9-Empieza el fin (parte 2)-

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Todo estaba negro. A pesar de notar los ojos abiertos, no era capaz de distinguir nada. Lo último que recordaba eran los golpes que me metió mi alter ego y ya. 

Notaba mis manos temblar a causa del miedo que me estaba dando estar en ese lugar completamente oscuro, escuchaba perfectamente el latir acelerado de mi corazón. 

No sabía dónde estaba, no entendía nada, pero mis emociones estaban a flor de piel y eso me generaba ansiedad. No podía controlar nada ahora, estaba solo, sin ayuda en un sitio completamente oscuro e insonoro. 

Los cantos de pájaros que estaba acostumbrado a oír cuando mi otro yo estaba en posesión de mi cuerpo desaparecieron completamente, no quedaba nada de aquel paraíso. 

Todo se había destruido. Al igual que en mi vida, nunca había sido perfecta pero había encontrando momentos de paz que siempre  me fueron arrebatados. 

¿Esto era realmente la muerte? Pensé mientras intentaba tranquilizarme, si fuese esto entonces menuda mierda. Aquí no hay paz ni sufrimiento. No existe ni cielo ni infierno, solo la nada. 

Mis ojos nunca se adaptaban a esa oscuridad que me envolvía dentro de ella, tal vez porque de verdad estuviera en la nada. 

Pensé en mi vida y a pesar de que me esperaba deprimirme por no haber vivido mi futuro con Sarada o no haber vivido más tiempo no fue así. Sentí nostalgia, pero no de la mala, era una nostalgia difícil de explicar. 

Me senté y reflexioné sobre todo lo que había vivido, sobre todo aquello que sentía por Sarada, sobre mi madre asesinada por mi padre, sobre cómo mi padre me intentó matar y como aquella misión había acabado poco a poco con mi vida.

No solo creó otro yo más sangriento y macabro, esa misión hizo que me replanteara muchas cosas sobre mi vida. Quién quería ser realmente, quién era yo. Y, nunca llegué a encontrar respuestas. 

Y ahora, aquí me encuentro, en la nada, sentado en un suelo frío, recreando escenarios vividos y pensando en mi vida. 

Sarada. Ella era la que más me había hecho cambiar, antes odiaba a todos y cuánto menos relación tuviera con ellos mejor, y el conocerla, hizo que me abriera más con las personas y fuese más activo socializando. Y, no solo eso, fue la primera y única persona de la que me enamoré realmente, la única con la que hubiese tenido un futuro, la única que amé. 

No podía dejarla, no otra vez. Ya bastante capullo fui alejándome de ella.

Soy ____ Namikaze, y Sarada es mi novia, lucharé por ella hasta la muerte.

Me centré en mi nuevo objeto, salir de aquí para proteger a Sarada.

Cerré los ojos y empecé a centrarme en mi cuerpo. Me imaginé moviéndome por Konoha, corriendo a través de los tejados, me imaginé en mi casa en la misma postura segundos antes de entrar en mi mente, sentí todo el peso de mi cuerpo, era como si volviera a entrar en mi cuerpo.

Entones el silencio desapareció, las manos dejaron de temblar y el corazón volvió a latir a la normalidad mientras que una ligera brisa golpeaba mi rostro. Me sentí libre por primera vez en muchos años, no solo libre, me sentí más ligero y fuerte que nunca. Era como si todo lo malo hubiese acabado. 

Pero tan solo estaba empezando todo.

Abrí los ojos y no había rastro de aquel lugar completamente oscuro y silencioso. Estaba en mi casa otra vez. Sin embargo, lejos de emocionarme por eso me abrumé al darme cuenta de que mi otro yo estaba también fuera y sabía perfectamente dónde se encontraría. 

En casa de Sarada, acabando con lo único que me hace vivir y poder acabar con él. 

Salí rápidamente de mi casa. No entendía que me pasaba pero mi velocidad había incrementado considerablemente hasta el punto de que estuve en casa de Sarada en la mitad de tiempo de lo que tardaba normalmente.

Accedí a su ventana como en los viejos tiempos y la observé. Estaba acostada en la cama, con las sabanas por encima de su cuerpo tapándole el pijama rosa seguramente. Su cara apoyada en la almohada me dio un sentimiento de ternura y deseé llenarle la cara a besos. Mierda, me había vuelto un cursi. 

Entré en su cuarto en completo silencio, mi chakra rebosaba por mi cuerpo y tenía miedo de que lo notara y se despertara asustada, en cambio ni se inmutó. Me senté en el suelo de su cuarto frente a la cama y me quedé esperando pacientemente a que él apareciera.

Pasaron minutos, probablemente horas hasta que finalmente apareció aquel sujeto que me había jodido la vida. Entró por la misma ventana en la que yo había accedido al interior del cuarto hace una hora y sonrió al verme.

—Vaya vaya, no te esperaba por aquí la verdad, pensé que te había enviado a la nada.—exclamó al verme. Era raro verme en frente mío sin un espejo de por medio pero no me quedaba de otra que acostumbrarme.

—Sorpresa viejo compañero de mente. Mucho tiempo sin vernos.—contesté mientras me preparaba para la pelea que se avecinaba.

Sabía de sobra que le tenía que vencer aquí y ahora o prepararía la mayor guerra jamás vista en la historia de la humanidad. 

No tenía miedo, una fuerte confianza rebosaba sobre mí, me sentía más ágil, más fuerte y sobre todo más inteligente que nunca. Estaba seguro que ganaría. Probablemente, ahora mismo sería el más poderoso de todos.

Sin esperar a respuesta alguna me lancé sobre él y se sorprendió por mi velocidad con lo cual le enganché perfectamente un gancho derecho haciendo que rodase sobre sí mismo en el suelo del cuarto.

Sarada ni se percató del ruido producido por eso. Ni Sarada ni Sakura que no subió a ver que estaba pasando. Era como si estuvieran sumergidas en sueño profundo del que pasara lo que pasara a su alrededor no iban a despertar. 

Bueno, en el fondo no importaba que no se enteraran, no iba a necesitar ayuda, yo solito me bastaba para vencerle.

Avancé hacia él mientras se volvía a incorporar. Me quedé viéndole cómo se incorporaba y cuando estuvimos cara a cara otra vez hizo un jutsu de bola de fuego el cual esquivé como quien esquiva un objeto lento. No entendía nada, estaba más fuerte que nunca, más ágil y los jutsus se movían a cámara lenta. 

—Lo siento pero aquí se acaba todo.—expresé con una mueca de superioridad y victoria a mi rival.

Realicé un último jutsu, Chidori, y con él, le atravesé sus pulmones, pasando por su corazón y finamente la piel trasera.

Él me miró completamente aturdido y los dos caímos en el suelo desplomados. La oscuridad me volvió a envolver por última vez. Sólo que esta oscuridad a diferencia de la anterior no fue completamente oscura.

La oscuridad me tragó pero a los segundos sentí una paz inmensurable y no había nada de oscuridad ya. Estaba en un bosque que parecía sacado de un libro de fantasía, el río totalmente limpio y transparente prácticamente mojaba mis pies, los pájaros cantaban a mi alrededor acompañados del sonido de una cascada.

Era el paraíso para mí.

Entonces escuché una voz que me llamaba. Me giré y ahí vi a mi madre.

La amistad (Libro 2) {COMPLETADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora