capítulo 3: Cosas de ninja.

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Miró la taza en sus manos, soplando lentamente el vapor que se elevaba. Trató de ignorar las miradas de los demás que sentía sobre sí mismo.

Hace solo unos minutos, estaba parado en sus puertas. Ahora, estaba tomando un té en la cocina. Era obvio que la mesa alrededor de la cual estaban sentados estaba hecha para cinco personas, o, en su caso, mutantes, y que todos tenían su propio asiento habitual.

La verdad era que Leonardo no quería irse. No precisamente. Sabía que ellos sabrían que salió de la guarida. Sobre todo, quería saber qué harían. Había esperado que lo detuvieran, o al menos lo intentaran, pero no... esto no.

Quería saber. Lo conocían, conocían su antiguo yo, eso era seguro. Sentía que podía confiar en ellos y quería hacerlo, pero quería confiar tanto en ellos.

—Sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad?

dijo eventualmente cuando el silencio comenzó a volverse incómodo.

Donatello se aclaró la garganta, hablando vacilante:

—Yo estarías de acuerdo, me encantaría examinarte.

Se estremeció, levantando la cabeza para mirarlo.

—¿Quieres qué?

La pregunta fue cautelosa, dicha con miedo oculto e ira defensiva.

—Solo un examen médico

explicó rápidamente el ninja púrpura. 

—Sería mejor si supiéramos tu condición.  Todos podemos decir que tienes nuevas cicatrices y no quiero ni pensar en cómo las obtienes, pero me gustaría saber si hay más.  Sería genial si supiéramos lo que recuerdas y si la pérdida de memoria es permanente o no.

Una vez más, Leonardo miró hacia abajo, llevándose la taza a los labios y bebiendo en silencio.  Lo que dijo Donatello tenía sentido y tal vez podría ayudar a descubrir qué sucedió. 

—Está bien

asintió. 

—Eso suena bien, en realidad.

Donatello le sonrió, con los ojos brillantes. 

—Me alegra escucharlo.  Según lo que dijiste antes, parece que recuerdas todo lo que sucedió después de ti, bueno, después de que lo olvidaste.  ¿Tengo razón?

Leonardo rió sin humor. 

—Bueno, recuerdo todo desde el desierto.  Lo cual fue

hizo una pausa, contando.

—¿Cuánto tiempo estuve... inconsciente desde nuestra pelea?

—Trece horas

respondió Raphael al instante.

—Qué fue hace nueve días.

concluyó.  Estuvo vivo durante dieciocho años y sólo recordaba nueve días de ello.  Bueno saber. 

—Pero sí, recuerdo todo lo que pasó en ese tiempo.

Se miraron el uno al otro, evidentemente preocupados e inquietos. 

—Está bien

exhaló Donatello. 

—Al menos sabemos que tu capacidad para recordar cosas nuevas no está dañada.

Miguel Ángel se apoyó en los codos sobre la mesa.  Y recuerdas cosas del pasado.  O al menos tu cuerpo lo hace.

Bien. 

Con Un Toque De Azul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora