Capítulo 24

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Santiago.

—¿Qué lo han dejado irse? —pregunté con los dientes apretados—. ¿A ese cabrón que probablemente sabe dónde está ese pedófilo?

El Oficial Rain se llevó las manos a la barbilla mientras asentía con una pesada expresión en el rostro—. No podíamos retenerlo. No hay suficientes pruebas.

—¿Y la carta? —alcé la voz completamente indignado—. ¿Y el mensaje oculto?

—No es suficiente Santiago. Las cosas no funcionan de esa manera, lo sabes.

Azoté mi puño en el escritorio que nos separaba dejando que la frustración se hiciera cargo de mi cuerpo—. ¿Qué no funciona de esa manera? ¡Claro que funciona de esa manera! Lo que pasa es que ese cabrón tiene palancas que lo libran de cualquier cosa que haga, y eso incluye estar implicado en el secuestro de mi hermana.

—Santiago –-papá, quien estaba sentado a mi lado, me tomó del brazo y alzó la voz—. Cálmate.

Me alejé de su agarre sin ninguna delicadeza, y le eché una mirada que seguro mi querida hermana jamás le daría para no lastimarlo.

—Santiago tiene razón —Bruno intervino mirándome fijamente—. Tyler tiene formas de librarse, pero eso no nos detiene de investigarlo. Ahora que sabe que está en la mira, andará con más cuidado, se los aseguro, pero en algún momento se le irán las patas, y es allí donde nosotros entramos.

—¿Y hacer qué? —indagué sin importarme un comino el supuesto respeto que les debía esos hombres—. ¿Dejarlo irse, o que se les escape entre las narices?

—Santiago —papá intentó callarme con su voz autoritaria.

—¡Déjame hablar, papá! Solo porque tú no tengas las suficientes agallas para defender a tu propia hija, no significa que yo no las tenga. Tú puedes quedarte callado y a merced de mamá si así lo quieres, pero déjame decirte, yo haré lo que sea para que mi hermana por fin tenga la vida que se merece. Ella está asustada y triste todo el tiempo —me reí amargamente—. Pero eso ni siquiera lo notaste. ¿Verdad? Porque estás tan encerrado en el mundo de dolor de mamá que no te importa.

Papá estaba pálido, pero ya me había guardado esas palabras por demasiado tiempo, y no podía ni quería callarme. Él se lo merecía.

—-Tú no sabes cuánto sufre tu madre con toda la situación, y yo...

—¡Por favor! ¿Te estas escuchando? —grité con la cara roja de rabia—. Te recuerdo, que no fue a mamá a quien violaron un sin fin de veces. No fue a mamá a quien golpearon hasta dejar inconsciente. No fue mamá a quien obligaron a hacer cosas que ni siquiera te imaginas —las lágrimas salieron a raudales de mis ojos, pero no me importaba ni un poco parecer débil, ya no—. No me vengas con lo mucho que sufre mamá, porque esa no es ni la sombra de todo el dolor que Ever soporta cada día.

Silencio.

Duro y terrible... pero merecido.

Papá se levantó con el rostro surcado de lágrimas, y sin decir palabra, o dirigirnos una mirada, salió de la oficina en absoluto silencio. La culpa me invadió y se asentó en mi cabeza, pero no me arrepentía de lo que había dicho.

Esa verdad, era algo que papá necesitaba escuchar desde hacía meses... y aunque me sentía terrible por haberlo hecho llorar, no me sentía mal al haberle abierto los ojos.

—Eso... —el Oficial Rain musitó—. Era algo que Rafael necesitaba escuchar desesperadamente.

Solté un suspiro profundo y libre de remordimiento—. Siento que hayan tenido que estar aquí... yo...

Lo que no conoces de mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora