Sentí sus manos sobre mi, levantándome del suelo, sacándome a empujones de la celda. ¿Qué van a hacer conmigo? No deje de preguntarme mientras el hombre del velo me sacaba arrastras del brazo y aunque intenté rehusarme fue en vano. Me agarró tan fuerte que pude sentir como cada uno de sus dedos se clavaba en mi piel. Por primera vez temí más a lo que me esperara fuera de la celda que a quedarme encerrada en ella.
-Jnk miokg t'i bjuml dTr'y ka rtu Kkliop - Había dicho el hombre que parecía una montaña antes de que el hombre del velo me tomara del brazo. Al parecer aquellas palabras habían sido suficientes, por lo que entendí que el hombre montaña era su líder.
Al salir de la celda, ante mí, se abre un largo y angosto pasillo que estaba completamente a oscuras. Plagado de arcos arquitectónicos que parecían soportar el peso del techo. Que de por si, era bastante alto. Algo que me pareció insólito, ya que nunca imaginé encontrarme en un lugar que parecía sacado de "Canción de fuego" la serie que Beth y yo veíamos.
Al caminar en la penumbra, la antorcha del hombre del velo, fue iluminando las celdas y pasillos alternos mucho más pequeños que parecían perderse en el vacío. Cómo alguna clase de laberinto. Y tras pasar por delante de algunas celdas, vi algo que me pareció extraño. Los mecanismos y pasadores de hierro estaban completamente oxidados y fundidos entre ellos. Lo que me hizo pensar que habían sido clausuradas hacía mucho.
Tras caminar durante algunos metros, no tardamos en llegar hasta una de las esquinas del pasillo. Donde el ala que se abría hacia la derecha estaba absolutamente obstruida por un derrumbe de piedras. Por lo que el hombre del velo me hizo caminar hacia el ala izquierda, que no distaba mucho de lo que ya había visto. Celdas clausuradas, piedras ennegrecidas y una humedad que se palpaba en el aire.
Caminamos durante un rato, y pasamos otras dos esquinas, cada una igual a la otra. Hasta que a lo lejos pude ver una luz al final del túnel. El primer pensamiento que cruzó mi mente fue el de escapar. Y aunque el hombre del velo tenía un agarre que parecía de hierro, no era el hombre montaña. Era delgado y un tanto bajo, por lo que podría empujarlo y correr tan rápido como pudieran mis piernas hasta llegar a la luz y estaría a salvo. ¿Pero que encontraría al final del túnel, en caso de que lograra llegar hasta el?¿Habrían más hombres como estos?¿ Y que me harían si me atraparan?
Aquellas preguntas continuaron en mi mente hasta que llegamos a donde la luz resplandecía contra la piedra húmeda. ¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Me había convertido en una cobarde? Estaba tan enojada conmigo mismo, que sentí ganas de darme una bofetada.
-Hyti -exclamó el hombre del velo. Ante la empinada escalera que se encontraba frente a nosotros.
"Quiere que suba" . No me fue difícil comprender, por el pequeño empujón que me dio en el brazo.
Una vez llegamos arriba, nos encontramos en otro pasillo, uno más ancho y con el techo más bajo. Estaba iluminado por candelabros de hierro, donde latían llamas azuladas y aunque había humedad no era tanta como la de la galería de la que acababa de salir. Además en el aire se sentía el olor del romero. Casi era un lugar acogedor de no ser por lo que veía a mi alrededor. Había decenas de hombres y mujeres encadenados a las paredes, muertos y moribundos. Donde algunos le faltaban extremidades enteras mientras que a otros les habían quitado pedazos de la piel y partes de la cara.
Nunca el miedo había latido más fuerte en mi que en ese momento. La idea de escapar jamás había sido tan amena. Pero una vez más me quedé inmóvil y sumisa. Pensando que si no hacía nada que los pudiera molestar, no me harían nada.
Hasta hora solo tenía un pequeño corte en la mano, y aunque era pequeño no dejaba de ser profundo. Me ardía y me daba unos latigazos de vez en cuando, pero no era nada comparado con lo que le habían hecho a aquellas personas.
El hombre del velo, me llevó a través del pasillo, donde pude oír los lamentos y gemidos de los que aún estaban vivos. Hasta llegar a una estancia que estaba resguardada tras una endeble puerta de madera. Dentro de ella había varios hombres con atuendos similares a los del desconocido.
Algunos de ellos dieron un paso atrás mientras otros llevaron sus manos a las empuñaduras de sus armas al verme. Sus miradas eran igual que la mirada del desconocido. Una mirada de miedo y asombro.
-Ertc trt'o Emgrukir... Ragul'll gvnyu cgart K'll t'i kilouyg sfgiuff - Exclamó el hombre del velo, levantando una mano a los que parecían ser sus compañeros. -¡Mue'tui! Jnklio Vbahh'h Mnuo Earuyi'll. Thyii hgvacery kbwioo t'i... ¡Mue'tui! ¡Ertc trt'o Emgrukir! -Prosiguió a la vez que tomaba mi mano y les enseñaba mi sangre. Mientras yo seguía intentando sin éxito cubrir la desnudez de mi cuerpo.
Evidentemente había algo en mí que les causaba temor. No obstante, no comprendía el por qué. ¿Qué cosa podía haber en mi que asustaba tanto a aquellos hombres?
Si yo no era nada comparada con ellos. Era de estatura baja, delgada, de caderas anchas, tobillos gruesos y cintura estrecha. La tez de mi piel era blanca, salpicaba por pequeñas pecas que me cubrían el rostro y parte de mi cuerpo. Cosa que algunos encontraban atractivos, en cambio otros no tanto, sobre todo las chicas del orfanato que no perdían ocasión para hacer bromas. Mis pechos eran voluptuosos pero no al grado de ser exagerados. Por lo que permanecían erguidos la mayor parte del tiempo. Si había algo que destacaba en mi, era mi cabello, que sobresalía por su tono rojizo. Un rasgo que había heredado de mi madre. Ella solía decirme que nuestro cabello se debía a que éramos las hijas del fuego. Pero lejos de aquello, no había nada en mi que pudiera diferenciarme de cualquier otra chica de Saint Jomes.
Pero más confuso era el hecho de que al ver mi sangre, ese miedo parecía desaparecer. Justo como había sucedido antes en la celda. Solo que esta vez no desapareció del todo, ya que varios hombres de la estancia comenzaron a hablar entre sí, algunos a gritos y otros con la espada en mano.
Tras unos segundos y al ver que el ambiente se cargaba cada vez más. El hombre del velo me condujo rápidamente a través de la habitación hasta llegar a otra puerta. Una más grande y pesada que la anterior. Abrió la cerradura y me empujó dentro. Cerrándola tras de mi.
Dejándome en una nueva habitación alumbrada por candelabros de bronce que emitían la misma luz azulada que las estancias anteriores. Pero en esta, el olor del romero era demasiado intenso, casi vomitivo. Por lo que me tomó algún tiempo acostumbrarme a el. En el centro había una enorme mesa de madera acompañada de una grotesca silla de espaldar alto, cargada de pergaminos y papeles que parecían salidos de otra era. Habían velas blancas y amarillas, algunas consumidas hasta el pábilo. El suelo estaba hecho de piedra al igual que las paredes pero este estaba adornado por una alfombra roja un tanto descolorida y mohosa, que abarcaba desde la puerta hasta la mesa. También había una cama de madera en una de las esquinas, tendida con sábanas blancas con todo tipo de manchas.
Los gritos y alaridos no tardaron en sentirse al otro lado de la puerta. Seguidos por el sonido del metal. "¿Que diablos estaba sucediendo?".
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La Basílica del Placer
Fiksi Umum¿Que harías si un día despiertas en el año 3000 A.C.?¿ Qué harías si el lugar donde despiertas es una basílica del placer? Donde los apetitos de los hombres más ricos son saciados hasta la plenitud. Pues esa es la historia de Samantha Vergin, una jo...