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El país del fuego era un reino hermoso y próspero gobernado por la familia Namikaze. La capital se llama Konoha, y fue bautizada así debido a los grandes árboles frondosos que crecían por todas partes.

Como era de esperarse, este Reino también contaba con su propia corte real, la cual estaba conformada por Duques, Condes, Barones, Marqueses, etc, etc.

Hablando de la realeza, era bien sabido que los actuales soberanos eran muy queridos por todos sus súbditos, y cómo no hacerlo, pues gracias a ellos el reino pudo salir adelante de la pésima administración que dejó el antiguo monarca Hiruzen, por lo que fue inevitable para todo el pueblo sin excepción alguna, no celebrar por las calles y darle la bienvenida al príncipe heredero que acababa de nacer.

Obviamente este suceso no pasó desapercibido por ninguno de los aristócratas, ya que ahora que el futuro de la nación estaba asegurado, lo único que faltaba era encontrar a aquella mujer que fuese digna de ser desposada por el príncipe y por ende convertirse en reina consorte.

Lo único que Sakura sabía era que la única manera de cumplir sus objetivos era convirtiéndose en reina, por lo que estaba dispuesta a hacer lo que sea necesario con tal de conseguirlo.

[...]

El sol se coló por su ventana dándole la bienvenida a un nuevo día y con ello nuevas oportunidades. Sin embargo, este no era un día cualquiera, por supuesto que no, era su graduación de la Academia de Señoritas y ahora sólo quedaban cuatro meses para alcanzar su sueño.

Pero uno se preguntará: ¿por qué cuatro meses? Pues la respuesta era simple. En cuatro meses el príncipe heredero cumplirá dieciocho años, y por ende, será coronado como rey soberano. No obstante, un rey no es nada sin una reina, por lo que su objetivo es llenar ese espacio tan cotizado por las nobles del imperio.

Se levantó de la cama de un salto y fue a tomar un baño para alistarse antes de la ceremonia.

Por fin podría poner en marcha tantos años de esfuerzo y demostrarle a su alteza real que está a la altura del puesto y nadie más que ella era la indicada para ejercerlo.

Otra cosa muy importante era que la reina siempre oficiaba las graduaciones de la Academia de Señoritas, por lo que sus nervios estaban al tope debido a que no podía desaprovechar esa oportunidad para impresionar a su majestad.

Simplemente hoy era un día muy especial.

Junto a sus padres, el Barón y la Baronesa Haruno, se dirigieron hacia el castillo que fungía como institución y pisaron el verde césped lleno de alumnas y familias de nobles celebrando aquella hazaña.

La pelirosa fue directo con sus amigas quienes se estaban fotografiando para recordar este evento tan importante.

Un chillido salió por parte de algunas de ellas al estar todas reunidas y se abrazaron ignorando las miradas despectivas que recibieron por algunos de los presentes.

—Más despacio —reprendió Temari—. Este comportamiento no es digno de una señorita.

—¡Por favor! Esta será la última vez que pisaremos este lugar, podemos hacer lo que sea —respondió Ino mientras se tomaba selfies.

—Aun así no debemos olvidar que hay personas alrededor y nos están observando —reiteró la rubia.

—Relájate princesa —dijo Tenten dándole un pequeño empujón.

Temari era la princesa del Imperio de la Arena y se tomaba su papel muy en serio, no sólo porque tenía un carácter fuerte por naturaleza, sino también por su nación, la cual sufría de hambre y pobreza debido al entorno desértico en el que se situaba, por lo que su estadía en Konoha era más que nada para formalizar una alianza política.

Nacida para ser ReinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora