Después de presentarnos correctamente en el comedor, Bryanna, Brooke y yo nos hemos hecho bastante unidas pero, la hora de pagar por defenderme, nuevamente, ha llegado así que, me retiro del comedor, donde casi no queda nadie y me dirijo al aula donde el profesor debe de estar esperándome.
Camino rápido, quizás si termino temprano, pueda volver a ver a Bryanna y Brooke antes del cierre. Me gustaría preguntarlo acerca del grupito ese, sobre todo de aquel chico rubio de pelo largo y mirada de asesino y, de mi compañera de cuarto, quizás ellas sepan algo que yo no.
Al fin llego al pasillo donde el aula se encuentra. Todo está perfectamente iluminado por luz artificial, no dejo de mirar el techo, las paredes, el suelo, todo es blanco, todo es tan monótono y aburrido. Hasta que finalmente miro al frente. Justo frente a mí, con muchos metros de distancia separándonos, se encuentra aquel chico rubio sin expresión, Kilian, que me mira con algo de autosuficiencia.
Cuando llego a la altura de la puerta del aula, tardo un poco en perder el contacto visual con Kilian y meterme en el aula. Llamo tres veces para luego entrar. El profesor está mirando por la ventana, parece no haberme escuchado entrar por lo que me acerco levemente a la mesa donde están sus cosas. Millones de papeles revoleados sin ningún orden se encuentran allí, tirados.
Busco entre ellos algo que me interese. Incluso muevo algunos levemente con la mano pero, cuando parece que voy a encontrar algo interesante, él se gira y yo aparto la mano lo más rápido posible aunque no voy a ser de esas que dicen: "Seguro que no me ha visto, he sido muy rápida". Sé que me ha visto y he notado lo tenso que se ha puesto, aunque fuera por unos segundos. Unos instantes que casi nadie notaría pero, yo sí.
- Profesor, he venido a disculparme. No debería haber juzgado sin pruebas – digo como si estuviera relatando algo que acabo de memorizar –. Adam dice que esto es normal que me pase, por todo lo que tiene que ver con la razón por la que estoy en este centro.
Él enarca una ceja y se pone a dar vueltas y vueltas alrededor de mí. Me sigo sintiendo como un trozo de carne listo para ser comido y, me da mucho asco. Los tíos son demasiado asquerosos.
- He de irme – digo al ver que no dice nada.
Comienzo a caminar hacia la puerta pero una presión en la mano me hace pararme. Me está agarrando fuertemente. Me giro un poco para mirarlo, apenas se ha inmutado.
- ¿Podría soltarme?
Jalo incesantemente de mi brazo hasta que consigo que su agarre afloje y pueda huir pero, no soy lo suficientemente rápida y él ya ha cerrado la puerta antes de que pueda llegar. Escucho ese jodido "clic" que hacen las cerraduras cuando la llave termina de dar vueltas y, se cierra.
Tengo los nervios a flor de piel. Noto como mis manos me sudan. Siento las piernas endebles, como si fueran de plastilina. No consigo reaccionar, lo veo acercarse a mí pero no puedo correr, tampoco tengo hacia dónde. Mi boca parece no querer funcionar y, mis ojos ya están peleando por aguantar el llanto. Ya sé lo que viene. No me gusta.
Por instinto, supongo que me empiezo a mover hacia atrás, como si fuera una presa tratando de huir del depredador y, en realidad lo soy. Soy la presa tratando de huir de aquel que quiere hacerme daño. Pero, me choco con su mesa. No tengo más sitio por el cual tratar de huir. Él lo sabe. Lo puedo ver en sus ojos y en su sonrisa, esa sonrisa de satisfacción como si eso fuera lo mejor del mundo aunque, en cierta medida, lo es. Para él, lo es.
Finalmente, él se acerca más y más. Puedo notar perfectamente su cuerpo contra el mío. Su miembro contra mi barriga. Los nervios no me dejan moverme bien. No consigo hacer ni un solo movimiento lógico.
- Me has obligado a hacer esto – susurró a mi oído mientras me subía al pupitre más cercano –. No pensaba hacerte nada pero, yo sé porque hablaste esta mañana – dijo con la voz más y más ronca –. Deja ya de fingir sé que lo estás deseando. No seas más puta.
Traté de negar con la cabeza mientras las lágrimas comenzaban a bajar por mis mejillas. Quería gritar pero no podía, me era imposible.
Su mano izquierda, comenzó a bajarme el mono que llevaba como uniforme, quedándome solo con la parte de abajo del mono aún no quitada, aún segura, y la camiseta que me había dado para llevar debajo del mono.
- Por favor no me haga esto.
Mi voz salía rota, en un sollozo que no podía controlar.
Pero a él sólo pareció excitarle un poco más y su camiseta voló por la habitación para luego forcejear contra mis pocas fuerzas para sacarme la camiseta. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?
Una vez que mi camiseta está en el suelo y mis pecho simplemente tapados por un sujetador. Su boca comienza a buscar la mía. Al ver que no le respondo al beso que trata de darme, me pega una cachetada. Rápidamente, comienzo a notar ese asqueroso sabor amargo en mi boca, sangre. En circunstancias normales, no me hubiese importado tener ese sabor en mi boca pero, ahora mismo me asqueaba.
- No me lo pongas más difícil. No te quiero hacer daño – dijo él mientras su mano derecha buscaba mis pechos, lo poco que se veía gracias al sujetador.
- Por favor, no.
Él se ríe ante mi intento.
- Te prometo que será rápido pues. Pensar que yo lo quería hacer lento y personal, que pasásemos un buen momento ¿por qué las tías lo tenéis que hacer todo tan difícil?
Su voz suena alterada y ronca. De repente, me levanta en peso a la vez que baja lo que queda del mono dejándome solamente en las bragas. Ahora sí. Mi voz responde y comienzo a pedir ayuda. A dar gritos lo más fuerte y agudos que puedo. Tengo miedo. Está pasando, otra vez.
- No importa cuánto grites, nadie te va a escuchar, nadie te va a ayudar.
Veo como se separa un poco y se desamarra la correa de los pantalones. Sigo gritando. Es posible que sí que haya alguien que me pueda escuchar pero, no creo que vaya a hacer nada por mí. Hasta que, de repente, la puerta comienza a ser golpeada.
- ¡Por favor! Estoy en medio de una clase particular – dijo él como si nada mientras con manos ansiosas se desabrochaba el botón.
La puerta seguía sonando pero, era demasiado dura como para que alguien la tirase abajo. No servía de nada, lo iba a hacer.
A través de los calzoncillos veo su inminente erección. Su sonrisa psicópata. Sus ojos me devoran con la mirada. Entonces dejo de gritar. Ya no estoy allí, estoy en aquella cama, pero no puedo mover mi cuerpo, casi no puedo pensar correctamente. Veo a Martin Jones, el chico que mate cogiendo su móvil. Hay dos chicos junto a él. Reconozco sólo a uno de ellos, Louis Bane; el otro, tiene una chaqueta del equipo de fútbol americano de otro instituto.
Veo como me devoran con la mirada, como, mediante piedra papel o tijeras, se turnan para violarme. El primero es Louis. Él y yo habíamos tenido una historia pero, cuando trató de que tuviéramos sexo, corté todo vínculo con él. Escucho como unas palabras salen de su boca pero, no las escucho claramente, como si estuvieran distorsionadas.
Noto como me sube el vestido y me baja las bragas rápidamente, está deseoso. Se desabrocha los vaqueros que llevaba y se saca su enorme pene de los calzoncillos. Comienza a decir algunas tonterías antes de meter su pene en mí. Ahí llega el dolor. Pero no es un dolor tan agudo, supongo que será por las drogas. Pero él sigue, se mueve rápidamente dentro y fuera de mí. Oigo como grita cosas pero sigo sin entender nada.
Hasta que ya, no veo nada. Todo se ha vuelto oscuro y noto mi cuerpo más y más débil. He perdido el control sobre él. No tengo fuerzas, ninguna razón para luchar.
ESTÁS LEYENDO
SCREAMING
Teen FictionMe perdí en mi mente. No sabía dónde estaba o hacia dónde me movía. Caminaba descalza pero era incapaz de sentir el frío o el calor bajo mis pies. No entendía que estaba pasando. Hasta que, en un momento de lucidez pensé que era un sueño, para mi de...