1. ¿y el club?

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—¿Uh? ¿Programa de Basketball? No tenemos eso aquí, nadie se inscribió, y nadie quiso ser entrenador —le dijo el encargado del área de deportes el primer día

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—¿Uh? ¿Programa de Basketball? No tenemos eso aquí, nadie se inscribió, y nadie quiso ser entrenador —le dijo el encargado del área de deportes el primer día.

El mundo de Haruto se vino abajo en un solo segundo.

—Debe estar bromeando —rió nervioso—. Busque en su computadora: "Ishikawa Haruto promesa del Basketball". ¡Soy yo! ¿Usted como cree que voy a poder seguir si en la escuela no hay forma de practicar mi deporte? —cuestionó algo exaltado.

—Lo siento, pero no puedo hacer nada, y debes pertenecer a un club —el encargado suspiró—. Te puedo dar el plazo de esta semana para que pienses a que deseas participar... O si quieres participar en algún otro club deportivo, ¿te parece?

—Mm... Sí, creería que sí, por favor —respondió antes de salir de la oficina, con paso apresurado para salir de la escuela después.

Agarró su bicicleta y de ahí empezó a bajar la colina.

No se lo podía creer. ¿Cómo no iba a haber baloncesto en el Karasuno? Debían estar bromeando. EL poco entusiasmo y las pocas ilusiones que había depositado en ese instituto parecían desvanecerse con una sola noticia. La frustración y la incredulidad se mezclaban en su mente mientras pedaleaba de regreso a casa. El camino, que usualmente le tomaba más tiempo, se le hizo sorprendentemente corto, probablemente debido a la urgencia con la que necesitaba contarle a su madre lo que había sucedido y, por supuesto, reclamarle por la situación.

Al llegar frente a su casa, detuvo la bicicleta bruscamente y la estacionó en el jardín principal, justo al frente de la fachada. Bajó de un salto y, sin perder tiempo, sacó las llaves del bolsillo de su mochila. Sus manos temblaban ligeramente, ya fuera por la adrenalina o por la mezcla de emociones que lo invadían. Logró abrir la puerta de entrada y se deslizó rápidamente adentro, cerrándola tras de sí con un golpe sordo.

Se quitó los zapatos en el recibidor, y los cambió por sus cómodos zapatos de casa. Dejó su mochila sobre el banco de madera que había junto a la entrada y se encaminó con paso decidido hacia la cocina, donde probablemente su madre se encontraba preparando la cena o leyendo alguna revista.

Al cruzar el umbral, encontró a su madre junto a la encimera, picando verduras con la destreza que solo los años de práctica pueden otorgar. Al oír sus pasos, ella levantó la vista.

—Hola, solecito —le saludó alegre su madre con su tierna y caracteristica sonrisa—. ¿Cómo te fue en tu primer día de preparatoria en nuestro nuevo hogar?

Haruto no estaba para nada alegre: —¿Por qué me inscribiste a una escuela donde no hay Basketball? —exclamó indignado a su madre.

La cara de la mayor cambió por completo: —No pensé que lo averiguarías tan rápido.

haters ; tsukishima keiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora