O N C E

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A la mañana siguiente, Seokjin se dio la vuelta buscando la calidez de la piel de Namjoon, pero en su lugar encontró las sábanas. Mientras parpadeaba pasaron varios segundos antes de sentarse.

Namjoon se había ido.

Una sensación llena de pánico, de esas que aceleran el corazón, apuñaló a Seokjin mientras escaneaba la habitación. Por una fracción de segundo revivió ese horrible momento en el cual llegó a casa sólo para descubrir que Namjoon había empacado sus cosas, no quedaba ni un rastro de él en el apartamento.

Y todos los días dolorosamente solitarios que le siguieron.

Y entonces sus ojos aterrizaron en la bolsa de lona de Namjoon en la esquina de la habitación de invitados y los hombros de Seokjin se relajaron con alivio. Cruzó sus piernas plantado sus codos en sus rodillas y su cabeza entre sus manos, su corazón seguía martillando con fuerza.

Buen Dios, ¿cómo había dejado que las cosas llegaran hasta este punto?

Desde la primera vez que había perseguido a Namjoon, Seokjin había entrado en un círculo vicioso. Durante el curso de dos días, lentamente había ido arrojando sus buenas intenciones, una por una. Expulsar las emociones reprimidas que le restaban y la lujuria por joder a Namjoon era una cosa. ¿Despertarse en una cama y preocuparse de que el hombre se hubiese ido para siempre? Eso era muy distinto.

Cristo, sentía como si se estuviera deslizando lentamente hacia un lugar en donde no quería estar.

Había empleado cada técnica de relajación que conocía para tratar de mantenerse en calma mientras lidiaba con Namjoon. Llegado a este punto, había estado dispuesto a escuchar Wightless de Marconi Union, la canción que induce al trance -diez horas completas de monotonía con la mente entumecida en la versión de Youtube- sólo para amortiguarse lo suficiente como para lidiar con lo que tenía por delante.

Ya que esa no era una opción viable, Seokjin salió a rastras de la cama y se metió a la ducha, concentrándose en el sonido y sintiendo la calidez del chorro sobre su piel y el fresco aroma del jabón. Vació cada pensamiento de su mente hasta que se sintió más controlado y el agua se volvió fría. Sintiéndose mejor, se vistió y salió por el pasillo que llevaba a la sala de estar.

Y entonces avistó a Hoseok sentado en el sofá.

Sus ojos marrones posados en Seokjin, su amigo dijo: —Entonces...

Cada intento de lograr un estado parecido al Zen explotó como una de las latas de combustible falso de Namjoon.

—¿Qué es esto? —continuó Hoseok—. ¿La hora oficial de la demencia?

Dios, sí.

En vez de eso, Seokjin dijo:— No sé de qué estás hablando.

—¿Aquí es donde finalmente llego a ver como se te revientan las costuras? —dijo mientras se ponía de pie.

新郎的选择² [ NamJin | JinNam ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora