Las lágrimas rodaban por sus mejillas, los sollozos le rasgaban la garganta, aunque solo emergían como extrañas respiraciones.
Quería gritar, con todas sus fuerzas; desde hace mucho tiempo, había deseado gritar.
-¿Qué pasa, cerdito? ¿Sabes que nadie va a cuidarte, verdad?
Tiraron de su cabello para que alzara su rostro, y aunque forcejeó para liberarse, solo logró que tiraran aún más fuerte.
Lo que provocó risas en esos chicos.
Su cuerpo fue arrojado hacia abajo y ricibió el duro golpe de una rodilla en su estómago, sacándole todo el aire de los pulmones y dejándolo hecho un ovillo en el suelo del baño.
Los tres matones continuaron revisando su mochila, buscando dinero, comida o cualquier cosa que les interesara.
Jiseok no sabía por qué esos chicos se la habían agarrado con él; nunca había hecho nada malo.
Aparte de no hablar, Jiseok no tenía nada malo.
Aparte de no ser tan delgado, no tenía nada malo.
Aparte de ser el protegido del director, él no tenía nada malo.
Bien, quizás sí tenía algo malo.
Jiseok comenzaba a pensar que todo en él era malo.
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