16. El otro lado de la puerta

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La despedida de Miguel me ha dejado frío. En el suelo, frente a mis pies, hay una barrita, acabo de verla. La mota sigue allí.

—¡Fausto! Aún hay muchos dragones fuera, tenemos que hacer algo.— Lucas tiene el don de anclar a la gente al presente. Lo hace siempre. "La despedida de Miguel ya ha sido, ahora es otra cosa". Lo vive todo así.

—¿Y qué quieres que haga?— Le pregunto

—Hablar, a ti te entenderán. Además que hablar se te da de fábula— creo que está intentando descargar un poco el peso pero no es posible, esa frase está muy fuera de lugar.

—Fausto es ahora o nunca— Esta vez me lo dice Sofi, en algún momento me ha cogido la mano con las dos suyas y me mira implorativa. En verdad tienen razón. Busco a Sarah para que me deje una escoba, pero tampoco está. Ir con la nave no va a servir. Empiezo a mover los brazos, los dragones me miran y vigilan desde sus sitios. Me dirijo al centro de la montaña, allí hay un dragón negro que duerme tranquilo, parece un colacuerno, su aura es rosa. De hecho casi todos son rosas. No sé qué significa solo sé que de momento estoy a salvo.

Amplifico mi voz.

—Dragones, soy Fausto, ¿podéis entenderme? —Se me acerca uno que me resulta familiar y me pregunta —tú eres Blanco, ¿Verdad?— tardo un poco en entender que se refiere a mi color de dragón, debe ser el mismo que me habló cuando me transformé.

—Sí, esta es mi forma humana— le contesto. Luego miro a todos y les digo— Este mundo tiene un código que han firmado todos sus habitantes. Faltáis vosotros por hacerlo. Sois seres libres que compartís el mundo con otros seres libres. También sois sabios y entendéis que tener poder no os convierte en poderosos, porque el mayor poder es la libertad y sin el tratado vuestra libertad será muy pobre. Tenéis el mundo lleno de islas tanto en el mar como debajo de él, islas flotantes. Podéis explorarlas. Hay tesoros escondidos que hemos dejado los humanos y que no sabemos dónde están, buscarlos. Hay montañas que os están esperando con sus volcanes o sus glaciares. Convertios en guardianes y protectores de la naturaleza, ese es el tratado. Sed libres si queréis. Haced gala a vuestro ser. No renunciéis a ser poderosos, no renunciéis a ser libres. Solo el poderoso que es libre puede proteger el mundo"

***

—Ese discurso ha sido muy raro— comenta Sofi, estoy en la nave y acabo de despertar, estamos volviendo a la mina— ¿qué ha pasado? te desmayaste después de decir la última palabra.

—La verdad es que no lo sé, me apabullaron todos los dragones a pensamientos y palabras, no pude detenerlos. Creo que les llegó el mensaje, ¿No?

—De alguna manera lo hizo porque cuando acabaste se empezaron a dispersar— dice Jorge.

—No recordaba que estuvieses por aquí— le digo sorprendido.

—para que lo sepas yo iba diciendo a cada uno donde pensaba atacar el gran Dragón en la pelea final— me dice Jorge.

—El Pokémon.

—Tú no lo viste, esa cosa daba mucho miedo.

En la nave estamos todos los que vinimos y más gente. Liedna también está, la veo preocupada, su color es azul, totalmente azul.

—Liedna, ¡al final hemos conseguido ir a los dragones!

—Sí, y ha sido una temeridad.

—Una temeridad que creías que nos tocaba hacer a nosotros y no a vosotros, ¿no?

—Ya no lo sé.— Me contesta Liedna. —Son fruto de la horneada por lo que ella debería encargarse, pero el objetivo de los dragones eran los humanos... No sé qué pensar. Míralo así, la siguiente horneada no tendrá que lidiar con un ejército de dragones poseídos.

La Puerta DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora