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Presente.

Los días pasaban más rápido que cualquier cosa, después de aquel pequeño incidente en el cuarto de la cárcel Spreen y Shadoune no hablaban como lo hacían antes, solamente se encontraban en reuniones en la cuales estaban todos, ahora podía sentir la incomodidad del azabache cada que se cruzaban, solo esperaba que el plan saliera como lo explicaba, sino la incomodidad lo mataría, quería hablar con él como antes pero simplemente no podía después de todo lo que paso entre ellos aquel día, debió haber dicho que no cuando el osezno se ofreció a ayudarlo.

Por lado del de lentes oscuros después de lo que pasó sentía vergüenza de haber hecho eso, mucho más con alguien con el cual no tenía una relación y podía no estar en sus cinco sentidos debido al celo, rogaba para que esa tensión se acabase, pero no podía ni mirarlo a los ojos o dirigirle la palabra sin hacer que su voz se entrecorte.

Se alejaron, mucho más el azabache cuando se dio cuenta de que podría estar utilizando al ente para olvidar al chico arácnido.

Se cruzaba con Roier aveces en las duchas o comedores, solo podía bajar la mirada y el contrario solo podía tratar de ignorarlo.

Habían pasado con exactitud cinco meses desde que entró a la cárcel, no había pasado nada nuevo hasta que unos guardias lo llamaron.

—¿Spreen?— Preguntó el guardia.

—¿Si?— Respondió con confusión y dudoso, el guardia lo tomaria por sorpresa poniéndole unas esposas, no le dio tiempo de reaccionar y tampoco tenía ánimos para pelear.

Le pareció curioso que el guardia lo llevara a la oficina del quien mandaba en la prisión, el dueño de la cárcel, vegetta. Y con el estaba el oso castaño que vio antes, Rubius.

—Spreen.— Una voz que nunca antes había escuchado pronunciaba su nombre, era Vegetta.

No respondió, cruzandose de brazos manteniéndose firme —Vaya, eres más parecido a tu padre de que lo que pensaba.— El castaño interrumpió —Vegetta, ya hablamos esto.—

Mientras tanto el de lentes oscuro solo podía mirar en silencio “¿Padre? ¿A qué se refería?” Pensó el azabache, hasta que lo sacaron de sus pensamientos.

—Ven aquí.— Lo llamo el pelinegro.

El azabache se acercó como había dicho el contrario, no es como si tuviera otra opción.

Pasaron unos segundos en el que el pelinegro solo sonreía, sacó algo de un cajón del escritorio que no lograba distinguir, una navaja pasó por sus ojos, la cuál logró esquivar, cortandole un mechón de pelo.

—Que mierda...— Pronunció molesto, gruñendole.

La puerta de la oficina se abrió, era un guardia que traía con él a alguien que ya conocía, era Shadoune, quien venía empapado de sangre y algo lastimado.

—¿Shadoune?— En los ojos del osezno se veía confusión y a la vez un poco preocupado por lo que podía pasar.

—¿Se conocen?—

—Sí, es mi compañero de equ..—

—Bien, vete con el a enfermería. — Ordenó el otro pelinegro que tenía al frente, gruñó por última vez, antes de salir con Shadoune y el guardia hacia enfermeria.

Cuando quedaron a solas el castaño y el pelinegro el único oso que quedaba en la habitación lo regaño, mientras que recogía el mechón de pelo que estaba en el suelo y lo ponía en una bolsita, entregándoselo a al pelinegro.

𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐑𝐄𝐉𝐀𝐒.⸺𝗦𝗵𝗮𝗱𝗿𝗲𝗲𝗻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora