Capítulo; Décimo S/éptimo.

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Euhemeros.

Mi hermana se había ido nuevamente de nuestro lado, solo que esta vez, lo hizo para sanar. Sí es por eso, podría esperarla años con tal de que, cuando la vuelva a ver, este bien.

El príncipe cayó al suelo cuando el Rey lo soltó. Se giró hacia nosotros y nos ordenó retirarnos junto a las niñas y Eonses que aún no se habían enterado de nada.

Nos retiramos sin entender del todo lo que estaba pasando. Preocupados nos dirigimos al templo y estuvimos una hora elevando oraciones a la Gran Madre y al Creador. Donde sea que Nicolyn esté, por favor, guíenla.

****

Nicolyn.

Hacía frío, aún.

Me moví entre las telas y bostecé despertando.

—Has despertado —La misma voz me recibió y escuché el agua del río contra su cuerpo.

—¿No te has movido de aquí?

—Aun no bebes.

—¿No estás cansado de cargarme?

—¿Por qué me cansaría si eres tan pesada como una nube?

—Claro —Sonreí—. Podría tomar de esta agua pero está demasiado fría y eso me hará daño, ¿Tienes algo con qué calentarla?

—No. No tengo con qué calentar tu agua.

—Deberé tomarla así entonces.

—Pero te harás daño.

—Si, pero es eso o morir de sed.

—Creo que puedo hacer algo.

Me retiró del agua y camino por la nieve. No sé qué hizo pero escuché ramas y troncos quebrarse mientras aun me sostenía con una mano, no pude evitar acomodarme para sentarme en su brazo.

—¿Qué haces? —Pregunté.

—He visto humanos hacer esto, no sé como lo llaman pero crearé fuego.

—¿Estás haciendo una fogata?

—¿Así se llama?

—Descríbeme lo que haces —Me describió paso por paso lo que estaba haciendo y lo que haría—. Si, eso es una fogata.

Estuvo lista unos minutos después y me dejó sentada cerca de ella envuelta aun en telas, quizás las había encontrado o las cargó mientras me encontró.

Fue al río y volvió a los segundos. No se acercó a mi al instante y supuse que estaba calentando el agua en una hoja o algo así.

—Esta tibia, ¿Quieres probarla ahora?

—Esta bien —Se acercó a mi y estiré mis brazos.

—Abre la boca, la deslizaré —Obedecí y el tibio liquido cayó despacio. Subí las manos hacia sus brazos para tomar la hoja pero no la encontraba. Recorrí sus grandes manos hasta que uno de mis dedos tocó el agua. Me aparté con prisa y cuidado.

—¿Calentaste el agua en tus manos? —Le pregunté exaltada.

—Sí, no tenía dónde más hacerlo.

Mi Destino como ThysíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora