"¿Una antorcha?" me preguntó cegada ante la luz de la misma. A la vez que doy un paso atrás cubriendo mi cuerpo con mis manos. Me sentía vulnerable, estando completamente desnuda frente aquel hombre sin rostro.
Hasta que conforme mis ojos se habituaron a la luz, pude ver algo más que solo una imagen borrosa. El hombre desconocido vestía una especie de atuendo un tanto raro. Que me hizo a recordar los viajes que solía hacer con mis padres al Museo de Historia Antigua. Habían pasado años desde entonces, pero podría jurar que las vestimentas de aquel hombre eran casi idénticas a las que lucían las esculturas de cera del Museo.
Pero había algo aún más extraño. Más allá del cabello grasoso y la larga y desaliñada barba que portaba. Era la expresión de asombro y confusión en su cara. Que lucía casi tan desorientada como la mía. Dejándome en un estado de desconcierto, pero cuando la luz de la antorcha arrancó un destello plateado en su mano, el miedo me invadió por completo. Aquel desconocido portaba alguna clase de maza con clavos entre cruzados en la punta.
-No... No... -me oí decir, aunque mi voz más que un sonido se había convertido en un murmullo.
El hombre permaneció en silencio en la puerta por uno segundos, que se hicieron los segundos más largos de mi vida. Mirándome de arriba abajo, inspeccionando mi cuerpo con sus ojos. Mientras yo me había quedado congelada frente a él, incapaz de moverme o siquiera hablar.
-Kriaun'hj murchg lkiop -exclamó el desconocido, en palabras que no tenían ningún sentido para mí. -¡Kriaun'hj murchg lkiop! -Repitío.¿Qué quería de mí? ¿Qué esperaba que hiciese? Son las primeras preguntas que cruzan mi mente, pero aún así permanezco inmóvil, mirándolo.
Hasta que dio un paso dentro de la celda y lanzó un mazazo al aire. Haciéndome retroceder asustada.-¡Haerst! ¡Haerst! ¡Haerst Emgrukir!- me gritaba el, mientras avanzaba despacio hacia mí hendiendo el aire con la maza. Que parecía brillar ante la luz.
Con el alma en la palma de mis manos, me hizo retroceder hasta una de las esquinas lejos de mi lecho de madera. Que por alguna razón fue el único lugar al que quería huir en ese momento. Escurrirme por la pared hasta llegar a ella. Además, no es que tuviera más lugares a donde escapar. Pero casi sabía que me sentiría mejor sobre aquella tabla maloliente y corroída por la humedad que en cualquier otro lugar de la celda. Cómo si yo fuera un especie de náufrago y aquella hedionda madera fuera el único salvavidas con el que podría mantenerme a flote. Solo que tan pronto llegué a la esquina. El desconocido dejó de perseguirme y de lanzar mazazos al vacío. Y en su lugar se alejó de mi, sin perderme de vista y apuntándome con su maza. Recorrió las paredes, acercando la antorcha a ellas, buscando algo. ¿Pero qué? En aquellas paredes no había mas que piedras manchadas por la humedad.
"Tiene miedo", fue entonces que lo comprendí. El tampoco sabía cómo había llegado aquí. Y buscaba grietas en las paredes o recovecos por los que alguien pudiese haber entrado.
-Por favor, déjame salir de aquí - me permito decirle -Por favor... Déjame salir d...
-¡Haerst! -Me contesta él, en tanto agita su antorcha hacia mi, de un lado a otro. Como si yo fuera alguna clase de animal salvaje a la que quiere lejos de él. -¡Haerts!.
Tras un rato de incertidumbre, el desconocido parece venir hacia mí y el corazón se me detiene a cada paso que da. Pero en cambio, se detiene y se vuelve hacia la puerta dando largas zancadas.
"Me va a dejar aquí" me doy cuenta "No, por favor, no"
Por un momento mi terror a ser sepultada viva en aquella oscuridad fue mayor que cualquier otro. Y corro hacia la puerta tan rápido como puedo, pero el desconocido cerró la pesada puerta casi en mis narices dejándome oír como el sonido del hierro la atrancaba. Mientras yo me ahogaba en gritos.
Una vez más estaba de vuelta en las más profundas tinieblas de mi celda. Abandonada a cualquier esperanza y con más preguntas que respuestas. ¿Por qué vestía así? ¿Qué diablos era este lugar? Y ¿Cómo había llegado aquí?
Iba a perder la cordura antes de que pudiera responderlas. Por mi mente pasaban mil y un pensamientos que intentaban dar alguna explicación a lo que estaba sucediendo. Pero cada uno de ellos perdía peso ante el otro. Solo me quedo imaginar que podría tratarse de una secta, una de esas, de las que solían salir en las noticias. Gentes todo vestidas con ropas de otra época sosteniendo antorchas y espadas. De las que hacían sacrificios en la noche a dioses antiguos y olvidados por la humanidad. Pero si ese era el caso, entonces yo sería su próximo sacrificio.
Pero aún había algo que no encajaba, según sabía, aquellas sectas ocultas en lo más profundo de los Estados Unidos habían sido desarticuladas hacia décadas por el FBI. Además que sus víctimas siempre fueron vírgenes, mujeres o niñas a las que consideraban puras del alma. Intocadas por el hombre. Pero ese no era mi caso, además pude ver en los ojos del desconocido y su mirada no era la mirada de un lobo. Era la mirada del miedo. Estaba segura, que tenía miedo de mi ¿Pero por qué?. Por más que pensaba, todo seguía sin tener ningún sentido.
No podría decir cuánto me tomó abandonar la puerta y volver al lecho de madera. Pero una vez ahí. Volví a sentir ruidos en el exterior."¡Había vuelto!" la emoción superó al terror dentro de mí, aunque la verdad, ya no sabía que me preocupaba más, si la oscuridad o las intenciones que podría tener. Porque como me había dicho Sol Soraya una vez: " El miedo lleva a los hombres a cometer los actos más impensables".
Sentí el golpe del metal contra el metal una vez más, y me quedé esperando por un segundo golpe que nunca llegó. Ya que la puerta se abrió de par en par con un estruendo que me erizó la piel.
"No me verá llorar. No esta vez" me digo a mí misma, decidida, a medida que mis ojos se adaptan nuevamente a la luz.
Pero para mí sorpresa, el desconocido no había vuelto solo, sino que venía acompañado por otros dos hombres. Al verlos me puse en pie y me encogí de hombros tapando mi cuerpo con mis manos otra vez.
Todos tenían la misma mirada de asombro y miedo que horas antes había presenciado en el desconocido.
Tras un rato que pareció ser eterno y palabras entre ellos de las que no tenía la más remota idea. El más grande de los tres entro en la celda desenvainando una espada curva que refulgió ante la luz de las antorchas. Vestía una malla metálica que le cubría desde la pantorrillas hasta los hombros, como una especie de camisón metálico. Que le hacía contraste con lo que le quedaba de cabello. Era de barriga prominente y hombros tan anchos que parecía una montaña ante mí.
Tras él, entró el desconocido con la puntiaguda maza en la mano. Y detrás de este, ingresó el último hombre. Que era un tanto más bajo y su atuendo era más similar al del desconocido. Pero este ocultaba su rostro tras un velo que acababa en una pica metálica sobre la cabeza. Cómo si fuera alguna clase de yelmo.
"Esto es todo" Pensé. Y aunque me había prometido que no me verían llorar, las lágrimas fluyeron como las lluvias en Saint Jomes.-Kriaun'hj murchg lkiop -Dijo el hombre que aparentaba ser una montaña.
-No entiendo, no entiendo lo que dices... -Le respondo con la voz quebrada por el llanto - Por favor, solo quiero salir de aquí... Por favor, Por favor... Solo quiero sa...
-¡Kriaun'hj murchg lkiop! -Repitío una vez más casi como un grito, su voz era grave y cada palabra que salía de sus labios, me hacía estremecerme. -Prontikol ti' kula muff trgiicer... Luijg kukl ti' bjonk mutrui Juhft. Bcxrtu bghy klopn frti.
-Hgeir B'thi Mkkio -exclamó el hombre del velo, como si yo pudiese entender lo que decía.
Y de un momento a otro, comenzaron a hablar entre ellos hasta el que el hombre del camisón metálico, envainó su espada y avanzó hacía mí. El hecho de que hubiese guardado la espada me tranquilizó durante un segundo, pero que se acercase a mí me infundió el más grande de los pavores. Aterrada, di un paso atrás y pegue la espalda a la pared, como si aquello fuese a salvarme. Cómo si pudiese escapar a través de las piedras.
-Kurifgt - Exclamó él, tomando mi mano. La que protegía mi pecho desnudo, Dejándolo al descubierto.
Mientras yo, casi petrificada no opuse resistencia. Pero fue entonces que mis ojos vieron el brillo de la hoja. Mientras el hombre sostenía mi mano derecha había sacado una pequeña daga. Al verla, grité, pataleé y lloré sin contención intentando liberarme de sus manos. Pero fue tan inútil, como intentar escapar de aquella celda.
Sentí el frío del acero entrando en mi carne y vi como por mi mano corrían pequeñas gotas rojas. Pero aún no satisfecho, me apretó la palma de la mano, hasta que las gotas de sangre se convirtieron en un afluente. Y una vez allí, levantó mi mano para que los otros vieran mi sangre.-Pruih M'hby kjugt Mue'tui...Ertc trt'o Emgrukir. -Exclamó el hombre montaña, dándome un tirón que me hizo caer al suelo.
Y a excepción del desconocido, las miradas de aquellos hombres cambiaron. Ya no había miedo en ellas. Ni siquiera desconcierto.
Tan pronto caí al suelo, me arrastré sobre mis rodillas lo más rápido que pude. Intentando alejarme de ellos. Intentando llegar hasta una de las esquinas.
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La Basílica del Placer
Fiksi Umum¿Que harías si un día despiertas en el año 3000 A.C.?¿ Qué harías si el lugar donde despiertas es una basílica del placer? Donde los apetitos de los hombres más ricos son saciados hasta la plenitud. Pues esa es la historia de Samantha Vergin, una jo...