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Desde que tenía memoria, Sasuke creció sabiendo que su familia alguna vez perteneció a la alta alcurnia; eran un clan respetado, vivieron en grandes mansiones, poseyeron una enorme fortuna, pero lo más importante, estuvieron a un solo paso de ocupar el trono.

Aunque claro, él nunca experimentó de primera mano ninguno de esos lujos.

En cambio, sí conoció lo que era vivir en la miseria y el rechazo.

Itachi era un bebé cuando la familia cayó en desgracia; por lo que, sin duda, el más afectado había sido su padre, quien vivía en constante amargura por la vida que le habían arrebatado, y un profundo rencor hacia aquellos que habían cometido tal injusticia.

—¿Sabes algo, hijo? Tu abuelo estuvo a punto de convertirse en rey cuando el futuro de Konoha era incierto. Si ese Sarutobi y la familia real no hubieran conspirado en nuestra contra, ahora mismo estaríamos viviendo en el Palacio Real y tendríamos a todo el reino a nuestros pies —Fugaku relató una vez, de la nada, mientras comían lo que su madre, con tanto esfuerzo e ingenio, había logrado cocinar.

—¿Por qué conspiraron en contra nuestra, padre? —inquirió el pequeño Sasuke, fascinado por el relato que le sonaba más como a un cuento de hadas.

—Es por nuestro ancestro, Madara. Él y Hashirama Senju solían ser muy amigos, pero se distanciaron debido a que el primer monarca entregó "por su buena voluntad", parte del territorio de la nación a los otros reinos. Por supuesto, Madara le hizo saber la gran tontería que había cometido, pero Hashirama no lo escuchó y siguió tomando decisiones cuestionables; así que Madara llegó a la conclusión de que el reino peligraba bajo el mandato de un Senju, por lo que hizo lo posible para persuadir al Parlamento de destituir a Hashirama de su cargo, pero éste se enteró y lo exilió de Konoha. El clan debió haber tomado cartas en el asunto desde aquella primera falta, pero no lo hicieron por ilusos y ahora henos aquí, rodeados de miseria cuando deberíamos de habitar el mismísimo palacio.

—Eso no tiene sentido, padre, ya que con el nacimiento del heredero, nos habrían destituido de nuestro puesto —refutó Itachi sin tomarse muy en serio la historia de Fugaku.

—¿Y tú crees que íbamos a dejar que nos arrebataran el trono así nada más?

De esta forma fue como Sasuke comenzó a llenar su pequeño corazón de odio, pero no solo por los relatos de su padre, ya que el mundo exterior también contribuyó en gran parte a fomentar aquel resentimiento e impotencia que lo acechaban desde temprana edad.

No solo estaba harto de la precariedad de su situación, del desprecio y la marginación de su familia y de las injusticias del mundo. También estaba cansado de esperar que alguien hiciera algo para cambiar su situación, porque las condiciones en las que vivía eran inhumanas, más teniendo en cuenta que él no era responsable de los errores de sus antepasados.

Por que, si un gobierno permitía que cientos de personas, contando a los inmigrantes, vivieran bajo estas condiciones, entonces eso significa que el sistema no funciona y necesita ser cambiado.

Y Sasuke se dio cuenta de esto al indagar en los archivos de su familia.

Los rayos del sol iluminaban por detrás la mansión en la que Madara solía vivir, pero en lugar de resaltar la majestuosidad del lugar, asentó el aspecto tétrico y abandonado que mantenía a los curiosos a raya.

Excepto para Sasuke.

Entre el clan se decía que el lugar albergaba los famosos diarios de Madara, en donde se revelaban los mayores secretos de la monarquía. Por supuesto, Itachi en algún punto decidió entrar y buscar esos diarios para comprobar si el ídolo de Fugaku era digno de admirar, y para saber más sobre su historia familiar.

Nacida para ser ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora