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—Me quedare aquí hasta que me abras ___ — podía escuchar su tono firme y como se sentaba en el suelo.

Habían pasado dos días desde que aquel chico me llamo borracho, y en esos dos días mi vida había peligrado de una forma exagerada. Solo me levantaba para cuando necesitaba ir con urgencia al baño, la comida era algo secundario. Me pasaba las hora sentada en el sofá mirando el techo y pensando una y otra vez las palabras que él me dedicaba por mensaje.

Mi ansiedad aumento al escuchar como el chico de afuera jugaba con su teléfono, no podía simplemente dejarlo ahí esperando, por lo que con las escasas fuerzas que tengo me levanté rumbo a la puerta para poder abrirla. El mareo de tan solo levantarme me aturdía dejándome quieta casi más de un minuto, con pasos temblorosos cogí las llaves y empecé a girar la manilla.

La luz en mi rostro solo me dejo más aturdida de lo que ya estaba, parpadeé intentando acomodar mis ojos a la claridad procedente de la calle. Gire mi cabeza pudiendo ver al chico con su teléfono y aún lado su tabla de Skate.

Su cabeza fue girando y su mirada choco con la mía, pude percibir un brilló de preocupación en su iris y como los extremos de su boca se curvaban en una mueca de desagrado, quizás hacía mi. Guardo rápidamente su teléfono y se levantó demasiado rápido para mi gusto provocando un paso hacia atrás de mi parte.

—¿Puedo pasar? — preguntó mientras se ponía su skate debajo de su brazo y su otro brazo detrás de la cabeza.

Abandoné la puerta dándole le el lujo de entrar a la casa y volví a mi posición original de estos días.

—¿Como te encuentras? — una mirada le bastó para que lo entendiese.

El silencio lleno aquella parte de la casa, sabía que él estaba registrando cada parte visible y solo encontraría basura, solo había mierda en la casa, en cada rincón, mirases donde mirases y solo había mierda. Me incluía en aquella basura, había perdido mi confianza y mi respeto hacia mi propio ser y nadie podría cambiar el pensamiento errante que se ha instaurado en mi mente de forma fija. Contradictorio.

—Deberías de recoger un poco — comentó dirigiendo su vista hacia mi.

Lo ignoré y decidí seguir mirando el techo que tenía manchas de tinta. ¿Cómo llegarían ahí?

—Debes de levantarte de ese mugroso sofá — dijo mirando y viendo la cantidad de machas que tenía este.

Otra vez nos sumergió el silencio que fue cortado por una llamada proveniente de mi teléfono, acepte esta, sin embargo no dije nada solo espere a que hablasen.

—Sigues cogiéndome las llamadas— su tono burlón fue percibido por el chico de mi sala y yo — Me enteré que ahora te ves mas delgada — podía sentir su mirada pasearse por mi cuerpo y aunque no fuese real, por que sé que el no está aquí, no pude evitar encogerme en el sitio — Ya no tendré que ver como tu enorme cuerpo ocupa la mitad de la acera. Me alegro por ti, estoy deseando poder verte con mis propios ojos, te quiero.

Fue el quien colgó y agradecía eso enormemente, echaba de menos su voz pero sus palabras eran cuchillos afilados que penetraban en mi mente y solo me hacia tener repulsión por mi cuerpo. En un acto de disgusto, no pude evitar vomitar fuera del sofá, era tan repugnante y desagradable.

Empezaba a sentir frío de nuevo, y sabía que este viaje solo me traería más pesadillas y una soledad que me abrumaba. No pude evitar escuchar unos pasos acelerados hacia donde me encontraba y sentir un leve movimiento de agitación contra mi cuerpo, quise alejarme pero solo podía ver una gran oscuridad que se iba convirtiendo en una imagen ya familiar cada vez que esto pasaba.

—Deberías bajar de peso, te verías fenomenal.
—Estas maldita mente gorda, no quiero estar con alguien que se ve así.

𝑪𝒂𝒍𝒊𝒈𝒓𝒂𝒇𝑖𝒂 𝒄𝒐𝒏 𝑷𝒍𝒖𝒎𝒂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora