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Estaba vez me acompañaba Joe para visitar a ___. Hacia casi una semana que no la veía y su estado me preocupaba, mi ausencia no se debía a otra cosa que no fuesen los estudios y alguna que otra pelea con amigos. Así que cuando mi mente tenía un segundo de desconexión no podía evitar dirigirse a la castaña.

Una parte de mi se sentía eufórico por ver a la persona que me hacía sentir una tormenta en mi corazón, no podía evitar sentirme así. Mi cabeza solo pensaba en como ella lucía y las palabras que Joe decía no pasaban por mi mente en ningún momento, un nerviosismo me recorría al pensar que la volvería a ver después de una semana. Aparte de ese agradable sentimiento que llenaba mi pecho de calidez, había otro que amargaba hasta mis dulces sueños, sentía una preocupación por verla más decaída que la última vez.

Querría en lo mas profundo de mi ser, llegar a aquella casa y verla relucir como hacía unos meses, pero eso era demasiado egoísta de mi parte. No podía pedir que ella estuviese bien solo para yo amar exclusivamente esa parte de ___, ¿Me encantaba verla feliz? Si, y quería que fuese tan feliz como antes, pero para que eso pasase primero tendría que enfrentar esta plaga de melancolía y soledad, y estaba dispuesto a acompañarla en este camino de oscuridad.

Me gustaba creer que mi amor era suficiente.

—Y entonces Adam me dijo que preferiría no saber más del tema — escuche que decía Joe mientras llegábamos a la tan ansiosa casa.

—A veces es un idiota — comente mientras abría la puerta con algo de temblor.

Con paso tembloroso entre a la casa y aquel olor desagradable proveniente de la comida en mal estado tirada por ahí no se encontraba, la casa estaba recogida y tenia cierto toque a vainilla. La mesa había dejado de ser ocupada por comida en estado de putrefacción y los libros tirados por cualquier parte estaban ordenados en la pequeña estantería del rincón. Al acceder a la cocina, la encimera tenia un pequeño jarrón con una margarita decorándolo, los platos estaban limpios y el suelo no estaba pegajoso. Todo era demasiado raro y me estaba empezando a hacer una idea que odiaba.

Deje mi mochila y el skate en el sofá y me puse en marcha para revisar cada parte de la casa en busca de su propietaria.

Pasillos borrados de las pintadas, todo limpio, olor agradable en toda la casa...

—Que limpio esta todo, ¿no cherry? — escuche una dulce voz proveniente del baño.

Era como escuchar la mejor ópera de la historia, su voz tan armoniosa y melodiosa que me daban ganas de pedirle que me dirigiese un recital solo a mi. Mis ojos se giraron hacia allí, y pude ver su figura envuelta en ropa cómoda. La mejor vista desde hace mucho tiempo.

Su suave piel era cubierta por una Pantalón simple de hacer deporte, una sudadera roja con un estampado algo extraño y con unos calcetines largos de rayitas negras, blancas y rojas. Su pelo estaba algo mojado indicando que hace poco su cuerpo había sido envuelto en las suaves gotas de agua que proporcionaban frescura para la piel. Y por último su rostro, sus mejillas algo sonrojadas por la temperatura, sus labios algo rotos y secos buscando constantemente mantenerse hidratados y una mirada que, a mi pesar, no brillaba tanto como yo quería.

Solo verla me hizo tener un escalofrío que me trajo demasiadas emociones. El primer movimiento que hice fue caminar hacia ella y envolverla en un suave abrazo que necesitaba para calmar mis locas ideas que no paraban de advertirme que algo malo le había pasado.

—Te he echado de menos, Cherry. — murmuró correspondiendo mi abrazo — ¿Cuanto más tiempo ibas a hacerme esperar por tu visita? — sonrió aunque lo noté como una mueca incompleta.

Su olor me impacto y me llevo a un éxtasis de felicidad. Mis brazos se negaban a soltarla por que todo parecía un dulce pesadilla, pero me agradaba y no quería despertar jamás.

—¿Estas bien? — pregunté con un nudo en la garganta que quise disimular.

Deseaba saber que todo estaba bien, que todo había mejorado, deseaba una respuesta positiva. Quería seguir en mi mentira y hacer como que aquellas semanas de tristeza nunca existieron pero sabía que siempre quedarían grabadas en la mente de ella, sabía que ella siempre recordaría cuando estaba apuntó de acabar con todos sus sentimientos. Ya formaba parte de ella y amaría eso por siempre. Su fortaleza parecía ganar aquí...

—No, no lo estoy... — su voz rompiéndose me hacía querer acabar sus miserias... — Pero quiero estarlo...

Sus lágrimas caían en mi hombro y solo pude abrazarla mas fuerte intentando protegerla de cualquier mal que se le acercase, pero yo tambien era débil. Y eso hacía que mi corazón se rompiese, por que tenía miedo de no poder ayudarla...

Su llanto se quedaba atascado en su garganta y sus ojos se mantenían rojos mientras intentaba retener cada gota salada. Nuestro abrazo parecía una débil muralla hecha con palitos de dientes que se tambaleaba por los fuertes vientos del huracán que se acercaba en la penumbra. Solo podía pensar que iba a contrarreloj. El tiempo se me acababa, se me escapaba y no estaba haciendo nada bien, sin embargo,  en ese momento para mi todo parecía "correcto"

—Chicos, preparé café, hablemos en la sala.

Su interrupción llego en el momento correcto pues ya estabamos camino al salón para hablar, aunque realmente hubiese querido detener el tiempo y dedicarme horas a consolar su alma que aparentaba estar vacía y sola.

(N.A: Tengo una vocecita en mi cabeza que me dice "deja de escribir" y a veces es imposible callarla. Por fin llego el frío a mi ciudad. Y tengo la cabeza en tantas cosas innecesarias que se me olvidan las cosas básicas de la vida. ¿Que tal su vida? Esperó bien :) y que disfruten este pequeño capítulo)

𝑪𝒂𝒍𝒊𝒈𝒓𝒂𝒇𝑖𝒂 𝒄𝒐𝒏 𝑷𝒍𝒖𝒎𝒂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora