Capítulo 1; el hospital

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Los hospitales no le gustaban. Olían a medicamentos, sueros, y muerte. Sobre todo a muerte.
Ian no entendía muy bien la situación familiar en la que se encontraba. Los adultos eran muy hipócritas. Se odiaban entre todos, pero alrededor de una persona enferma fingían amarse. Al menos eso era lo que pasaba en su familia.
Todos se odiaban y peleaban por la herencia, pero alrededor de la cama en la que estaba su abuelo ingresado en el hospital, todos eran una gran y unida familia. A veces Ian se marchaba solo a través de los largos corredores para ir en busca del baño más cercano y vomitar. Vomitaba del asco que le daba su familia.
Nadie se preocupaba en seguirlo, ya que el pequeño no era del interés de nadie. En una familia de dinero ninguno se preocupa por los niños.
Aquel día era como otro cualquiera, y el joven Ian estaba en el baño de la tercera planta del hospital. Eran las doce del mediodía cuando comenzó a escuchar voces. Pensó que sería la voz del altavoz del pasillo, que se escuchaba como susurros en su cabeza.
Cuando terminó de vomitar, salió del váter para refrescarse la cara en el lavabo. Se había dado cuenta de que últimamente vomitaba más, pero no le había dado importancia. Cuando terminó de limpiarse la cara miró el espejo. Cerró el grifo.
Con pasos cortos caminó hasta la puerta para cruzar el pasillo. Antes de salir oyó algo extraño; el grifo se había abierto. Creyó que había sido culpa suya, que lo había cerrado mal, y se volteó para ir a cerrarlo.
Antes de llegar cerca del grifo se dio cuenta del inmenso calor que hacía allí. Ian miró el agua, que desprendía humo.
¿Pero qué...? Aquello era imposible, debía estar soñando. El agua del grifo no tenía opción de caliente, ¡y estaba saliendo abrasando!
Ian miró el espejo, y ante su mirada atónita unas líneas comenzaron a dibujarse en el vaho.
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Seis, seis letras. Al lado derecho de las líneas apareció una horca. Ian abrió mucho los ojos, asustado. Debajo de las líneas, y con letra redondeada, se escribió poco a poco una frase:

El juego del Ahorcado, ¿juegas?

No podía creerlo. ¿El espejo le estaba preguntando? Aquello no podía ser real...
Se acercó y vio su reflejo confuso por la humedad de la superficie cristalina. Necesitaba estar seguro de que aquello era verídico. Acercó una mano temblorosa al espejo y lo rozó con la yema del dedo.
Todo desapareció en un segundo. El baño volvió a verse normal con solo un pestañeo.
Asustado, Ian salió corriendo del baño hasta que llegó donde estaban sus padres, en la habitación de su rico y delirante abuelo.
Definitivamente, había sido todo su imaginación...

¿Juegas?

El juego del AhorcadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora