. Literalmente se derritió de amor, por enésima vez en el día.

—Lian lo está esperando para que lo vistan —cantó un de las chicas.

Zee la miró con pánico.

—¿Yo? —preguntó, con miedo en la voz. Ellas rieron bajito, y asintieron.

—¿Es usted el padre, no? —inquirió una, y el asintió.

—Es mi cachorro —dijo, con orgullo en su voz y en los ojos —solo tengo miedo de hacerle daño —susurró, acercándose a la cuna, y pasando un dedo por la tersa piel del pecho descubierto de Lian.

Una de ellas, trajo ropita que habían dejado preparado para éste momento.

—Un papá nunca va a hacer daño a su bebé —le comentó ella.

Lian estaba desnudo con un pañal cubriendo su pequeño cuerpo, tapado apenas con una mantita. Por suerte, dentro del lugar no hacía nada de frío. Zee recibió el pañal de recién nacido, y con indicaciones se lo cambió porque en ese minuto que llevaba en el mundo exterior ya se había ensuciado hacia apenas unos minutos. Le quedaba grande, se dio cuenta, incluso siendo el más pequeño que había. Sus piernitas bailaban y Zee sonrió, con lágrimas en los ojos. Luego, una batita blanca llena de ositos de colores, y un pantaloncito que hacía el juego perfecto.

Le indicaron como debía sostenerlo, y no tocarle demasiado la cabeza. Lian seguía tranquilo, haciendo puchero eventualmente, cuando era movido de un lado a otro. Cuando le pasaba las manitos por las mangas y lo cerraba en el pecho, y cuando colocaba cada piernita dentro y le ajustaba en la cintura apenas. Zee se inclinó y le dejó un suave beso en la frente, que Lian parecía no haber registrado porque seguía imperturbable.

—Te amo, bebé —susurró el mayor —eres igual a tu papi. Hermoso, hermoso —tenía la voz cargada de emoción.

Se quedó mirándolo unos segundos, y era simplemente maravilloso. No estaba colorado, como hacía unos minutos. Tenía poquito cabello, labios gorditos, como NuNew.

Burdel | ZeeNuNewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora