Capítulo 8

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Ever.

Salí lentamente de la casa del esposo de Rachel, con la furia ardiendo dentro de mí. Ryan era muy bueno sacándome de mis casillas, y eso me preocupaba. No podía perder el control en su presencia. Era demasiado receptivo. Incluso más que Rachel.

Había tenido la esperanza de encontrarla y felicitarla lo más pronto posible, para poder pasar el menor tiempo en compañía de su esposo y su hijo. Pero eso se había ido completamente a la basura.

Miré a mí alrededor con un poco de nostalgia. La casa de Richard estaba ubicada en una de las zonas más lujosas de la cuidad, y por alguna extraña razón, pensé en mi casa. Es decir, mi verdadera casa... mi hogar. Aunque sabía que era algo totalmente estúpido, ya que yo no vivía en un área precisamente parecida a la que observaba con detenimiento en esos momentos.

Recordé que era casi lo opuesto. Aunque no es su totalidad. No vivía en la peor área, más bien en el intermedio. Es decir, no vivía con la alarma alborotada por los posibles malandrines que pudiera encontrarme en el camino. Esa clase de cosas no me preocupaban en lo absoluto. Me creí intocable, y por supuesto, fui devuelta a la realidad de la forma más cruel.

Me tensé. Pensar eso no hacia ningún bien.

Caminé acompasadamente con las manos dentro de los bolsillos de mis pantalones, jugueteando con mis llaves. Dejé vagar mi memoria hasta Ryan, y una imperceptible sonrisa de suficiencia se formó en mis labios. Había sido muy fácil callarlo, pero lo hubiese sido más si Rachel ya les hubiese dicho acerca de mi decisión. Sin embargo, sabía que no tardaría en hacerlo, así que prácticamente no tenía nada de qué preocuparme.

Tardé por lo menos una hora en llegar a la casa de Rachel, crucé el diminuto jardín que le daba vista a la fachada de la casa, abrí la puerta y la cerré silenciosamente a mis espaldas. Todavía estaba cansada del vuelo de seis horas. Volar siempre me dejaba agotada.

—Señorita Ever —la voz de Casey me sobresaltó haciéndome pegar un pequeño brinco de susto.

—Hola Casey —saludé recuperando el aliento—. Sólo dime Ever por favor, lo de "señorita" me hace sentir de lo más extraña —expliqué con tranquilidad.

—Ever —me sonrió abiertamente. – Pensé que iría... irías a ver a Rachel.

—Fui, pero aún estaba dormida.

—Bueno, tuvo una noche bastante alocada a decir verdad —espetó sonriendo de oreja a oreja con los ojos brillantes.

—¿De verdad?

—De verdad —afirmó—. Estaba un poco descontrolada, se pasó con las copas.

Solté una pequeña risita imaginándome la escena. Casey me miró con la boca abierta, ella no estaba acostumbrada a verme reír. Me deshice de mi alegría en un santiamén y volví a mi expresión habitual.

—¿Qué hizo? —pregunté curiosa.

—Bailó como toda una amazonas, sacudiendo las caderas y todo —Casey sonrió con alegría, recordando el momento—. También atormentó al pobre Richard con un par de conversaciones bochornosas frente a sus amigos.

—Vaya —murmuré sin poder evitar sonreír un poco. Rachel era mujer excepcional en todo lo que hacía, pero definitivamente beber no era para ella. Literalmente enloquecía con una copa de brandy.

—Debes estar bromeando.

—Fue algo digno de ver, si le soy sincera —hizo notar con diversión reflejada en toda su expresión.

Me crucé de brazos y le dediqué una mirada reprobatoria, pero sin ser fría ni indiferente, quería que viera que estaba divertida aunque solo se notara con ese gesto.

Lo que no conoces de mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora