9. La ciudad de la nieve

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—¿De dónde ha salido todo esto?— pregunto mientras busco el sofá más cómodo. Hace años que no toco un sofá.

La chica del pelo corto me mira y dice que es un secreto, luego toma un trozo de metal y lo convierte en una escoba de carreras. No sé si admirar más la escoba o la cara de pícara que pone ella. ¿Cómo puede ser que exista un poder así?

—¿Los helicópteros y las naves también las has hecho tú?

—¿Te gustan?— me responde —los enanos se quedaron fascinadísimos.— Su voz se ha energizado mucho, si se puede emplear esta palabra —¿Te has fijado en las naves imperiales?— sus ojos brillan por la emoción —¿Y has visto los láseres? Claro que no, si no los hemos empleado— Se ríe con una risa forzada. Me llama mucho la atención que sea capaz de dirigir a un grupo de la manera en que lo hace y, por otro lado, sea una persona tan peculiar.

—¡Me parece brutal!— Le contesto —¿puedes hacer cualquier cosa?

—Yep, cualquier cosa que imagine o que recuerde, aunque la imaginación y el recuerdo no son cosas tan diferentes— Se me queda mirando esperando mi respuesta.

No se la doy porque me he quedado pensando en las posibilidades que tiene ese poder. Con eso podemos arreglar muchas de nuestras carencias. La primera es la de la comunicación. Ahora dependemos demasiado de Observador y no le podemos dar respuesta, pero si tuviésemos walkis o teléfonos...

Me corta la reflexión al pedirme si podemos ir a la mesa. Veo que tiene el hábito de empezar a moverse sin esperar respuesta por lo que la sigo sin rechistar.

Saca una bola de metal y la transforma en un mapa, un boli y folios. Tensa el mapa por la mesa y me lo enseña.

—Hemos estado estos últimos meses intentando cartografiar este mundo. Ha cambiado mucho en cosa de 5 años.— Mira

Saca otro mapa más pequeño y lo pone encima para que lo vea —Así era este mundo hace 6 años y así es ahora.

La diferencia no está tanto en la forma, que ha cambiado un poco porque está lleno de islas que se han movido e incluso montañas que han cambiado de lugar, sino en el color del mapa. Si antes era un mundo de verdes rojos y azules, ahora es un mundo de arena. Casi todo parece arena.

—Han sido los dragones, ¿verdad?— le pregunto escandalizado. Es demasiado que sea así por todo el mundo.

La chica me mira como extrañada y me dice —No, ha sido el cambio climático. De alguna manera afecta a este mundo también pero lo hace rapidísimo.

Me deja pensativo, tras un rato de silencio digo.

—Sabes que todo lo que aparece en este mundo es porque alguien lo ha imaginado antes, ¿no?— Le digo —Esto es un desastre. Vete a saber que imaginó quien haya sido...

La chica parece que ha decidido omitir mis palabras y sigue hablando.

—Hemos estado investigando. Hay grupos de personas que viven en poblados esparcidos por estas zonas.— Me señala partes del mapa. —Hace años había muchísimos más pero, por alguna razón, se han ido desvaneciendo y han ido desapareciendo. El mundo está devastado. Nosotros vamos haciendo rondas para buscar soluciones a todo esto, una vez al mes venimos aquí a poner en común. No nos esperábamos encontrar a nadie. Los enanos nos ayudan mucho y confían en que podamos arreglar el problema que hay pero nos estamos quedando sin ideas.

—En mi grupo hay una chica capaz de invocar tormentas, pero dudo que eso solucione el problema. No me parece que colgarle el marrón a una sola persona sea la forma de arreglarlo, solo sería esclavizarla.

En ese momento escucho una voz que dice—pues a mi sí que me parece bien.— Al girarme veo a la gemela morena que se ha separado del grupo de los sofás y se acerca a nosotros. Me doy cuenta de que la sala que antes estaba saturada en decibelios ahora está totalmente callada, todos nos escuchan. La gemela sigue hablando. —La verdad es que lo estaba pensando mientras veníamos hacia aquí. Lo de que los dragones habían provocado todo esto me parecía raro.

La Puerta DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora